Vientos de Guerra; de Steven Pressfield.

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Giliath Luin
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Crítica de Giliath Luin.

Steven Pressfield nos envuelve en esta obra ambientada en la Antigua Grecia, como hizo ya otras veces, con Puertas de Fuego (Gates of fire), La Conquista de Alejandro (The Virtues of war) y La Ultima Amazona (Last of Amazons). Vientos de Guerra (Tides of war) es, quizá la mejor obra que haya escrito el señor Pressfield, según la opinión de muchos de sus críticos. Y es que en esta novela histórica consigue el perfecto balance entre lo épico, lo histórico y lo romántico, pasando de escribir tres novelas emotivas y conmovedoras a esta obra maestra, que nos hace palidecer de cólera, sufrir de impotencia, estremecernos de emoción y echar a volar la imaginación con la perfección característica de sus descripciones sobre el mundo de la Grecia Antigua. Un relato perfecto sobre la más incomprendida de las culturas y uno de los conflictos más irónicos, controversiales e inesperados del Mundo Antiguo.

Reseña de Giliath Luin.

Polémides es un ateniense preso, que espera su proceso de justicia por haber asesinado a un marino compatriota suyo en una disputa de amoríos. La Atenas que le ha de procesar se ambienta en el siglo IV a. de C., un par de años después de haber perdido la guerra contra Esparta y haberse instaurado el gobierno títere oligarca de «los Treinta Tiranos». Y además de juzgársele por dar muerte a un ateniense, se le acusa de otros dos cargos: el de alta traición, por haberse pasado al bando espartano antes de concluir la guerra, y el asesinato de Alcibíades. Pero detrás de la condena se esconden algunos hilos sospechosos sobre un juicio injusto para el preso, por lo que este tiene que recurrir a los servicios de Jasón, un trierarca retirado de la flota, después de que fue desmantelada, para que lo apoye en su defensa. Jasón es el segundo narrador, un hombre de familia aristocrática que sirvió bajo las ordenes de Alcibíades y Pericles el Joven. Ambos hombres nunca se habían conocido, y lo que parecía al inicio una relación absurda, poco a poco se va convirtiendo en un compartir de pareceres y vivencias. Mientras Polémides había servido como mercenario bajo las órdenes de un arcadio, Jasón era de facciones prodemócratas y socráticas.

Y el principal asunto de los desacuerdos es su relación con Alcibíades, el ateniense que ha sido juzgado por la Historia como el principal responsable de la Guerra del Peloponeso y de la derrota de Atenas en el conflicto. Alcibíades siempre fue sinónimo de un personaje bipolar e indeciso, un hombre ambicioso y un soldado genial. Sus traiciones y desavenencias fueron cargadas por los hombros de los atenienses en su tiempo. Desde joven quiso brillar y destacar como buen integrante que era, de la familia Alcmeónida. Llevó a Atenas a romper la famosa Paz de Nicias, y la guió al desastre al convencerla de participar en la fatídica Expedición a Sicilia, que costó la vida de más de veinte mil de sus hijos y la esclavitud de otros miles. Amigo de los espartanos Endio y el rey Agis, sobrino de Pericles el Viejo, alumno de Sócrates, huésped del sátrapa Tisafernes, compañero de armas del héroe demócrata Trasíbulo, enemigo a muerte de Lisandro, y juzgado tres veces por los atenienses, que fueron víctimas de sus propios odios y de las disputas entre sus diferentes facciones, y que fueron consumidos por una guerra mezquina que, al final, los espartanos no creían haber ganado.

En una carrera contra el tiempo, Jasón debe descubrir quiénes y por qué desean la muerte de Polémides, y al mismo tiempo, amansar su furia sobre el que considera responsable de la muerte de Alcibíades, y por tanto, indirectamente de Sócrates, su maestro y mentor. Estas son las dos vidas plasmadas en Vientos de Guerra. Polémides; un exiliado, un traidor, un mercenario y un asesino. Jasón; un patriota, un oficial, un demócrata y un servidor de la justicia. Y lo que ambos tuvieron en común: Sócrates, Alcibíades, Lisandro, la Gran Guerra y los vientos que los llevaron a desviar su juventud e internarse en una guerra fratricida y sucia, en la que se mataban los helenos, por la simple razón de matarse.

 

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