Por qué he matado a Pierre

Imagen de Anne Bonny

Reseña de esta obra maestra de Alfred y Olivier Ka

Orson Wells decía que no entendía cómo su máquina de escribir no aplaudía cuando terminaba un guión. Hay cómics que incitan al aplauso y cuyo único punto de desilusión es precisamente ése: que al terminar de leerlos no tiene sentido ponerse a aplaudir porque nadie va a escucharte, básicamente lo contrario que hubiera ocurrido con la máquina de escribir de Wells. Con “Por qué he matado a Pierre” –“Pourquoi j’ai tué Pierre” en el original francés- ocurre esto.

 

Este cómic es, sencillamente, una obra maestra, de ponerse de pie y quitarse el sombrero. Sin fisuras, sin trampa ni cartón. Es la muestra de lo que puede hacer un artista cuando saca todo lo que lleva dentro y lo exorciza. Es el resultado de una catarsis creativa. Es una pequeña obra de arte.

 

Seguramente el punto que más dudas causará al lector es su naturaleza autobiográfica. Cuando se aborda un tema tan peliagudo, tan resbaladizo y con una respuesta popular tan encendida como es el de los abusos sobre menores, es fácil caer en el discurso demagógico, en el mal gusto, en la crudeza excesiva, en el victimismo, en la demonización y en otros muchos reflejos exacerbados de una misma cosa: la conmoción profunda que siente el ser humano ante una situación semejante.

 

La infancia es la época en la que vamos modelándonos, poco a poco o de golpe. Es el periodo de la vida donde la fe no es algo abstracto, sino cotidiano, donde creemos en los adultos, en los seres que, instintivamente, consideramos nuestros protectores. Es por ello que es un tema tan difícil, porque, en el fondo, todos hemos sido niños y conservamos parte de sus temores en nuestro interior.

 

Por eso es especialmente encomiable el tratamiento dado por el autor a “Por qué he matado a Pierre”. Olivier Ka no cae en discursos moralistas, en peroratas, en teorías… Simplemente expone sus recuerdos, nos hace partícipes de ese viaje interior a su infancia, y lo hace con tal acierto que es imposible no sentirse ahí, implicado por la historia. Sin embargo, no hace esto para llevarnos a ningún lado –y creo que ahí está la grandeza de este cómic-, sino para ir él mismo allí, como ponen de manifiesto sus sencillas palabras al cierre.

 

Como ocurre en las grandes obras gráficas, este planteamiento magistral se une, afortunadamente, a un tratamiento gráfico a la altura. Alfred plasma con sus dibujos esas estampas de la infancia, de la adolescencia, de la madurez. Da forma a los recuerdos de su amigo y los traduce de tal modo que podemos entrar en ellos. Los colores de Henri Meunier potencian este vehículo de comunicación llevándonos al meollo de la historia.

 

Los diálogos –me compadezco de los traductores- captan a la perfección el discurso que pasa por la cabeza del protagonista, su pensamiento de niño o adolescente, de adulto, de náufrago. La obra, poco a poco, adquiere cuerpo, forma, fuerza, y lleva al lector hasta la conclusión de su preparación y el inicio de su realización. Y ahí donde la cronología se empieza a fundir, damos el salto gráfico que muestra la madurez artística de Alfred y Olivier Ka: los dibujos de los recuerdos devienen fotos, instantáneas que curiosamente resultan más oníricas que el propio dibujo.

 

Es un momento mágico en el que compartimos el viaje con los protagonistas, en el que sentimos su propio estupor al reencontrar lo que parecían para uno terreno de los recuerdos y, para el otro, el imaginario de un amigo. Así, sorprendidos, caminamos de su mano hasta ese reencuentro con el pasado que es el campamento de verano donde sufrió el episodio que, sin reconocerlo, tanto le marcaría a Olivier. Y de nuevo, como abrumados por el sentimiento, vemos cómo los dibujos de Alfred vuelven a imponerse en las páginas.

 

Al terminar de leer “Pourquoi j’ai tué Pierre” tuve la clara impresión de haber vivido un momento mágico, de haber disfrutado de una pequeña obra de arte. Sencilla y desgarradora al mismo tiempo. Intensa y sutil a la vez. Sorprendente y, curiosamente, predecible. Sí, desde el momento en el que se ve el título del primer capítulo “j’ai tué Pierre parce que j’ai 7 ans” –“He matado a Pierre porque tengo siete años”-, uno sabe que no va a encontrarse la historia ligera que prometen las imágenes, los inocentes pensamientos infantiles, los terrores ancestrales de monstruo escondido bajo la cama. Lo sabe porque, ahí está lo terrible, no va a haber sorpresas. Excepto, eso sí, la de no encontrarse ningún maniqueísmo.

 

Autores

 

Alfred dibujante nacido en 1976 en Grenoble (Francia) en el seno de una familia de artistas, con la que descubre rápidamente el placer de crear universos, personajes, escenarios… Desde pequeño fue un apasionado de los libros, del teatro, de la música y del cine. Poco a poco, su vocación se fue perfilando hacia el dibujo, y algunas de sus obras fueron apareciendo en publicaciones. Autodidacta, años de trabajar en fanzines y micropublicaciones forjaron su carácter.

 

Con dieciocho años montó su primera editorial con algunos amigos, “Ciel Ether”. En ella publicaría algunas obras y establecería una fructuosa colaboración con Corbeyran. Poco a poco, empezaría a trabajar con otras editoriales (Delcout/La Digue, Abraxas…) y haciendo colaboraciones (13 Etrange, Petit à Petit, Charrette, Le Cycliste…).

 

Olivier Ka. Guionista nacido el 29 de diciembre de 1967 en el Líbano. Su padre, el celebre ilustrador de cómics Carali; su madre, la conocida escritora de libros infantiles Gudule. La familia entera se instala en París en 1970. Después de un corto periodo de estudios, Olivier desempeñó variopintos trabajos: animador de programas radiofónicos en París, director de teatro, artista de fotograbado, vendedor de crepes en las playas de Bretaña, asistente en Publications Nouvelles… hasta terminar de redactor en Joystick después de haber, incluso, escrito cartas para revistas eróticas femeninas.

 

En 1982, Carali crea “Le petit psikopat illustré", que se convertiría en "Le psikopat" en 1989. Rápidamente, Olivier entra en una etapa muy creativa, escribiendo textos, realizando fotos, etc., hasta convertirse en redactor jefe adjunto, puesto en el que seguiría hasta el 2000, cuando pasaría a ser “escritor de cosas”. En 1993 creó la revista “Bigre!” que resistió tres números. Después publicaría una novela (“Je suis venu te dire que je suis mort”; “He venido a decirte que estoy muerto”), un recopilatorio de relatos y varios libros infantiles. Desde 1999 escribe críticas sobre cómics para Humanité.

 

Más información sobre este autor en su página web personal: http://olivierkaontheweb.free.fr/bienvenue.html

 OcioZero · Condiciones de uso