Templo inca

Imagen de Destripacuentos

Análisis del juego de mesa de Irene Huber editado por Haba

Los de memoria son de los primeros juegos de mesa que abordan los niños. Sus ventajas son múltiples: diseños sencillos y coloridos, reglas intuitivas, formatos versátiles, no requieren saber leer... Además, fomentan el uso de la memoria, algunos rudimentos de la estrategia y la lógica y resultan satisfactorios, como los puzles. Eso sí, terminan por ser algo limitados.

La propuesta de Irene Huber que ha publicado Haba solventa esta limitación de un modo tan sencillo que parece una extensión natural del juego: añadiendo un par de dados y, con ellos, el factor azar.

En Templo inca —tengo la versión francesa, pero cabe imaginar que la española se llamará así— se trata de ir encontrando qué moneda incluye el par de símbolos que hemos sacado en los dados.

En efecto, por un lado, tenemos 21 monedas, todas ellas distintas, que incluyen un dibujo en cada una de sus caras. Por otro, dos dados con los seis símbolos, con los cuales podemos obtener todas las combinaciones.

Obviamente, uno de los dos resultados obtenido con los dados lo podemos ver —porque podemos ver todos los anversos de las monedas—. Ahora la historia es acordarse, o deducir, cuál de las seis monedas posibles es la buena, la que tiene por el otro lado el segundo símbolo. Si se acierta, se coge la moneda. Si se falla, se deja vuelta por la nueva cara, lo que aumenta la confusión y obliga a acordarse de más cosas.

Además, puede darse el caso de que la moneda buscada ya esté en posesión de otro jugador —un parámetro adicional a tener en cuenta—. En este caso, si nos damos cuenta, podemos robársela... o intentarlo. Al final, el ganador es el que consigue acumular cuatro monedas de tesoro.

Templo inca es un juego rápido. Pensado para entre dos y seis jugadores, las partidas duran unos diez minutos, a veces menos si acompaña la suerte. Es una vuelta de tuerca a los juegos de memoria tradicionales que resulta muy divertida y que tiene un punto competitivo que lo hace más emocionante. El diseño que presenta Haba es muy compacto y funcional, por lo que se puede llevar a cualquier lado: las monedas son de cartón grueso y los dados grandes y de madera para poder pegar con facilidad los adhesivos con los símbolos. Además, su precio es muy asequible —el mío me costó 4,95 euros— y como regalo resulta muy agradecido.

Una única posible pega es el diseño de los símbolos: la gama de colores y el toque arqueológico hacen que no sean tan evidentes como un código más simplón y de colores más crudos, tipo cuadrado rojo, círculo azul, etc. Tampoco es un defecto por sí mismo, ya que aumenta la dificultad a la hora de identificar elementos, pero es algo a tener en cuenta, sobre todo si tenemos problemas de vista.

En definitiva, un buen juego para los pequeños de la casa, sobre todo si les gusta embarcar a los mayores con ellos y estos no quieren terminar aburriéndose.

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