La consecuencia de los actos

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DavidYue
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Los días de lluvia eran constantes en el pueblo, el sol hacia breves apariciones a lo largo del año, lo justo para contentar a los animales y los escasos niños del lugar.

Las gotas de agua repicaban en los tejados de las casas, produciendo un sonido familiar para los habitantes. Para ellos ya no existía ese ruido, solo el tintineo de las campanas hacía que los lugareños levantaran la vista de sus quehaceres diarios.

Cuando sonaban las doce, la iglesia se encontraba a rebosar de todos los acólitos que iban a rezar y a pedir consejo al clérigo. Estaba entrado en años, en cualquier otro oficio lo hubieran jubilado, pero en su profesión la edad no era relevante, solo importaba la fe.

En sus años mozos había gozado de una larga melena, la cual había tenido que abandonar cuando se había ordenado monaguillo. De tan corto que llevaba el pelo decía que se había quedado calvo demasiado pronto. Cuando hubo cumplido los cuarenta ya no le quedaba ni rastro de su cabello cobrizo, cuatro canas mal pintadas le cubrían escasamente la base del cogote.

Vestido de blanco, con el traje completo, se lucía ante sus feligreses cada vez que tocaba misa. Llevaba siempre una banda de lana bordada en hilo dorado en forma de collarín, para tapar su calva portaba un bonete en forma cónica del mismo color que el traje y las dos tiras que caían a su espalda iban a juego con la banda. Hacía años que había perdido el dedo anular, pero no por ello dejaba de ponerse el anillo que le identificaba como sumo sacerdote. Y en la otra mano, jamás abandonaba el bastón pastoral que había recibido del mismísimo Papa en sus años de formación en el Vaticano.

Cuando estaba en lo alto del altar los presentes le escuchaban expectantes, su sermón era el momento cumbre de todos aquellos infelices que vivían en el pueblo. Sus vidas consistían en nada más que trabajar, asistir a misa y volver a sus casas para esperar a que se repitieran sus monótonos días.

Sabía que lo reverenciaban, era considerado un salvador, un ser superior, y le gustaba sentirse así. Podía haber abandonado el lugar hacía años, justo después de haber conseguido toda su fama. Había recibido miles de invitaciones de ciudades y pueblos más grandes, incluso del extranjero, pero sabía que donde se encontraba podría seguir avanzando en sus estudios. Allí nadie le cuestionaría si tenía que hacer algún que otro sacrificio justificado. En cambio en lugares más grandes, sitios donde las nuevas tecnologías estaban más instaladas, avanzar con sus quehaceres sería muchísimo más complicado.

Cuando acabó de dar el sermón, todos los presentes hicieron fila delante de las escaleras, esperaban poder besarle el anillo y recibir la hostia consagrada. Primero pasaban los ancianos, personas que llevaban tanto tiempo en el lugar que habían nacido incluso antes de que el pueblo se pudiera considerar pueblo. Éstos eran los más fieles, sabían de primera mano el gran trabajo que había realizado el sacerdote por ellos, cómo los había salvado de acabar desapareciendo. Ellos eran los cabeza de familia de los habitantes del lugar y los encargados de que la iglesia fuera el ente de mayor poder.

Los conocía a todos, sabía de sus trapos sucios, de sus inquietudes y sus miedos. Eso le daba un poder y un control sobre ellos del que no eran conscientes. Aun así, no le hacía falta chantajearles, todos aquellos viejos se hubieran sacrificado por él.

Justo detrás de ellos venían los escasos niños que vivían en el poblado. Poco más de una docena, de entre cuatro y doce años. Más de la mitad eran vástagos suyos, pero allí nadie se quejaba de eso. Él se beneficiaba de su estatus en el pueblo, había instaurado el derecho de pernada, como si aún estuvieran en la Edad Media.

Y por último llegaban los más esperados por el sacerdote, aquellos que estaban ya en edad de procrear, ya fueran hombres o mujeres. A su edad, no le hacía ascos a nada, era cierto que prefería a las chicas jóvenes, tenían mucha más utilidad, pero los muchachos gozaban de una energía que necesitaba.

La última de todas era su favorita. Con ella ya había engendrado dos hijos, y eso que no sobrepasaba todavía la veintena. Tenía el rostro de un ángel y un cuerpo de infarto, incluso había estado a punto de sufrir alguno al acostarse con ella. Los pechos de la muchacha eran deslumbrantes, además en ese momento los tenía enormes, tenía que dar de mamar a su último retoño y la leche empezaba a salírsele de los pezones. Allí mismo la hubiera despojado de toda la ropa y le hubiera practicado el más salvaje de los actos sexuales, pero dentro de la iglesia jamás se atrevería. No respetaba a ninguno de los seres inferiores que vivían en el pueblo, pero la iglesia era el templo de Dios, y no había nada más sagrado que su Señor.

