Criminal: El último de los inocentes

Imagen de Kaplan

Reseña de la obra de Ed Brubaker y Sean Phillips publicada por Panini

 

Comentábamos en una de las últimas reseñas de cómics Marvel la progresiva pérdida de interés de Ed Brubaker por los cómics de superhéroes, un hecho provocado por la enfermedad terminal de su padre. No hay más que leer los últimos episodios del Capitán América, rutinarios y llenos de automatismos apenas disimulados, para percatarse de que la mente de Brubaker estaba en otros asuntos alejados de acrobacias y amenazas coloridas.

Si en la colección de Steve Rogers Brubaker estaba ausente, en la más reciente miniserie de Criminal se muestra muy presente. Desde el mismísimo desencadenante de la acción, todo nos lleva a pensar en el sufrimiento del guionista: Riley acude a su pueblo para ver por última vez a su padre, al que le quedan pocos días de vida. Se abre así el arco argumental más chocante de esta notable colección. Hasta ahora, todos los protagonistas habían sido tipos metidos en situaciones turbias, pero con un fondo noble o enamorado, que otorgaba a todas estas historias ese inconfundible aire a noir clásico. En El último de los inocentes, el protagonista es engañado por su mujer, chuleado por su suegro y, como hemos dicho, asiste a los últimos momentos de su padre. Todo un pobre hombre, vaya.

 

Sin embargo, todo cambia cuando empezamos a ver que, por una vez, Brubaker no está mirando a Chandler, sino a Thompson. Y, de repente, Riley, ese cordero degollado dirigido por un guionista lleno de rabia y harto de no encontrar respuesta a sus súplicas, levanta la cabeza y traza un plan de venganza contra el mundo. Cuidado, Riley no es un malvado unidimensional, sino que es alguien que ha decidido escapar de la espiral que amenaza con acabar con él, alguien que se equivocó en la adolescencia (retratada aquí por Phillips como si se tratara de un cómic de Archie, un recurso ya utilizado por Brubaker en Deadenders) y que está dispuesto a enmendar todas esas equivocaciones cueste lo que cueste. Todas las traiciones que el protagonista va cometiendo y el éxito que obtiene con todas ellas tiñen al relato de una extraña amargura. Él es el héroe del relato y así se nos vende al comienzo, pero en el desarrollo Brubaker hace de trilero y nos da algo que no esperamos.

El juego de los inocentes, último volumen de Criminal hasta que sus autores terminen Fatale, su nueva serie para Image, es quizás la más compleja y desconcertante historia de esta colección a pesar de su brevedad. Un exorcismo practicado desde las tripas por Brubaker en su momento anímico más bajo. Para leer una y otra vez.

 

 OcioZero · Condiciones de uso