La República Española y los primeros meses de la Guerra Civil: la clave de una derrota

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Primera entrega de este artículo

La Guerra Civil Española ha sido uno de los hechos históricos que más bibliografía ha suscitado y que más controversias ha creado. Que la República acabó siendo derrotada en la guerra es un hecho, cuándo se selló su destino no lo es tanto. Por ello, en este artículo, proponemos una reflexión sobre las condiciones materiales y económicas, político-sociales e internacionales con que se encontró el Gobierno en los primeros meses de guerra tras el 18 de julio, y observaremos y analizaremos cómo éstas le afectaron y determinaron de forma vital en su devenir final.

 

Consideraciones previas

Preguntarse por cuál fue el momento clave en que la República perdió la guerra es una tarea compleja. El instante en que la balanza se inclinó hacia el bando insurgente no se puede determinar de manera científica, no hay datos –al menos por ahora- que puedan decirnos que en tal o cuál momento en la España republicana la población perdió la fe en la victoria, en que Negrín o Largo Caballero decidieron que ya estaba todo acabado. No hay un método estadístico por el cual se pueda establecer una relación que coteje el material bélico y que determine mediante métodos numéricos cuál era más efectivo en proporción a su cantidad y procedencia, no hay un método antropológico o sociológico que pueda valorar de forma exacta y matemática las fuerzas militares, como si de una partida de ajedrez se tratase. Digo más, lo militar, como intentaremos demostrar, no lo fue todo, pues la República, entre otras cosas, tuvo que reconstruir las instituciones estatales, con lo que ello supuso. Es por ello que no hay ningún procedimiento que pueda establecer objetiva y tajantemente en qué momento la guerra se decantó hacia uno u otro bando. Parece por tanto que nos estamos enfrentando a una “historia especulativa”, una “historia virtual” o una historia del “¿qué hubiese pasado si…”.1 Nada más lejos de la realidad. Como observó en su momento E. H. Carr, “la objetividad en la historia no puede ser una objetividad del dato, sino de la relación, de la relación entre dato e interpretación”.2 En cualquier hecho histórico que se precie intervienen numerosos factores, condicionantes –humanos, políticos, etc.- que pueden adecuarlo en mayor o menor medida. Ni podemos recurrir al concepto de verdad absoluta en la Guerra Civil española, ni podemos recurrir al concepto de verdad absoluta en la historia. Como bien dijo Carr: “el historiador no trabaja con absolutos de ninguna clase”.3 Y eso es lo que aquí nos proponemos. No vamos a hacer un artículo del “Por qué la República perdió la guerra en los seis primeros meses”, sino un artículo en que basándonos en datos fehacientes, establecidos por autores consagrados y, eventualmente, y como no puede ser de otra forma en un proyecto de tal calibre, en opiniones y consideraciones personales, estableceremos una argumentación razonada y lógica de por qué la República vio condicionado su razón de ser, su existencia futura y su devenir bélico en los primeros compases de la guerra por una serie de factores políticos, sociales, logísticos, materiales, económicos y bélicos. Cualquier otro historiador, alumno o individuo podrá opinar lo contrario. Podrá considerar que la República aún contaba con material bélico y personal suficiente en el verano de 1938, que las tropas nacionales estaban agotadas y que una victoria en el Ebro quizá hubiera abierto la veda diplomática internacional, o quizá otro individuo pueda reflexionar que después de la campaña del Norte, a finales de 1937, los republicanos estaban deshechos, los ánimos por los suelos y que el Día del Juicio y de la derrota inminente no tardaría en llegar. Y sus opiniones seguirán siendo igual de válidas que las mías, y viceversa. No existe realmente una verdad histórica, aunque sí su ámbito, en equilibro entre el hecho y la interpretación, entre el hecho y el valor. He aquí el resultado.

 