La muchacha notó en los ojos del sacerdote su pasión y su lujuria, sabía lo que pasaría esa noche cuando las luces se apagaran. Su marido no diría nada, era un cobarde, y seguía fielmente las órdenes de su padre y su abuelo. Tragó saliva y dio media vuelta para salir de la iglesia. Ya no quedaba nadie más a excepción del monaguillo.

Lo llamaban monaguillo, pero poco tenía de niño. Era un mastodonte de casi dos metros, tan alto como gordo. Al pobre le faltaba un hervor y a duras penas servía para barrer la iglesia y pasar el cepillo en búsqueda de limosna. La joven se lo quedó mirando y sintió que aquel bobalicón se parecía a su bebé, pero muchísimo más grande. No pareció percatarse de su presencia y cuando estuvo a su lado, chocó contra su pecho, haciendo que la leche materna rompiera la pezonera que llevaba manchando al monaguillo en todo el brazo.

–¡Ay! –se quejó del golpe mientras su bolso caía al suelo.

Su gritito había sonado entre molesto y erótico. Tenía los pechos excesivamente sensibles y se ruborizó un poco al escuchar su propia voz. El monaguillo no pareció inmutarse, se agachó, recogió el bolso y se lo entregó.

–¡Gracias! –comentó ella mientras lo recuperaba.

Sus miradas se cruzaron. Los ojos de él estaban demasiado juntos, la nariz la tenía torcida y parecía que le faltaba un pedazo. Llevaba un sombrero de paja que le tapaba hasta las cejas, ladeó la cabeza y sin mediar palabra continuó con sus quehaceres. La muchacha no lo había visto hablar nunca, dudaba supiera. Para ella, el monaguillo siempre había estado en el pueblo, desde que tenía uso de razón lo recordaba limpiando la iglesia. Nadie se acercaba a él jamás, ningún miembro del pueblo se atrevería a faltarle al respeto a un protegido del sacerdote. Acabó por despedirse con un gesto con la cabeza, al cual no obtuvo respuesta, y continuó bajando las escaleras.

Cuando ya estuvo abajo, escuchó como la puerta de la iglesia se abría. No quiso girarse, no necesitaba ver la imagen del clérigo mirándola con deseo. Aceleró el paso para llegar lo antes posible a su hogar y amamantar a su hijo.

El hombre al ver como su presa se alejaba se llevó la mano a la entrepierna para colocarse su sexo, que se había puesto duro como una piedra. Aquella joven hacía que su cuerpo recobrara una vitalidad que pensaba había perdido. Giró la cara para ver como el monaguillo también contemplaba en dirección a la chica y, sin mediar palabra, le asestó un tortazo que hubiera hecho temblar al más fortachón del pueblo. Por el contrario, lo único que consiguió fue un agudo dolor en la mano.

–¡Maldito…! –se quejó mientras le daba la espalda y lo abandonaba en el exterior de la iglesia.

Las horas pasaban lentamente para el sacerdote, nada de lo que tenía que hacer le salía bien. Su entrepierna era una constante molestia, impidiéndole centrarse en sus tareas. No conseguía concentrarse, así que dejó las dos jarras con las que llevaba horas jugueteando en la mesa. Se quitó los grandes guantes de plástico que le cubrían hasta los codos y los tiró de cualquier manera encima de una camilla.

Subió a la cocina de la iglesia, cogió una de las fiambreras que sus feligresas le habían entregado y engulló en cuatro bocados. Dejó el recipiente en la pica, a la espera de que el monaguillo hiciera su trabajo, y uno de los bordes de cristal le rozó en la yema del dedo produciéndole un pequeño corte. Maldijo por lo bajo, ya que en casa del Señor no se podían decir palabrotas y abandonó la estancia para descansar en su humilde cama.

Se quitó toda la ropa y la dejó tirada de cualquier manera en la puerta de su habitación así el monaguillo tendría más trabajo. Darle vida había requerido un gran sacrificio, se miró allí donde le faltaba su dedo, así que esperaba que al menos le diera las gracias por su existencia aportando ayudas domésticas.

Se tumbó en el cama, completamente desnudo, aún excitado ante la previsión de la visita que tenía planeada para esa noche. Estuvo tentado en darse satisfacción personal, pero sabía que entonces perdería parte del envite que le permitiría triunfar horas más tarde. Cerró los ojos, apoyó las manos sobre su pecho y respiró tranquilamente hasta encontrarse en los brazos de Morfeo.

La ropa de la puerta de la habitación desapareció. La fiambrera del fregadero también. Las cuatro migas de pan que habían caído en la cocina habían sido recogidas, el suelo incluso había sido fregado. La iglesia resplandecía más que el primer día. El monaguillo había dejado impolutas todas las salas del edificio, todas, menos una. Tenía terminantemente prohibida la entrada a la habitación donde el sacerdote experimentaba si no estaba presente. Y él cumplía las órdenes a rajatabla.

