El policía del karma

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Valentín Bienvenido
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EL POLICÍA DEL KARMA

El horror, blando, dúctil, visceral, y, ¡ah!, íntimo, amable, cotidiano, yacía en mi cama. Toda la maldita noche, toda la infernal nochecita, hasta la alborada sin párpados de este condenado amanecer, fue un continuo bregar, una labor queda, un emerger cuasi consciente hasta la superficie, donde Ello (o Ella) y uno habíamos topado, mientras en los bajos fondos de Nova Rodas efectuaba mi investigación, aquélla que me ocupa desde que, cuando el incidente de la nave madre A-697 NATREZE, di al traste con mi carrera, y las autoridades me proporcionaron mi odiada placa, confinándome a un tiempo en el submundo de este planeta fenecido. A la vez, en tanto que dotado de su misma apariencia, me mezclaron con seres que ya uno apenas puede llamar humanos, por bien que lo serían, sin duda, sus ancestros (como a su vez mis antepasados mismos), varias generaciones atrás, antes de la bomba, o, mejor, antes de la reacción termonuclear en cadena que dio al traste con lo que quedaba de un planeta ya maltrecho y herido de muerte. Mas, ¿qué puede decir uno de aquella agonía cósmica, de aquel galopar de los jinetes apocalípticos, de aquella anunciada consumación terrena entre estertores de muerte –y no, jamás, de resurrección; nunca, por descontado, de gloria-?. Porque mi incierto nacimiento, la llegada a lo que quedaba de mundo, ya bajo el ubicuo poder del Truchimán eximio, grande entre los grandes -¡ah, entidad excelsa bajo la que medramos los vivientes!-, tuvo lugar en fechas mucho más próximas: Entre este hecho y el hoy, apenas más real, siquiera se habrá colado un ápice de tiempo; poco, verdaderamente, que añadir a la historia, de la que de todos modos ya nadie habla, …o no hablaría, porque todos los días serían iguales a sí mismos, como a los anteriores y a los que vendrían después, si no se hubiera dado la inaudita Transgresión que hizo de mí aquél quien soy.

Luego -no me pidáis cuándo: uno es incapaz de recordar si al cabo de años o de eones- empezó toda la serie de pruebas: Mis labios están sellados, nada puedo deciros sobre el método de iniciación, salvo que más de una vez me tocó volver a nacer, previo morir. No se trata de una metáfora, no: en mi memoria se halla inscrito el consabido túnel, con el estallido de luz al final: imagen dúplice, según sabemos, que refleja el descenso del feto por el útero, y el ascenso del soma del cadáver, por el itinerario tan manido a que obliga el karma. Porque de éste, o más bien de su prevaricación cósmica por parte del Sin-Nombre, trataba la misión que la Inefable Corte me quiso encomendar. Policía de las trans-existencias, me tocaba trabajar con un método que cambiaba a todo instante, pluriforme, metamórfico, transvertible, confundido con las fuerzas de la muerte desintegradora y de la vida siempre renaciente: Difícil tarea, acompañar al embrión en sus etapas, siendo uno el nonato mismo, y tomando buena cuenta de los organizadores, no los biológicos (¿a quién interesa esta fría química de principios elementales, esta biofísica a la par exacta y absurda de la proteomorfización?) sino los trascendentes: ¿Cuándo el arché escoge de antemano, fijando en sí la impronta del destino, materializándose, por decirlo de algún modo, en tal o cual existencia individual?, ¿cómo la historia del filo resurge cual vector potente, previo al nacimiento de una criatura cualquiera? Miles fueron las vidas particulares que exploré desde dentro, otras tantas aquéllas a las que di forma como participante, copulando con entidades inverosímiles -en el mejor de los casos-, esporando o entregado a gemaciones y otros artificios evolutivos las más de las veces. Humildemente he de confesar que más de una vez me perdí. En ocasiones no tenía claro si era yo el padre biológico, o por el contrario me estaba dando el ser a mí mismo mediante extrañas partenogénesis. ¿Quién, más allá del insigne Truchimán, puede conocer ubicua y uniformemente todos los vericuetos de la esencia siempre mudable?...

Y de tan estocástico modo he ido discurriendo por los transmundos del tiempo infinito y del ser contingente, y el aludido trial-and-error me ha llevado por fin a juntarme esta mañana con la túrbida naturaleza que me estaba largamente destinada, dejándola (si el femenino no fuera aquí un sarcasmo) encinta, preñándola -a ella (ello) que es todo mal- con lo más nefasto de mi hybris, asistiendo ya impávido al desarrollo del fruto de sus entrañas nauseabundas, al acelerado surcar filo y ontogenético de nuestro vástago, ...¡a cuyo predatismo salvaje debo inmolarme nada más inminentemente nazca!, porque, ay, yo fui, ...no, nosotros, ...nos fuimos, somos, seremos -tal es el desesperado resultado de mi investigación sidero-mántrica- el solo autor de la Cósmica Transgresión que tanto ha dolido al inefable, siempre venerado, Truchimán, Supremo Benefactor y Señor de las Retentantes Esferas.

 

Valentín Bienvenido

 

Valentín Bienvenido

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PedroEscudero
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Estimado Valentín bienvenido,

Tal y como se especifica en el punto 6 de las bases debes de indicarnos en que categoría deseas participar. Por el momento asignamos tu relato a la categoría de TERROR. Si deseas hacer alguna modificación a este respecto  debes enviarme un mensaje privado el Martes como muy tarde, en caso contrario la asignación se considerará definitiva.

 

¡Suerte!

 

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Valentín Bienvenido
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No me fijé en este punto, y, aunque lo hubiera hecho, no sabría de todos modos determinarme acerca de si el engendro es de terror o de ciencia ficción. Por esto, valga su adscripción, y gracias por la molestia tomada.

Atentamente,

Valentín Bienvenido

Valentín Bienvenido

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