Tres contra uno

“La reacción de las grandes potencias determinó en gran medida tanto el curso como el resultado de la guerra civil”.4 Completamente de acuerdo con Preston. Incluso podría decirse que no sólo determinó, sino que “condenó” cualquier resultado positivo. De hecho, la mayoría de autores reconocidos coinciden en lo tocante a este punto sin ningún tipo de duda. Por ejemplo, Viñas opina que “el resultado de la guerra es impensable sin una estrecha vinculación con el contexto internacional en que ésta se desarrolló y la hizo posible. Sin las distorsiones introducidas desde fuera, el putsch militar del 17 de julio no hubiera podido prolongarse hacia una larga contienda”: las tropas rebeldes probablemente no hubieran estado en condiciones de sostener las operaciones durante mucho tiempo ante un Gobierno no sólo legítimo, sino también reconocido internacionalmente, que presumiblemente habría recibido apoyo bélico y diplomático.5 Opinión secundada por Tusell y Rybalkin. Jackson advertía ya en su obra que “ninguno de los dos bandos tenía el equipo y las armas necesarias para llevar a cabo ni siquiera una guerra civil breve”.6 Y Thomas calificaba la situación del 19 de julio como “equilibrada” para ambos bandos.7 Beevor, siguiendo a Thomas, es incluso más optimista y considera que ante la hipótesis de una guerra larga, “se diría que la República disponía de las mejores bazas: contaba con las regiones más desarrolladas y con las ciudades más pobladas; controlaba, así, las zonas industriales, buena parte de los recursos mineros, parte de los productos agrícolas y las reservas de oro del Banco de España”. Por otro lado, los nacionales se harían con las regiones más pobres y atrasadas de España, carecían de todo control sobre las zonas industriales o productoras de materias primas y sólo contaban con las tierras de cereal de Castilla y León y las minas de Río Tinto y de Marruecos. Les faltaban, además, recursos financieros.8 Por su parte, Graham plantea un fracaso en la intentona rebelde y una fragmentación en la España republicana, pero remarcando la situación de relativo equilibrio.9 Berdah juzga que “el flujo regular de hombres y material alemanes hacia España muy pronto tuvo una inmediata incidencia en el desarrollo de los combates”10 Ni que decir tiene que los propios contemporáneos de la época eran bien conscientes de ello: “Es difícil esperar”, informaba el 25 de julio a Berlín el representante alemán en Madrid, “que en vista de la situación militar la rebelión pueda triunfar”,11 una vez los planes de los conspiradores y su situación se volvió crítica. En resumen: de no haber sido por la intervención italo-germana, que se inició a finales de julio de 1936, probablemente el gobierno republicano habría logrado aplastar el alzamiento.

Suele decirse que, a lo largo de la guerra, los insurgentes contaron a su favor con más y mejores hombres, así como un mayor número de oficiales y suboficiales (no generales), lo cual repercutía en una mayor organización y, por decirlo de algún modo, en una mayor “calidad” de combate: no nos podemos engañar: los 40.000 hombres del ejército de África eran una baza importante para los rebeldes, más si cabe si tenemos en cuenta que contaban con gran experiencia. Pero poco importaba este número si consideramos que la práctica totalidad de la marina se encontraba en manos gubernamentales: un acorazado, tres cruceros, veinte destructores y doce submarinos. Con el completo control del Estrecho de Gibraltar en manos republicanas, Franco nunca habría podido pasar con sus tropas a la Península.

La confianza en un rápido triunfo se había desvanecido pronto en los insurrectos una vez fueron derrotados en las grandes ciudades. Por tanto, se planteaba un conflicto, como mínimo, a medio plazo. La situación militar de ambos bandos (mejor dicho, en la España de la época) era, cuando menos, lamentable.12 Si los rebeldes contaban con más y mejores tropas o no, iba a dar exactamente igual porque sin apoyo logístico, artillería, aviación, armas, municiones… las operaciones se habrían consumido en cuestión de meses.13 Por todo esto, la necesidad de material de guerra se hacía indispensable para vencer al enemigo. Las diferencias eran sustanciales: el Gobierno de la República no logró más que algunos aviones franceses y una entrega mexicana más bien simbólica. En cambio Franco contó, desde los primeros días, con varias decenas de bombarderos y cazas, un puñado de tanquetas, cañones ligeros y ametralladoras procedentes de Italia.14 Poco después, con suministros de petróleo norteamericano15 y el armamento y material alemán; la cobertura de la frontera portuguesa para el paso de armas, voluntarios, suministros y el apoyo, para vigilancia, de los submarinos italianos, que incluso llegarían a torpedear barcos republicanos. La importancia de los primeros envíos de las potencias fascistas fue de gran incidencia en la consolidación del conflicto como guerra civil. Además, permitió a los insurgentes intensificar el ritmo de traslado a la Península de las tropas africanas, su mejor baza; y reforzó la posición de poder de Franco.

Fue gracias a la pronta intervención, exigua pero crucial, de Italia y Alemania lo que extendió el levantamiento a algo más que un simple golpe de Estado, impidiendo que el Gobierno pudiese reducir por sus propios medios, que, aunque limitados, hubieran sido suficientes para acabar con un levantamiento tan débil.