Gruñó cuando vio que el hombre salía de su habitación. El suelo estaba recién fregado y no quería que el párroco resbalara y pudiera hacerse daño. Ya le había pasado una vez y toda la responsabilidad había sido suya. Desde entonces cojeaba a causa de las represalias. Por suerte, el cura llevaba paso decidido y no perdió el equilibrio.

Salió al exterior por la puerta trasera de la iglesia, cuando la medianoche ya había llegado. El graznido de los cuervos acompañaba la incesante lluvia que no había dejado de caer durante todo el día. Con el paso de las horas, la tormenta parecía haberse instalado con más insistencia en la zona, desplegando unos fuertes vientos, abundantes relámpagos y luminosos rayos.

El sacerdote prescindió de coger un paraguas, le daba igual llegar empapado a su destino. Una vez estuviera allí, no necesitaría para nada su ropa, y seguramente algún pueblerino le prestaría ropajes secos para que pudiera volver a la iglesia.

Tras diez minutos bajo la lluvia llegó a su esperado destino. Golpeó a la puerta con ganas, impaciente de que su presa le abriera. Deseaba atacarla allí mismo, en el recibidor, darle la vuelta contra el espejo y empotrarla sin miramientos. Por el contrario, el estúpido de su marido fue el responsable de darle la bienvenida.

–Su excelencia… –Le saludó mientras se inclinaba.

Parecía que fuera a hacerle la felación él mismo. Ya ni recordaba si eso había pasado, pero hoy venía por otra cosa. El joven estaba tembloroso y no parecía dispuesto a moverse del umbral de su casa.

–¡Apartarte! –Ordenó.

–Llega en mal momento, padre. –El muchacho tragó saliva–. Tenemos al pequeño con fiebre, lleva horas llorando y ahora está amamantando…

–¡Qué me importa a mí eso!

Apartó de mala manera al otro y entró. Se despojó de sus ropajes mojados y se los tiró a la cara.

–Espero contar con ropa seca cuando haya acabado.

No esperó respuesta. Ya conocía la casa, así que emprendió su camino subiendo las escaleras a la planta de arriba. En la primera habitación había una niña pequeña, no tendría más de cuatro o cinco años, tumbada y durmiendo. Tenía una larga cabellera cobriza, antaño él también tuvo ese pelo. Pero no quería perder más el tiempo, llevaba todo el día fantaseando con ese momento, así que prosiguió su camino.

La puerta de la habitación conyugal estaba al final del pasillo. Estaba cerrada, así que le dio una fuerte patada y entró como todo un conquistador. La mujer se encontraba con los senos al aire, dos descomunales monumentos con los que el hombre esperaba disfrutar toda la noche. No le importaba lo más mínimo que manchara leche materna, ya estaba acostumbrado, era otro aliciente más en el acto que vendría a continuación.

La muchacha levantó las manos para evitar que se acercara, dándole indicaciones para que se alejara. Estaba con su bebé, había estado enfermo todo el día, y parte de la noche anterior, y llevaba demasiadas horas sin poder descansar. No quería que aquel monstruo se acercara a ella o su hijo. Un deseo, en lo más profundo de ella, esperaba que se cumpliera. Llevaba años esperando que su marido evitara que aquello sucediera. Que se impusiera ante las estúpidas leyes del pueblo, que agarrara al sacerdote y lo expulsara de su hogar. Pero sabía que eso era imposible. Su esposo era una marioneta más en el intrincado teatro que el clérigo tenía montado.

Vio la lujuria en los ojos del hombre, su sexo estaba duro y expectante de poder acercarse. Nada evitaría que aquella noche volviera a tener que mantener relaciones con ese indeseable.

Un trueno sonó tan fuerte que hizo temblar hasta los cimientos de la vivienda. El sacerdote estuvo a punto de perder el equilibrio. El bebé se movió, pero la muchacha consiguió mantenerlo dormido. Se levantó del sillón donde había estado descansando y dejó a su hijo en la cuna, confiando en que no despertara mientras ella sufría en silencio.

Un relámpago iluminó todo el pueblo, como si de repente se hubiera hecho de día. La joven, asustada, se giró para contemplar como una sombra se asomaba a la espalda del cura. Lento y torpe, el hombre se giró para notar como su agresor lo agarraba por los brazos y lo levantaba del suelo. Sin tiempo a mediar palabra fue lanzado por los aires y recorrió volando todo el pasillo.

La muchacha, sin entender del todo que pasaba, se agachó para proteger a su vástago, deseando poder alejar a la criatura de los acontecimientos que estaban sucediendo en su casa. Durante un instante, poco más que un suspiro, esperó que el atacante del clérigo fuera su amado, que al fin se hubiera dignado a protegerla.

