DMZ: Castigo Colectivo

Imagen de Kaplan

Reseña de la colección de Brian Wood y Ricardo Burchielli

 

Parece que con el número 50 de DMZ, incluido aquí, Brian Wood se quedó con ganas de seguir profundizando en las pequeñas historias que ocurrían en esa Nueva York que se niega a sucumbir en mitad de una guerra civil de desgaste. Castigo Colectivo reúne cinco historias en otros tantos números, centradas todas ellas en personajes secundarios de la trama menos una, la última, dedicada a Matty Roth.

Si hay algo que debe destacarse en esta serie es la capacidad que han demostrado sus autores a la hora de dotarla de coherencia interna, de personalidad propia. No sólo se ha creado un protagonista más o menos carismático, sino que lo fundamental ha sido el relacionarle con otros personajes que le han hecho reaccionar y evolucionar. En estas historias comprobamos que el proceso no ha sido unilateral, sino que también estos secundarios han seguido existiendo ajenos a Matty, que han vivido su propia DMZ.

El problema radica en que es difícil escapar a la idea de que Wood está practicando el barbecho con esta colección. Ni el volumen anterior ni éste aportan demasiado a una colección que, hasta el momento, había mantenido un excelente ritmo. De repente, tras los pasos bien decididos a los que nos tenía acostumbrados Wood y que culminaron en la trama de Parco Delgado, da la impresión de que el guionista se está tomando un respiro a la espera de dar con la forma idónea de cerrar esta colección.

Como hemos dicho, las historias de este tomo son autoconclusivas, pero resulta difícil justificarlas en conjunto, sobre todo su publicación consecutiva. Recientemente comentamos en esta página cómo el último tomo de Scalped incluía una historia sin relación alguna con el resto de la colección -Escuchar cómo gira la Tierra- que justificaba por sí sola la compra de ese tomo. Pues bien, esto no ocurre en ninguna historia de Castigo Colectivo. Quizás Amina, la madre y Una década en la pared sean los capítulos más que recomendables, pero no tanto por la labor de Wood (muy anclada en lugares comunes que ya ha tratado por activa y por pasiva en DMZ) como por el extraordinario trabajo realizado por, respectivamente, Cliff Chiang y Daniel Zezelj, unos dibujantes bien distintos entre sí, pero que siempre buscan hacer algo más a a hora de plasmar un guión en la página en blanco. Es tremenda la facilidad que tiene Brian Wood para rodearse de estupendos artistas y para saber elegir cuál es el más idóneo para según qué historia.

No hay que llevarse a engaño. DMZ es una buena colección de Vertigo y Castigo Colectivo es un tomo por encima de la media en términos de calidad en relación con el resto de títulos mensuales. Pero precisamente por el buen trabajo realizado desde el principio en ella y porque Wood nos ha demostrado que sabe hacer bien las cosas, es de recibo exigirle más, que no se pierda en disertaciones sin un fin muy claro y se centre en mantener el empaque que había sido característico hasta ahora en este retrato de una sociedad y una ciudad desoladas.

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