¿Cuánto durarán las películas en el cine?

Imagen de Jack Culebra

No voy por el lado agorero de preguntarse cuánto tiempo nos queda de cine tal y como lo entendemos hoy día, sino de plantear cuál será la duración de las películas del circuito "estándar" dentro de unos años.

El otro día hablaba con un amigo músico sobre la repercusión que el formato ha tenido en los compositores estos últimos tiempos. Me comentaba que primero las emisoras de radio -que buscaban canciones de unos dos minutos- y luego los soportes -discos de vinilo, más adelante cintas magnéticas y finalmente CDs- habían tenido un peso específico a la hora de encorsetar la música, pues los artistas, directamente, o por sugerencia de las discográficas, buscaban entrar en los parámetros adecuados para la correspondiente promoción.

 

La necesidad de tener un single que encajase con lo que las radios (y luego programas musicales) emitían como cortes y una duración total del disco adecuada para su comercialización ha marcado durante los últimos tiempos unas pautas que, consciente o inconscientemente, se han seguido en mayor o menor medida. No de un modo absoluto, claro, pues el ser humano tiene tendencia a salirse de los márgenes, pero sí significativo, al menos a primera vista. Con la llegada de los mp3 y de Internet, me decía este amigo, ha llegado también una auténtica revolución conceptual: las canciones ya no tienen estas limitaciones tácitas que vienen de épocas remotas, sino que fluyen con su propio carácter buscando las duraciones que la propia melodía -o el criterio del artista- pide. Las páginas que exponen las nuevas creaciones lo ponen de manifiesto. Ya, de hecho, ni siquiera hace falta esperar a tener material suficiente para lanzar un disco entero antes de que un grupo se dé a conocer.

 

¿Y qué pasa con el cine? Desde un punto de vista estricto, una evolución similar debería estar viviéndose en esta otra forma de expresión artística. Obras como los cortometrajes, que no encontraban su nicho en la franja comercial más que como "teloneros" de las obras "mayores" deberían poder ir haciéndose su sitio a través de los nuevos medios de difusión. ¿Y películas extremadamente largas, más allá de lo experimental? Indirectamente, también se van viendo. Quién no se ha tragado 24 horas en... eso, veinticuatro horas (bueno, algunas menos, que, como se emitían en televisión, el espacio publicitario iba incluido en la cuenta total).

 

No obstante, siguen existiendo más corsés en cine que en música, por lo que el paralelismo no se puede llevar muy lejos si lo estudiamos brevemente. Si un músico sólo tiene que preocuparse de los conciertos, y eso en el caso de que pretenda darlos, un cinesta todavía tiene que pasar por el aro de algunas cosas. Ver una película en un ordenador no es lo mismo que verla en la gran pantalla, así que ése sigue siendo un marco relativamente insoslayable, puesto que ofrece unas prestaciones adicionales que, a día de hoy, los espectadores siguen demandando. Y, desde luego, no habrá cines comerciales dispuestos a emitir películas maratonianas sin una buena justificación.

 

¿Cambiará la cosa cuando los dispositivos de visionado de nuestros hogares se vayan poniendo a la altura de las salas comerciales? ¿Llegará, efectivamente, dicha igualdad o es sólo una quimera? ¿Emprenderán caminos divergentes, como los que han tomado los largometrajes de las series televisivas o de los cortometrajes que se encuentran por Internet?

 

Personalmente, creo que nos va a tocar una época en la que veremos muchos cambios, y la duración de las películas no será algo que reste inamovible. De hecho, desde que el cine existe, los cineastas han querido experimentar con este parámetro -y en muchas ocasiones lo han hecho-. Ahora llega su oportunidad, y no sólo porque los medios para filmar vayan siendo más asequibles, efectos especiales incluidos. Finalmente, lo único que es incierto es hasta qué punto el circuito más general, el que llamamos comercial, digerirá estos cambios.

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