Pero no, para su sorpresa, y también para el asombro del cura, allí, en medio del pasillo, tan alto como una montaña, se encontraba el monaguillo. Había perdido su característico sombrero de paja, y dejaba al aire una increíble calva dorada. Sus ropas estaban completamente empapadas y las tenía pegadas a su cuerpo. No tenía una figura envidiable, más bien estaba medio deforme. Pero resultaba intimidante.

Sin decir lo más mínimo, se dio la vuelta y se lanzó contra el sacerdote. El hombre no entendió nada, no tuvo tiempo a reaccionar, maldecir o decir lo más mínimo. Las enormes manos del monaguillo lo agarraron por sus partes nobles. Con una mano asió el miembro viril del cura, con la otra sujetó con fuerza ambas muñecas.

Los gritos de agonía del hombre fueron silenciados por el estruendo de los truenos y el llanto del bebé, aunque por suerte para él, su tortura fue rápida. El monaguillo demostró tener una fuerza sobrehumana, dividió el cuerpo del hombre con sus manos, desgarrando tendones y huesos, destrozando la piel y salpicando todo el pasillo de sangre.

Con las manos separadas y las partes del sacerdote en ellas, las dejó flojas para que el cuerpo, inerte y sin vida chocara contra el suelo. El marido apareció entonces, tenía un ojo morado, y sangraba por una pequeña herida en la frente. Miró horrorizado la escena y se quedó completamente congelado.

La joven por el contrario sintió un alivio enorme, la escena había sido grotesca, podría haberse puesto a vomitar allí mismo, a llorar y berrear como hacia el bebé que tenía entre sus brazos, pero no era el momento para eso. Se acercó a su esposo y le entregó al niño. Le indicó con la mano que se fueran a la habitación de su otra hija y desaparecieran.

El hombre, indeciso, y completamente acobardado, obedeció sin tapujos. Tembloroso cogió al bebé, pasó por la espalda del monaguillo sin levantar la mirada y abandonó la escena.

–Gracias –dijo la muchacha acercándose al monaguillo.

Éste se giró para contemplarla. Su rostro seguía igual de inexpresivo que siempre, no mostraba ningún sentimiento. Acababa de partir por la mitad a un hombre con sus propias manos, pero no parecía que aquello hubiera significado nada para él. La mujer tuvo un instante de pánico, quizás no hubiera sido suficiente tal acto de salvajismo.

–Gra… ci… as… –Fueron las primeras palabras que jamás había dicho el monaguillo.

La joven se tranquilizó de golpe. Sonrió feliz al entender que estaba a salvo, que ya no tendría que temer recibir visitas a altas horas de la noche y tener que compartir su lecho con ese malnacido nunca más. Allí se encontraba su salvador, un bebé enorme con una fuerza descomunal. Alargó la mano para darle una caricia, igual que hacía con su hijo.

Nada más sus manos, sudorosas y manchadas de leche materna, rozaron la piel del monaguillo, éste se deshizo ante sus ojos. Como si poco más que una figura de arena hubiera sido, las partículas de su cuerpo se deshilacharon y salieron volando por el pasillo de casa...

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
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Mi contador me da 3328 palabras. Me temo que de momento no puedo darle admisión al concurso porque el límite superior son 3000 palabras y, a diferencia de las convocatorias de Calabazas en el Trastero, aquí es estricto.

Confío en que puedas presentar otro relato u otra versión de este mismo.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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DavidYue
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Puntos: 11

Modificado y ajustado para que no sobrepase las 3000 palabras. A ver qué tal...

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Puntos: 208859

Perfecto. Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Puntos: 208859

El relato está escrito con solvencia (hay algunas erratas, pero tampoco algo determinante), pero creo que tiene un doble problema de foco.

El primero, más evidente, es en relación a la convocatoria: si aceptamos que el final revela que es un gólem, nos quedamos con que todas las cuestiones están por ser contestadas. ¿Por qué hay un gólem? Si lo creó el sacerdote, ¿con qué función? ¿Por qué deja de servir sus designios de un modo tan accidental?

El segundo es sobre el propio escenario. Todo el foco está puesto en la maldad del sacerdote lúbrico, pero no hay explicaciones sobre el contexto. Se habla del Papa, pero ¿es un sacerdote católico? Esto choca con elementos como llevar gorro. Y, en cualquier caso, no se entiende la relevancia dentro de la trama. Además, hay otras cuestiones clave que no se abordan. ¿Cómo se funda ese pueblo de gentes sumisas? ¿Por qué, con la violencia evidente que despliega, sigue teniéndolos bajo su yugo? No hay retrato social de la comunidad ni se explica la historia de que exista un sitio así. Me falta información sobre sus costumbres, sus relaciones, etc.

