Canibalismo en Metz

Imagen de Akhul

Un breve comentario sobre la exposición A contre-corps: oeuvre de devoration, la cual pude visitar en el FRAC Lorraine hace unos días

 

Apasionado como soy de las historias macabras y de las culturas exóticas, tras ver cómo esta exposición conseguía traer la magia de las mismas a través del lenguaje del arte contemporáneo me juré escribir un artículo al respecto. Ya advierto que no soy ningún experto en la materia, y que todas las reflexiones que haga tienen de académico lo que el azar disponga. No es algo que me preocupe, pues creo que si algo tiene este tipo de arte, es su capacidad de hablar al público cara a cara. ¿Y cómo habla cuando se trata de canibalismo? Con mucha fuerza, como cabía imaginar.

 

A contre-corps: oeuvre de devoration, que traducido macarrónicamente sería algo así como A contracuerpo: obra de devoración, es una exposición que habla de antropofagia, pero no de un modo literal, sino de uno más bien amplio. No es una muestra antropológica de culturas en las que se haya producido este fenómeno, sino una puerta abierta a su reinterpretación desde una óptica más generalista.

 

Los rituales caníbales no son prácticas que busquen alimentar el cuerpo, sino nutrirse de una serie de elementos que tiene el cadáver fagocitado. Los matices, obviamente, dependen de la cultura concreta, pues ha habido varios pueblos que la han practicado, aunque la denominación occidental tomara el término de algunas tribus de indios americanos. En cualquier caso suele darse un deseo de perpetuar virtudes, sea de los antepasados, sea de los enemigos derrotados a los que se quiere "robar" su valor y su fuerza. Desde un planteamiento más generalista, el canibalismo es absorber los elementos positivos consumiendo o asimilando el objeto devorado... algo que, sin duda, nos resulta muy cercano en esta época de globalización.

 

Las formas de abordar este sujeto de reflexión por los distintos artistas han sido muy variadas. Desde el inquietante y minimalista video de Anna Maria Maiolino (In-Out Antropofagia (1973)), capaz de poner los pelos de punta al mostrar el hambre -no necesariamente fisiológica- de distintas bocas en primerísimo plano, al metafórico canibalismo de Baba Atropofágica de Lygia Clark, donde unos estudiantes "devoran" en vivo y en directo las falsas entrañas de un compañero, nos encontramos con distintos enfoques del fenómeno, actualizados para el espectador contemporáneo, bajo la sombra de la que, sin duda, es la obra clave de la exposición y mi preferida de la mostra: La Bruja I, de Cildo Meireles.

 

Se trata de una obra que, directamente, devora el espacio, haciéndose omnipresente en la exposición: kilómetros de hilo negro, grueso como cordones de lana, demarcan el territorio legendario en el que se adentra el espectador. Sin margen de duda, éste es consciente desde que pone el pie en la entrada al FRAC... ¡Bienvenidos al cubil de la bruja! Parece gritar una inquietante voz en la cabeza del visitante, a la que ponen palabras únicamente los niños -los que más disfrutan el espectáculo-.

 

Sí, pelo de bruja. Ésta es la interpretación casi ancestral que aflora a la boca de los impactados viandantes al ver el palacio medieval cubierto de hilo negro. No es necesario ningún cartel para explicar la naturaleza de esa inquietante presencia. ¿Y por qué este eco de brujas tan unívoco y unánime? Supongo que por el mismo motivo que señala la propia exposición: hemos fagocitado al mito. La que fuera símbolo de energías vampirizadas, de ganado enfermo o devorado, de niños roídos por la consunción ha sido devorada por el saber popular. Hemos hecho nuestros sus conocimientos y ahora reconocemos sus símbolos. El monstruo es un eco dentro de nuestra cultura. El antropófago ser ha sido devorado por el paso del tiempo y el imaginario popular.

 

Por eso, aun sintiendo la leve agitación pueril de estar en una aventura, el visitante se atreve a ir siguiendo esa interminable maraña de "pelo" oscuro, a través de pasillos y escaleras, hasta lo más alto del edificio, donde, para su sorpresa, verá que el origen de toda la leyenda, de todo ese monstruoso titán que tanto ha conmocionado a la humanidad, se reduce a una pequeña y solitaria escoba.

 

Un momento mágico, impagable y lleno de poesía, cuando se descubre este pequeño secreto a voces. Un instante que invita a pensar de nuevo en todo lo que devoramos en nuestra existencia, quizás sólo para relegarlo a un rincón de nuestros cráneos hasta que alguien prenda una chispa que encienda el recuerdo ancestral.

 

 

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