¿Relato corto o novela?

Supongo que esto es como si me preguntan si prefiero ver un corto o una película: depende. Las dos cosas, no tengo predilección prioritaria; a lo mejor en una ocasión tengo más ganas de leer un relato, una historia de "leer y tirar" (que no se entienda negativamente), como las cámaras esas antiguas tan pochas que usábamos cuando ibamos de camping, o a lo mejor en otro momento prefiero agarrarme a un nudo, a un hilo, a unos personajes, durante un periodo más largo, tener un vicio de ocasiones, y entonces me sumerjo en una novela. Pero con el tiempo me voy dando cuenta de algo.

Creo que el cuento se acerca más a mi corazón literato, porque en él han ahondado todos los grandes a los que de verdad les ha interesado la literatura: el cuento es como algo más divino e inmortal, irónicamente aun siendo el "género diminuto". Su espectro de alma intenta ser más amplio, más perfecto, su configuración última. La novela es algo más contaminable, por intentar abarcar demasiado y, a veces, quedarse en tierra de nadie; está demasiado viciada en sus muchos aspectos, me parece, y la mayoría acaba siendo una mala paja. No digo una mala novela, sino que en la novela, por su extensión, acaban habiendo muchas pajas innecesarias. Y es que es lo que tiene meterse a puta si no sabes chupar. Al final tu fama acaba contaminada, estás con sida y vas envenenando a los que te rodean, esos que llaman del género, y hasta puedes morir. No sé muy bien qué he acabado diciendo ni por qué, pero pienso que esto podría dar para un interesante debate.

La bisexualidad de la literatura entre novela y cuento. Es algo muy antiguo, pienso. Borges dijo que sólo escribía cuentos porque le parecía más intenso, y Cortázar, aunque luego intentara esa contra-novela con Rayuela. Y pienso en Poe, quien hablaba del cuento como de una suerte de intuición. Un enigma que desde el principio está hecho, pero donde uno debe inmiscuirse para descubrir sus secretos y escribirlos. Escribir ese cuento que es un género y un mundo en sí mismo, una unidad propia y auténtica basada en los principios de intensidad, minimalismo literario, economía de lenguaje y, a veces, de sorpresa.