Con estos elementos, creo que la historia de fondo (el abuso que gente con ascendencia religiosa o moral puede ejercer) queda acartonado por falta de elementos que doten de cuerpo al elenco de personajes, tanto el sacerdote como sus víctimas.

Es una lástima, porque creo que hay potencial en la escritura. Gracias en cualquier caso por compartirlo.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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jane eyre
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Poblador desde: 02/03/2009
Puntos: 10051

Creo entrever detrás del relato una pluma principiante, porque peca de lo mismo que hemos pecado todos al empezar a escribir, sobre todo la falta de ritmo y la de verosimilitud.

El ritmo falla por la cantidad de descripciones, en un relato corto hay que seleccionar muy bien qué contar además de cómo contarlo. Con una extensión tan limitada es importante no cansar al lector con detalles innecesarios y centrarse en focalizar solo los que resultan imprescindible para el avance de la trama.

Por ejemplo:

“En sus años mozos había gozado de una larga melena, la cual había tenido que abandonar cuando se había ordenado monaguillo. De tan corto que llevaba el pelo decía que se había quedado calvo demasiado pronto. Cuando hubo cumplido los cuarenta ya no le quedaba ni rastro de su cabello cobrizo, cuatro canas mal pintadas le cubrían escasamente la base del cogote.

Vestido de blanco, con el traje completo, se lucía ante sus feligreses cada vez que tocaba misa. Llevaba siempre una banda de lana bordada en hilo dorado en forma de collarín, para tapar su calva portaba un bonete en forma cónica del mismo color que el traje y las dos tiras que caían a su espalda iban a juego con la banda. Hacía años que había perdido el dedo anular, pero no por ello dejaba de ponerse el anillo que le identificaba como sumo sacerdote.”

 

De todo ese párrafo lo único importante para la trama es el color del pelo. Se usan dos párrafos para una descripción física y, sin embargo, se pasa de puntillas por una frase que va a captar la atención del lector sí o sí, como es : “ Hacía años que había perdido el dedo anular” que, además, acaba el relato y no se explica.

 

Y ahora entramos en la verosimilitud, que es como el primer mandamiento en esto de escribir ficción. ¿Es creíble que se cree un gólem? Es creíble porque lo justificamos mediante rito mágico. Ahora bien, a mí no me ha quedado claro el poder del cura sobre los habitantes, solo porque conoce sus vidas y secretos, así que se me hace poco verosímil tal cual, necesitaría un motivo más concreto.

También es poco creíble la erección durante horas de un anciano y el momento: “haciendo que la leche materna rompiera la pezonera” porque la pezonera es un objeto rígido que, además se usa solo en el momento de amamantar. Lo que se lleva para evitar la mancha en la ropa es un disco o protector de lactancia, pero la palabra “romper” tampoco es la adecuada.

Este tipo de cosas se aprenden con el rodaje, así que ánimo blush

 

Mi puntuación es: 1 estrella.

 

 

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torpeyvago
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Poblador desde: 29/02/2016
Puntos: 1890

Cura ex machina, este cura es un máquina

¿La excusa era no poder seguir con sus estudios?

Lo +

Una historia curiosa y entretenida.

Lo -

Algunas expresiones, sin ser incorrectas, me chirrían: «cuerpo de infarto», por estar fuera de contexto; «le faltaba un hervor», por lo mismo...

Lo mismo, algunos conceptos contradictorios o poco explicados o frases confusas, por ejemplo, ¿cae la lluvia y suena familiar, pero para ellos sólo existe el sonido de la campana? A ver, lo entiendo, quieres decir que están tan acostumbrados que «pasan» del ruido, pero se me hace una frase innecesariamente confusa. Lo mismo con lo del dedo anular, «le daba la espalda y lo abandonaba en el exterior», «del hombre fueron silenciados por el estruendo de los truenos y el llanto del bebé, aunque por suerte para él», etc.

Algún DDT díscolo suelto: «–» en vez de «—»

La historia flojea, desde el punto de vista de este humilde lector, en un final inexplicado, en como el gólem aparece y salva a la muchacha. ¿Por qué? Quizá me he perdido el fin de la obediencia al amo diluida en el relato. También se hacen ausentes justificaciones o explicaciones de comportamiento de personajes. Vale que la creación del gólem supuso el sacrificio de un dedo, pero ¿cómo tiene ese poder sobre el pueblo? No será por el gólem en tanto en cuanto se especifica que éste no tenía relación con la población.

Un problema que ya se ha comentado en otras ocasiones y que, desde luego, nada tiene que ver con el autor, es que al conocerse la temática de la convocatoria haya finales, tal cual es este caso, que se adivinen antes de tiempo.