 

  1. Santos Juliá, en este sentido, especula sobre el origen de la guerra civil recurriendo a este tipo de historia. el párrafo es largo pero merece la pena. “Es precio recordar que la guerra civil pudo no haber ocurrido si en dos ocasiones decisivas de la historia política española del siglo XX unos sujetos, perfectamente identificables, hubieran tomado las decisiones a las que estaban obligados por juramento personal y corporativo […]. Dicho de otra forma, ni era necesario que la Monarquía constitucional diera paso en 1923 a una dictadura militar,, ni fue inevitable que un golpe militar desencadenara en 1936 una guerra civil. En la primera ocasión, nada impedía que la monarquía liberal evolucionara, a la manera británica, hacia una monarquía democrática, con la paulatina incorporación del partido socialista a las instituciones parlamentarias; en la segunda, no era en absoluto imposible que la República española siguiera el rumbo de la francesa, con la formación a finales de 1936 de un gobierno republicano-socialista sostenido en el Parlamento por el partido comunista; “España sin guerra civil. ¿Qué hubiera pasado sin la rebelión militar de julio de 1936?”, en N. Fergusson (Ed.), Historia virtual. ¿Qué hubiera pasado si…, pág. 16.

  2. E. H. Carr, ¿Qué es la historia? Conferencias “George Macaulay Trevelyan” dictadas en la Universidad de Cambridge en enero-marzo de 1961, pág. 162.

  3. Ibídem

  4. P. Preston, La guerra civil española, pág. 146.

  5. A. viñas, “Los condicionantes internacionales” en AA. VV., La guerra civil española 50 años después, pág. 125.

  6. G. Jackson, La República española y la guerra civil, pág. 265.

  7. Ciertamente, en el pequeño estudio realizado por Thomas acerca del equilibrio de fuerzas en cada bando en julio de 1936 deja entrever una situación más favorable para la República, tanto en lo militar, en lo poblacional, económico, alimenticio, productivo e industrial.

  8. A. Beevor, La Guerra civil española, pág. 115.

  9. H. Graham, The Spanish republic at war, 1936 – 1939, pág. 95

  10. J. F. Berdah, La democracia asesinada: la República española y las grandes potencias, 1931 – 1939, pág. 236.

  11. Citado en Y. Rybalkin, Stalin y España… pág. 34.

  12. Por dar algunos datos, en cifras de Thomas, en 1936 no había en España más que veinte tanques, 12 de los cuales estaban en manos de la República; unos 400 aviones, de los cuales la cuarta parte eran civiles, del servicio del Correos o de particulares; otra cuarta parte eran aviones de la marina (especialmente hidroaviones): el resto, unos 200, serían militares, pero de ellos, al menos una tercera parte estaban en mal estado o eran inservibles. En cualquier caso, la República contaba con unos 200 aparatos mientras que los rebeldes debieron disponer de casi un centenar. Todos ellos mezclaban aparatos modernos (los que menos) con antiguos, algún bombardero, un puñado de cazas, aviones deportivos (probablemente los más útiles), aviones de correo, ligeros, etc. Aunque los más comunes debieron ser los Breguet XIX, repartidos equitativamente entre los dos bandos. Bombas y municiones brillaban por su ausencia.

  13. Parece absurdo plantear una enfrentamiento armado entre dos ejércitos que no contaban sin ningún tipo de apoyo estructural, pero nada más lejos de la realidad era lo que se presentaba ante la España de 1936.

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Foramen Magnum
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Buen trabajo, además, como hay que hacer estas cosas... con referencias.

¡Derrota tras derrota hasta la victoria final!

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 A ver... voy a hacer crítica.

Después de la introducción y las consideraciones previas, que siempre tienen un carácter muy personal y no me voy a meter en ellas, veo una gran diferencia dentro del trabajo entre el primer párrafo y los siguientes. En estos no voy a decir nada, me gusta la argumentación y está bien llevada, pero en aquel sí que creo que las citas se comen cualquier intento de argumentar. Está bien hacer referencia a autores de renombre para reforzar opiniones personales, pero no me gusta abusar de las citas literales. Las referencias también son necesarias (sin ellas no tendría sentido un trabajo histórico), pero 11 referencias en un párrafo, por mucho que quieras demostrar que has leído mucho sobre el tema y lo controlas, me parecen excesivas. Además ocurre lo mismo que con las citas, parece que estructuras el trabajo en función de las citas más guays que encontraste, y da más la impresión de una colección de referencias que de una argumentación.

Que quizás lo hiciste de forma intencionada, metiendo citas a saco al principio y luego ya argumentando, si es así ok, pero si sueles hacer eso en tus trabajos yo reduciría las citas. 

PD: podría haber puesto "me gusta, enhorabuena ", pero creo que esto te es más útil. 

PD: pese a lo anterior, sí que se ve que leíste y controlas del tema, así que en ese sentido cumple sobradamente.

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Karl Fractal
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Sísí, soy consciente de ello y completamente de acuerdo. Esto tiene ya su tiempo, y una vez lo acabé me di cuenta de eso mismo. A día de hoy intento no abusar tanto de ello y más o menos lo consigo, pero en temas en los que no me siento seguro (como este), porque no son mi especialidad, me hace sentirme más "cómodo" xd

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