Batman All-Star

Imagen de Kaplan

Reseña de la obra de Frank Miller y Jim Lee publicada por ECC

 

Grant Morrison siempre ha sido un punki, no hay más que verlo y leerle. Pero, amigo, cuando se trata de analizar el papel del superhéroe, Grant se pone muy serio y es capaz de trazar un nada descabellado mapa desde los más ancestrales panteísmos hasta los tebeos de Siegel o Lee. Por ello, cuando le ofrecieron la oportunidad de escribir la serie de Superman que quisiera, lo hizo con un amor sincero, dando lo mejor de sí y creando, junto a Frank Quitely, esa joya indiscutible que es Superman All-Star.

Hete aquí que en DC también querían un Batman (y Robin) All-Star. Y que decidieron que la mejor opción era la de Frank Miller, dado que ya había hecho años atrás sus particulares Batman All-Star: Año Uno y El Regreso del Señor de la Noche. Y también DK2 hace mucho menos tiempo. Miller respondió al fuego con fuego. Optó por seguirles la corriente y crear una historia ambientada en un universo en el que sus otras obras del hombre murciélago estuviesen integradas y que se centraría en el origen de Robin. Además, Miller solo sería el guionista de este Batman All-Star, recayendo la labor gráfica ni más ni menos que en Jim Lee, toda una leyenda noventera y exponente máximo de toda la corriente grim and gritty surgida al calor de El Regreso del Señor de la Noche (y Watchmen) y que tanto había criticado el mismísimo Frank Miller. Un sinsentido, vamos.

Dicho lo cual, ¿qué es Batman All-Star? Es lo que se consigue cuando se le hace una propuesta un tanto mema a un autor tan explosivo como Miller. Los más seriotes, los que todas las semanas pasan un paño al volumen Absolute sin desprecintar de Año Uno, dirán que una infamia. Los aficionados despistados que se acercan a él por el cuajo que aporta un volumen en edición rústica dirán que es un tebeo del montón. Los dos o tres que nos divertimos con el desconcertante sentido del humor de Miller diremos que se trata de una fantástica macarrada.

El autor de Born Again no se corta un pelo y da a Lee lo que mejor sabe hacer: splash-pages con macizas clavando su tacón en la crisma de un malo genérico mientras ponen morritos. A cambio, Lee adapta su estilo lo más posible al de Miller, dibujando ese Batman-apisonadora que todos reconocemos. Eso en lo gráfico. En lo argumental, Miller narra una vez más el encuentro de Batman y Robin, pero lo hace de una forma loquísima, con un Bruce Wayne que parece sacado de Crank, que se carcajea mientras rompe mandíbulas de desalmados y mantiene relaciones íntimas con la primera enmascarada que pasa por allí. Es la versión joven de El Regreso del Señor de la Noche, es decir, el Batman trastornado con una misión vital que cumplir. Robin, en cambio, es un crío que se dedica a sacar de quicio e impresionar a su mentor a partes iguales; pero claro, en un ambiente tan desquiciado, es normal que también él se pase de frenada y le rompa la tráquea a algún que otro superhéroe. Tal cual.

Se dice que en la actualidad todo se perdona en nombre de la autoconsciencia. No será aquí. Para que se dé este hecho tan postmoderno creemos que han de confluir factores como la banalización dadá de lo solemne, no tener escrúpulos a la hora de inmolarse ante el público, tener bagaje suficiente para manejar con tino lo referencial y unas gotitas de cinismo. Por eso puede sostenerse que los sketches de Will Ferrell son autoconscientes, pero los de Pablo Motos no. Por eso podemos decir que Frank Miller, un verdadero genio que renovó el cómic de superhéroes de una forma más radical incluso que el propio Alan Moore, hizo de este Batman All-Star una gran broma de toda su obra anterior. Batman es un tío duro como el acero, pero Robin no hace más que decirle que tanta virilidad manifiesta resulta un poco gay. Alfred es un metrosexual. Canario Negro es la sublimación de las prostitutas asesinas de Sin City y fuma puritos. Green Lantern es un tontín al que se le puede vencer pintando la habitación en la que está de amarillo. Todo en Batman All-Star es exceso, horterada, sorna a costa de Frank Miller, quien, aceptando que ya coronó hace tiempo sus cimas autorales, hace lo que le da la gana. Que Miller es otro punki, o sea.

No queramos ver en esta obra -por lo demás, inacabada- el nuevo Regreso del Señor de la Noche (que, además, ya se hizo): esto es otra cosa, una divertidísima coda hecha por alguien que adora al personaje y que, por tanto, no podría existir sin las obras que referencia. Un cómic en busca de su lector: eso es Batman All-Star.

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