En cualquier caso, un relato entretenido de:

★★

Estadísticas

Palabras : 2954
Matrices : 16.949
Caracteres : 14.050
Letras : 13.668
Párrafos : 55
Sílabas : 5987
Frases : 174
Szigriszt1993: 64
Perspicuidad : Normal

___________________________________________________________

En un lugar de La Mancha de cuyo nombre me acuerdo perfectamente...

https://historiasmalditas.wordpress.com/

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LCS
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Poblador desde: 11/08/2009
Puntos: 6785

No tengo demasiado que añadir a lo que ya han dicho los compañeros. El relato tiene un buen fin: denunciar los abusos eclesiásticos de la Iglesia, pero quizá está contado de una forma un tanto maniquea. 

El relato también está un poco descompensado. El planteamiento lo veo un poco largo. 

El tema del gólem también lo veo un poco desdibujado. Sabemos que es un gólem porque es el tema de la convocatoria, pero si estuviera fuera del concurso, ya no lo tendría tan claro. 

Me temo que no puedo darte más de dos estrellas. **

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Danduay
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Poblador desde: 07/05/2020
Puntos: 256

Bravo. Me ha parecido un relato subyugante. Le atrapa a uno poco a poco, desde la descripción inicial del ambiente y le conduce hasta el inevitable final.

Bien escrito (aunque he visto alguna expresión o construcción gramatical más coloquial que, creo, chocan un poco con el resto del estilo utilizado, bastante cuidado, como lo de “empotrar”). Bien lograda la atmósfera, opresiva en todos los sentidos.

También bien dispuestos los detalles informativos, lo que se dice, lo que no se dice y lo que se sobreentiende; aunque supongo que algún detalle puede dar lugar a diversas interpretaciones (como los efectos de la leche materna en el golem). No creo que eso sea un problema, al contrario, permite participar al lector en la recreación del relato.

Para mi gusto, de los cuentos más logrados de la convocatoria.

Una estrella por el golem, otra por la atmósfera fosca, otra por la historia y los personajes, 0,5 por la forma y 0,5 extra por la sensación de “redondez” que me deja el conjunto del relato, de obra bien armada en todos los sentidos. Total, 4 estrellas. Enhorabuena y suerte.

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Germinal
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Poblador desde: 08/03/2016
Puntos: 1307

Suscribo las opiniones de Patapalo y Jane. Hay que pensar qué se quiere decir y de qué forma será más efectivo hacerlo. Por supuesto, también ajustarse al tema de la convocatoria y al límite de palabras.

Voy a darle 1 estrella. Gracias por compartirlo.

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Sra. Vicenta
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Poblador desde: 19/05/2021
Puntos: 46

Yo diría que hay dos «tipos frecuentes» de autor: los que escriben de maravilla, pero no cuentan nada interesante; y los que todavía no escriben tan bien, pero tienen mucho que contar. Tú pareces de los segundos.

Creo que a tu relato le falta bastante por pulir, pero le encuentro mucha chispa. Me da la impresión de que, la soltura que te falta al plasmarla, te sobra al desarrollar la idea mentalmente. Así que, enhorabuena, porque lo primero es mejorable (leer, escribir, leer más, y no rendirse), pero lo segundo es inimitable.

2'5 estrellas.

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Dr. Ziyo
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Poblador desde: 30/01/2016
Puntos: 2776

Sra. Vicenta dijo:
Yo diría que hay dos «tipos frecuentes» de autor: los que escriben de maravilla, pero no cuentan nada interesante; y los que todavía no escriben tan bien, pero tienen mucho que contar. Tú pareces de los segundos. Creo que a tu relato le falta bastante por pulir, pero le encuentro mucha chispa. Me da la impresión de que, la soltura que te falta al plasmarla, te sobra al desarrollar la idea mentalmente. Así que, enhorabuena, porque lo primero es mejorable (leer, escribir, leer más, y no rendirse), pero lo segundo es inimitable. 2'5 estrellas.

Con tu permiso, copio tu comentario porque es precisamente eso lo que yo he pensado al leer el relato. Y por lo tanto, le doy también la misma valoración de 2,5 estrellas.

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Ozymandias
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Poblador desde: 27/04/2020
Puntos: 79

Sí, la historia es entretenida y se lee del tirón a pesar de los fallos formales. Hay descripciones sugerentes (aunque descompensadas) y los personajes no están mal. El relato tiene puntos positivos.

Pero el final es un deux ex machina de manual. Ni siquiera se intenta arreglar aunque sea de forma chapucera con una explicación a posteriori. Ese final se cargaría el relato mejor escrito.

Mi nota es 1'75.

And on the pedestal these words appear:

My name is Ozymandias, king of kings:

Look on my works, ye Mighty, and despair!

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Curro
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Poblador desde: 24/09/2015
Puntos: 1048

Pues a mí es uno de los relatos que más me ha llamado la atención, me ha gustado mucho.

