Murena: Ciclo II

Imagen de Anne Bonny

Reseña de la obra de Dufaux y Delaby publicada por Planeta DeAgostini

 

En el primer ciclo de Murena tuvimos la oportunidad de apreciar la fuerza y el carácter de este proyecto de Jean Dufaux y Philippe Delaby —al rescate del cual se ha incorporado Jérémy Petiqueaux, quien se encarga del coloreado—. Sus claves, una buena documentación a moldear según los intereses narrativos, un ritmo de folletín —no en vano, los propios autores toman a Dumas como referente— y una historia que sigue fascinando al mundo a pesar de haber transcurrido casi dos mil años desde su desarrollo.

En este segundo ciclo, Murena llega a su momento clave: el incendio de Roma. Lo hace sin exabruptos, mostrando que el trabajo se ha ido realizando con pulso firme, rehuyendo las improvisaciones, y pisando con cuidado. Los personajes que conocimos en el primer arco argumental y el complejo mosaico de conspiraciones, rencores, venganzas, pasiones, celos y conjuras palatinas extendido entre estos conducen el propio desarrollo de la trama con el carácter implacable del destino. Ha llegado el momento de descubrir al Nerón terrible que pasaría a la historia y de ver qué papel han querido adjudicarle Dufaux y Delaby en el famoso incendio que casi redujo Roma entera a escombros.

El carácter folletinesco de este arco argumental viene realzado por los escenarios. Algunos personajes secundarios, como el sicario gladiador, ganan en protagonismo y conducen la trama a nudos llenos de acción, desde peleas callejeras a revueltas comandadas por druidas en la Galia ocupada. Los autores han sabido sacarle partido al aspecto monumental y épico de la Roma imperial y no nos privan ni siquiera de una buena carrera de cuádrigas. Todos los elementos que el lector desea encontrar en una obra con esta ambientación están ahí, tratados con particular acierto.

Mención especial merece el propio incendio de Roma, pasaje que debía culminar, por fuerza, este arco argumental y al que se le cede nada menos que un álbum completo. La fuerza dramática del episodio se ve realzada por un desdoblamiento del reparto de personajes: Dufaux no tiene problemas en presentarnos pequeñas historias fragmentarias para dotar de mayor humanidad a la tragedia que supuso este incendio.

Muy en sintonía con esta sensibilidad, el tono narrativo es más lírico, menos expositivo, lo que dota de una fuerza superior a los pasajes y nos acerca el conflicto interno de los personajes. Esto es de particular importancia si se tiene en cuenta que han prescindido de cualquier anacronismo a la hora de retratar a estos últimos. Prácticas que ahora consideraríamos aberrantes no eran extraordinarias en la Roma de la época.

Así, este segundo ciclo de Murena se revela como una cuidada narración que aúna una estética y un fondo documentalista con un estilo narrativo propio de la novela de aventuras y salpicado de intrigas y tensión que permite sumirse en la Roma de Nerón tanto desde lo anecdótico y cotidiano como a partir de una panorámica más amplia, pero sin perder de vista el factor humano indispensable en toda tragedia.

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