Marvel Gold: La Imposible Patrulla-X 2

Imagen de Kaplan

Reseña del imprescindible tomo editado por Panini

 

Estad muy atentos a lo que os vamos a decir. Hubo un tiempo en que, en menos de dos años, la nueva Patrulla-X (la de Banshee, Coloso, Lobezno, Tormenta y Rondador Nocturno) se enfrentó a Proteo, conoció a la Reina Blanca y luchó contra el resto del Club Fuego Infernal, descubrió a Kitty Pryde y Dazzler, vivió sus Días del Futuro Pasado y perdió a Jean Grey tras ser poseída por la entidad alienígena Fénix. Vale, ahora volved a leerlo. En estos tiempos de gigantescos crossovers entre docenas de colecciones y megaeventos anuales solo separados entre sí por historias de relleno que hacen menos molesta la espera, parece casi imposible concebir hoy un título que mantenga semejante nivel y contención. Quizás el Batman de Morrison. O el Planetary de Ellis. Puede que Los 4 Fantásticos de Hickman. Solo el tiempo lo dirá.

Asimismo, resulta curioso pensar que, treinta años después de aquello (repetid con nosotros: “treinta”), el universo mutante sigue dándole vueltas a estas historias. Veamos:

- Brubaker, retconeo mediante, nos narró en Deadly Genesis la existencia de un grupo anterior a este y de un hermano Summers perdido.

- La Era de Apocalipsis no deja de ser una oscura historia alternativa que remite a Días del Futuro Pasado.

- Kitty Pryde ha vuelto hace poco de un sacrificio pseudomortal con no pocas concomitancias con el de Jean Grey en la saga de Fénix Oscura.

- Grant Morrison, responsable de la etapa más memorable de las historias mutantes desde la marcha de Claremont y Byrne, no pudo (o no quiso) evitar que -oh, casualidad- la Reina Blanca se convirtiera en su Kitty Pryde particular (o sea, el nuevo integrante pleno de carisma) ni que Jean Grey se inmolara otra vez como fin de fiesta.

- Tras esta segunda muerte de Jean Grey, Marvel se ha sacado de la manga a Hope Summers, quien, mire usted por dónde, ha empezado a manifestar poderes propios de cierta fuerza alienígena con forma de ave de fuego.

- El Club Fuego Infernal ha seguido erre que erre en multitud de series mutantes sin perder un ápice de su savoir-faire.

Esto dice tanto de los cómics posteriores a esta etapa (algunos de ellos fantásticos, no nos entendáis mal) como de la propia etapa. Claremont y Byrne supieron desligarse de los orígenes marcados por Lee y Kirby heredando su propio espíritu revolucionario. Se quedaron con la esencia -los mutantes como héroes marginados- y rehicieron el título con montañas de imaginación y ni rastro de mojigatería y ampulosidad. Como el Morrison de New X-Men. Como el Milligan de los X-tatix. Como, en fin, Lee y Kirby en Los 4 Fantásticos.

De todo ello emana la hoy sorprendente -y fresca, y añorada- naturalidad con la que despachan, por ejemplo, la saga de Fénix Oscura. Pim, pam, pum y a pensar en otra vuelta de tuerca más loca si cabe. Cómics, ni más ni menos.

En definitiva, decir que este tomo (editado con el mimo y la abundancia habitual de extras de la colección Marvel Gold de Panini) es imprescindible parece una perogrullada que da vergüenza incluso evidenciar. Digamos que es un pilar clave de la cultura popular -y no popular- de los últimos treinta años. Seguro que es una valoración mucho más ponderada.

 

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