Voy a variar el orden en que suelo escribir los comentarios para poner en primer lugar las pegas y después los puntos fuertes, por el simple hecho de que muchas de mis reseñas me parece que terminan dando mala impresión y no es el objetivo.

Veo los mismos dos problemas básicos que han encontrado otros lectores; aun a riesgo de ser yo también redundante, voy a comentarlos (porque esto ya lo había escrito antes de leer otros comentarios):

Echo en falta algunas explicaciones. El tema del anular perdido, por ejemplo, intuyo que es requisito para la creación o subyugación, lo veo bien tal y como está para ambientar el relato y explicar cierto odio del párroco hacia el monaguillo. Sin embargo, no comprendo bien qué desencadena el comportamiento del golem y por qué decide volverse contra su dueño de forma repentina. Creo que la leche materna tiene algo que ver, que de algún modo despierta al golem y hace que este desee protegerla en primera instancia. No entiendo entonces por qué la leche parece deshacer al golem al final o si es mera coincidencia y el golem se deshace porque su amo ha muerto. Estos detalles son los típicos que pueden dejarse abiertos, es legítimo, pero en mi opinión el relato ganaría mucho si se ataran cabos o al menos no se dejaran tantos sueltos, ya que la aparición salvadora del final roza el recurso Deus ex machina. Me pregunto si el recorte que el autor se vio obligado a hacer (según la primera respuesta de Patapalo, sobraban 328 palabras) no tendrá que ver con esto.

En segundo lugar, coincido en que el texto en general se podría pulir mejor, aunque no he visto tantos fallos como mis compañeros, seguramente porque la lectura me entretuvo mucho, me sumergí bastante en la historia. No voy a resaltar errores en particular porque ya están aclarados. Diría que estos fallos o aristas no tienen que ver tanto con la inexperiencia como por la falta de revisión, sobre todo teniendo en cuenta que el relato entró cerca de la fecha límite que fija las bases del certamen. Creo que una lectura reposada habría permitido mejorar bastante el resultado.

Otra cosa que no me gusta es el título, que no veo que tenga mucha relación con la historia, pero este es un tema que personalmente me da bastante igual.

Vale, los puntos fuertes, que son muchos: Para empezar, no me puedo resistir a historias que suceden dentro de pueblos malditos que viven al margen de la sociedad o, más bien, tienen su propia sociedad, con normas y tradiciones exclusivas, diferenciadas y sí, horribles. El relato crea así un escenario muy sugerente para mí, me anticipa cierto horror final que me pone en guardia y alimenta mis expectativas.

Creo que el villano ―y a la vez protagonista― está muy logrado, sobre todo al comienzo del relato. Yo no veo problema en la excentricidad de su vestuario a la hora de oficiar la misa, me lo imaginaba como un cura que interpreta las normas eclesiásticas como le viene en gana. Vamos, que de un tío que ha reinstaurado el derecho de pernada no me extraña demasiado que lleve gorro… En mi opinión, el excelente trabajo realizado para perfilar al personaje queda un poco deslucido al final, cuando irrumpe en el hogar de su víctima sexual insultando y avasallando; no creo que una persona que trate así a sus feligreses sea tan venerada y querida ―porque, según se deduce, el control que ejerce sobre el pueblo se basa en la devoción y no en el terror hacia su monaguillo―, entiendo que si siempre actuara así, le echarían a patadas del pueblo. Me lo esperaba más ladino, manipulador… Igual es problema mío.

Qué más. El golem. Yo sí lo veo bastante claro: es una criatura muda, de fuerza sobrehumana, fea, subyugada. No veo problema en absoluto con este golem. Ciertamente, si el certamen no tuviera el golem como temática, igual no me habría parecido uno, pero es que sí tiene esa temática, por tanto no ahondar en la naturaleza de la criatura me parece apropiado y lo contrario lo vería redundante. La criatura queda dibujada con suficiente misterio y carácter como para diferenciarla de otros engendros de barro que podemos encontrar en las obras presentadas al certamen.

El tercer y último personaje, la joven, cumple bien su papel de víctima que desea la rebelión, que busca escapar de la sumisión con escaso éxito; se podría decir que es un estereotipo, pero uno que me convence. No tiene en realidad gran mérito en el desarrollo de la historia ―le viene todo dado―, pero el conflicto interior descrito y la ternura con que trata el monaguillo han ganado con creces mi simpatía.

En definitiva, me gusta mucho la atmósfera oscura, el terror que provoca el villano principal, el papel que tiene el golem y el desenlace, de esos previsibles pero satisfactorios. Le asigno 3,5 estrellas.

