Recuperando viejos clásicos

Imagen de Anne Bonny

Glénat lanza Les incontournables de la littérature en BD

Y yo, es inevitable, aprovecho para regalarme con La isla del tesoro.

  

El tema de los fascículos coleccionables es un mundo aparte, una especie de piedra en la que tropezar una y otra vez mezclada con cantos de sirena, pero, de vez en cuando, trae sorpresas muy agradables. El poder hacerme con la adaptación a cómic de La isla del tesoro por un euro hace unas semanas fue una de de ellas.

En cierto modo, era un tiro seguro: tapa dura, edición de Glénat, una historia magnífica que nunca pena releer y que da mucho juego para las ilustraciones... Así que no me lo pensé dos veces y me lo pillé, y, entre sentimientos de nostalgia y previsiones de futuro, me ha dado por escribir este artículo.

Sobre el cómic en sí no voy a comentar gran cosa, más que nada porque no sé si llegará al otro lado de los Pirineos. Se trata de una buena adaptación, de tono comiquero clásico, muy de la escuela francobelga, expositivo y de aventuras. El guión de Christophe Lemoine cumple bien su cometido, aunque tampoco quedará grabado en la memoria, y el dibujo de Jean-Marie Woehrel, coloreado por Patrice Duplan, funciona muy bien con el tono de la historia y se muestra fiel a la ambientación histórica. Sin ser sobresaliente, es un cómic muy profesional y realizado con acierto.

El interés, a mi parecer, radica en el concepto en sí de adaptar clásicos de la literatura universal. En esta colección en concreto, que viene auspiciada por la Unesco, tienen previsto continuar por La vuelta al mundo en ochenta días, Robinson Crusoe, Notre-Dame de París, El libro de la jungla, El mundo perdido, Las mil y una noches, Viaje al centro de la tierra, La Odisea... No me voy a extender con la enumeración completa, pero ya con esto es posible hacerse una idea de los derroteros de la colección.

¿Qué tienen en común estos títulos? Aparte de ser clásicos consagrados, que bien merecen una lectura en su formato original, son obras en las que la aventura o el misterio tienen un peso importante, lo que es un buen reclamo para los lectores jóvenes, y sus tramas se desarrollan en escenarios históricos, bien porque fueron escritos hace unos siglos, bien porque originalmente era el objetivo. Y este punto es, a mi parecer, el que justifica la idea de adaptarlos a cómic.

El formato del arte secuencial permite acercar a los lectores multitud de detalles que a veces se omiten en la literatura, bien por no perderse en descripciones que no atañen a la trama, bien porque se dan por supuestos en la cultura del lector. Gracias a esta capacidad, los cómics de adaptaciones pueden ser un magnífico acicate para fomentar la lectura posterior de la obra completa y, al mismo tiempo, una suerte de brújula para ayudar al lector a entender cosas del escenario, a ubicarse dentro de un periodo histórico y una ambientación concreta.

Supongo que a todos os pasará parecido, pero yo recuerdo claramente las confusiones cronológicas, sobre todo en cuanto a tecnología, que tenía de pequeño. En concreto, me acuerdo de cómo creía que los piratas eran anteriores a los caballeros porque no tenían armadura (y quién en su sano juicio prescindiría de una si ya existían, pensaba yo). Con el tiempo, a medida que acumulamos conocimientos sobre determinados periodos y retenemos las impresiones visuales de los mismos, nos sumergimos de un modo quizás más completo en algunas obras literarias. Al menos, las entendemos con mayor conocimiento de causa.

De este modo, creo que estas colecciones pueden ser un buen punto de iniciación. A mí, por lo menos, me fueron de ayuda cuando era más pequeño, a pesar de la densidad con la que empaquetaban algunas historias. Porque, está claro, nadie nace sabiendo qué es un zar.

 

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