El Gran Muerto

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Loisel, Djian y Mallié publicado por Planeta DeAgostini

 

Con un título y una portada así, lo cierto es que esperaba encontrarme frente a una historia de terror o, como poco, fantasía oscura. Y me equivocaba. El Gran Muerto, aunque tiene pinceladas marcadas de oscuridad que seguramente se acentuarán en próximas entregas, es una historia de fantasía que hunde sus raíces en los cuentos de hadas clásicos y los reinventa con una perspectiva contemporánea.

La acción se sitúa inicialmente en Bretaña, el enclave de Francia donde la tradición celta se mantiene más viva y el lugar ideal para historias misteriosas como estas. Ahí, en un pequeño pueblo aislado entre bosques, entraremos en contacto, a través de los protagonistas, con el llamado Pequeño Pueblo, que es la denominación que se da en la tradición folclórica de la Gran Bretaña a elfos, hadas y otras criaturas feéricas.

La narración, de este modo, nos acerca las clásicas intersecciones entre ambos mundos, con cierto regusto de changelings, y juega una poderosa baza de fascinación, que es, sin duda, uno de los motores clave del género fantástico. Los lápices de Mallié y el coloreado de Lapierre recrean para nosotros todo un mundo de fantasía que nos remitirá a otras obras del género (como, por ejemplo, el universo de Lanfeust de Troy).

Pero Loisel y JB Djian no tienen ninguna intención de quedarse en un simple cómic estético, por mucho que este apartado esté cuidado, y después de cimentar la historia con unos personajes bien carismáticos, cuyos diálogos brillan con particular fuerza, van retorciendo la trama para darle una dimensión mayor que, además, conecta con nuestra propia realidad.

Todavía es demasiado pronto con este primer volumen, que se disfruta por sí solo pero que contiene “solo” tres números de la colección original, para saber qué derroteros va a tomar la historia, pero las referencias a la gripe aviar, la sobre-explotación del planeta o la precariedad del mundo del trabajo son más que suficientes para percibir el espíritu crítico y combativo del cómic. Un espíritu que no tiene nada de moralista y sí mucho de humano, gracias, precisamente, a la habilidad con la que están plasmados los personajes.

El resultado es un cómic que engancha sin remedio, con unos escenarios muy sugerentes (y que después de haber vivido en París he disfrutado particularmente) y unos personajes muy bien trazados, que, además, tiene calado. Una lectura muy recomendable que viene en una edición muy cuidada por parte de Planeta DeAgostini. No es lo que me esperaba cuando empecé su lectura, pero no me ha defraudado en absoluto; bien al contrario, ha sido una muy grata sorpresa.

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