Así calló Zaratustra

Imagen de Anne Bonny

Reseña de la novela gráfica de Nicolas Wild publicada por Dibbuks

Aunque por su argumento bien se hubiera podido pensar que se trataría de una novela de investigación, quizás algo policíaca, Así calló Zaratustra tiene más de libro de viajes y de comedia de situación; y, en cualquier caso, no es por completo ninguna de estas tres cosas, aunque guarde elementos y los mezcle con muchas más cosas.

La historia que nos presenta Nicolas Wild gira en torno —aunque sea de un modo indirecto— al juicio por asesinato de un artista iraní, exiliado en Suiza, quien es acusado de haber matado a su mecenas, Cyrus Yazdani. A pesar de que a lo largo de Así calló Zaratustra vamos a descubrir a los amigos y la familia más cercana del difunto —vamos, incluso, a asistir a su cumpleaños siguiendo una costumbre zoroástrica—, no hay melancolía en la narración. Bien al contrario, es una historia llena de esa energía algo quijotesca de los intelectuales que se ven confrontados a un mundo mezquino y bovino.

La trama de esta novela gráfica es tan improbable que, a todas luces, tiene mucho de verdad. El modo en el que el protagonista —a quien identificamos sin remedio con el autor— se ve mezclado en un viaje a Irán por mero afán de salpimentar su existencia es tan casual como inconsciente, y encaja con ese espíritu inquieto y catalizador que se adivina al difunto Yazdani. Este, miembro de la religión zoroástrica, había pasado su vida entre artistas, intelectuales y visionarios consciente de que el tiempo de zoroastrismo ha seguramente pasado pero sin resignarse a que el ciclo termine sin más. Durante el transcurso de la historia, aun muerto, sigue siendo todo un referente, lleno de vitalidad, para quienes no aceptan sin más lo que les ha tocado vivir.

Así, ir descubriendo su vida y su obra de la mano de Nicolas Wild resulta fascinante. Visitamos el Irán integrista, el París de los exiliados, la Suiza de los náufragos, la américa de los idealistas... y en cada rincón del camino las sorpresas son mayores, las situaciones impactantes, algunas hasta el surrealismo.

Así calló Zaratustra no es una obra que busque transmitir una conclusión concreta, sino la mirada algo sorprendida de alguien confrontado a algo difícil de entender. Es encomiable el equilibrio que ha encontrado el autor entre el humor y la seriedad, entre el dinamismo del turista y la mirada aguda del investigador. Sin tomarse nunca muy en serio, aborda temas que sí lo son sin banalizarlos. El dibujo, que tiene ese toque algo informal, resume bien la dualidad: Nicolas Wild es capaz de conciliar todos los registros para captar con el tono justo un drama muy humano, desde lo que encoge el alma con su belleza a lo que mueve a risa a pesar del olor a muerte.

Y ahí reside la magia de Así calló Zaratustra. Al sumergirnos en sus páginas, vamos descubriendo cosas de gran importancia sobre nuestro mundo y sobre el ser humano, pero de un modo ligero y ocioso, casi inconsciente. Una de esas lecturas que, sin exigir ningún esfuerzo, nutren al lector.

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