Por cierto, me llaman la atención los toques de erotismo, sobre todo porque hace un par de días comenté que era raro encontrarlos en relatos publicados por estos lares. Vaya coincidencia :D

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

Es una buena historia, bien escrita, quizá lastrada por un enfoque disperso —mucha atención a detalles, pocos de ellos relevantes— y un exceso de maniqueísmo presente desde el inicio, del que no me molesta tanto que el sacerdote sea tan malvado, como que se nos lo diga y repita sin tapujos varias veces.

Me ha costado hacer una composición de lugar con la escena de la homilía; el hecho de que cuando la muchacha termina de recibir la comunión ya no haya nadie en la iglesia, y sobre todo que después de recibirla del sacerdote, tras el episodio con al monaguillo,  se abra una puerta y aparezca el sacerdote, como si no hubiera estado allí presente desde el inicio.

El autor renuncia a explicar porqué el gólem actúa como actúa, creando lo que alguien ha comentado, el efecto del Deus ex machina; en la vida real este tipo de cosas aleatorias y sin explicación suceden, al escribir ficción hay que dar una explicación del porqué pasan, y trabajar antes los motivos. En este sentido el título del relato ahonda en la herida, por así decirlo.

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Bio Jesus
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Poblador desde: 11/07/2014
Puntos: 1514

No se si ere novato o no, pero se te ve pasión en lo que haces ¡No la pierdas!

Respecto a la historia tiene buenos momentos y otros peores. En general, la atmósfera está muy lograda, aunque visita lugares comunes que dan sensacion de  deja vu, como la noche de tormenta, el granido de los cuervos, el cura que es un depredador sexual,la muchacha inocente de enorme pechera... todo visto en muchos relatos del género.

Las descripciones detalladas trabajan a favor del ambiente, pero en contra del ritmo y este debe de ir creciendo en una trama como esta. Cada parada para describir una estancia,un traje... frenan ese ritmo y el relato da la sensación de ir a trompicones.

Mi última objeción es el final, donde el monaguillo se metamorfosea en gólem y resuelve , en un instante, la trama tan cuidadosamente montada. Sin una motivación clara, sin una orden. Lo mismo estaba enfadado por que el cura le pisó lo fregado (perdón por la broma).

En suma, un relato con buenos mimbres pero que no acaba de fluir.

 

Mi nota es 3

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Bio Jesus
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Poblador desde: 11/07/2014
Puntos: 1514

Repe

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Hekizade
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Poblador desde: 22/05/2021
Puntos: 64

Los puntazos: una introducción narrada "a fuego lento"; la corrupción del cura por la pasión impenitente; las notas de erotismo. 

Las puntadas: No me cuadra el papel del monaguillo-gólem, ¿cuál es su relación con el cura? ¿Dé dónde surge? ¿Por qué se vuelve contra él de repente? El final me deja totalmente desubicado, que no tiene por qué ser negativo, pero esperaba otro desarrollo. 

Un relato interesante con mucho potencial pero que, para mi gusto, se podría haber ejecutado con mayor solvencia. 3 estrellas. 

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Al principio del todo un "hacia" en lugar de "hacía". Aunque me he esforzado en ello porque aun así mantiene el interés, no le encuentro verosimilitud, hay detalles (las prendas eclesiales, ciertas palabras y descripciones, cuervos de noche?) y la salvaje actitud del cura... por qué lo permiten? al aparecer el monaguillo queda bien claro que es un golem, pero por qué lo creo el cura, de dónde sacó los conocimientos para ello y para qué? por que para intimidar a la feligresía y que permita sus atropellos no parece que sea, más bien parece tener el rol del tonto del pueblo XD  y por qué se rebela de repente sin más?  lo incomodó lo de que le pisaran lo fregado? jajaja nah, en serio y su brusca desaparición, disolviéndose sin más? Por ello, me veo obligada a bajarle medio punto:

Dos estrellas y media: ** '

 

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Stendek
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Poblador desde: 27/05/2020
Puntos: 198

No creo tener mucho que añadir. Un relato frustrado, pero con rasgos de un estilo elegante pero intermitente.

Le doy dos estrellas.

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Me temo que me deja con demasiadas incógnitas. No entiendo por qué el cura tiene al pueblo entero en la palma de la mano, y no sé por qué el monaguillo se decide a actuar justo cuando lo hace. En general se le ven buenos detalles pero el conjunto del relato me parece confuso. Igual que falta información, hay lugares en los que creo que esta sobra. Por ejemplo, un párrafo entero al inicio que hace mención a las cualidades capilares presentes y pasadas del párroco. Para mí sobra, creo que bastaba con la frase que hay mucho después: “En la primera habitación había una niña pequeña, no tendría más de cuatro o cinco años, tumbada y durmiendo. Tenía una larga cabellera cobriza, antaño él también tuvo ese pelo.” Con eso ya se insinúa lo que ocurre.

1,5 estrellas.

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