Orígenes y desarrollo de la antificción literaria III

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Segunda entrega de este ensayo sobre la fantasía y la ficción en la literatura

 

3. La antificción a lo largo de la historia

Al Renacimiento se le impuso un Barroco que rompió el exceso de armonía; a la Ilustración, el siglo de las luces, se le impuso el movimiento más heredero de toda la filosofía de la Edad Media: el Romanticismo, que buscaba nuevas formas de encontrarse con el mundo a través de lo fantástico y la imaginación desbordante.

 

Nosotros venimos de un proceso histórico más intrincado. En el siglo XX se impuso una necesidad de realismo estético que se consideró como Modernismo. Rápidamente, antes de que se produjeran las guerras mundiales, Europa va a asistir a un periodo de fracturas culturales: aparecen las vanguardias y el pueblo rompe con el arte establecido. Los años veinte se llenan de conquistas irracionales. Surge el surrealismo francés que irá extendiéndose de manera internacional como actitud de autómata irracional ante el arte, o el dadaísmo, corriente en la que un poeta, Louis Aragón, asegura lo que sigue:

 

El sistema DD os hará libres, romped todo. Sois los amos de todo lo que rompáis. Las leyes, las morales, las estéticas se han hecho para que respetéis las cosas frágiles. Lo que es frágil está destinado a ser roto. Probad vuestra fuerza una sola vez: os desafío a que después no continuéis. Lo que no rompáis os romperá, será vuestro amo.

 

Asistimos a una Europa enferma que no sabe a dónde navega. La Primera y la Segunda Guerra Mundial cambian el panorama del mundo, lo dejan desolado, muerto, vacío. La cultura se estanca. En España vivimos también un baño de sangre patria, la Guerra Civil. El siglo XX se convierte en un escenario de pólvora y muerte, de memoria imborrable. En nuestro país no es hasta la llegada de la democracia, los años ochenta, donde los valores de la sociedad comienzan a revitalizarse, cuando la cultura comienza a alejarse un poco del testimonio social y comienza a buscar nuevas formas creativas. A día de hoy el panorama que se nos presenta es muy convulso: por un lado tenemos la constante intromisión de Internet y lo digital en nuestras vidas; por otro, una oferta cultural bastante amplia, resultado obvio del capitalismo y de la política de mercado que gobierna los escaparates de nuestra literatura.

 

Me parece relativamente curioso el hecho de que parezca que asistimos a un nuevo Renacimiento. Sabemos que en el Siglo de Oro (segunda mitad del siglo XVI – primera mitad del siglo XVII, grosso modo) se dio una de las mayores manifestaciones de pluralidad discursiva: esto es, de muy variados modos de hacer literatura. Aparece, verbigracia, la miscelánea, que triunfa por la demanda de diversidad de lecturas. Es en ese mismo Renacimiento donde se buscó hacer con la novela, esa novela que todavía estaba construyéndose, como dijo Lope de Vega, «una oficina de todo cuanto se viniere a la pluma». Ese fue un pensamiento hace ya más de cuatro siglos, tal vez la definición más obvia de lo que sería el inicio de la novela moderna. Internet se ha convertido en la más clara «oficina»: una constante yuxtaposición de textos, géneros, y formatos que no cesa en la demanda del público, los cibernautas.

 

Por un lado el pueblo quería leer ficciones, evasión, fantasía (pensamiento tardío medieval), y por otro, el pueblo buscaba que la literatura fuese un mecanismo para lo didáctico y lo útil, para la enseñanza, por lo que rechazaban la evasión, la fantasía, la comedia, que eran formas inútiles y malignas para el alma humana, que alejaban al hombre de su voluntad humanista (pensamiento claramente renacentista). Cuando el público exige cosas que se enfrentan, es en esa oferta controvertida donde vemos los distintos pensamientos del vulgo.

 

Pero sin duda alguna, fue ese pensamiento humanista el que envolvió al Renacimiento y le quitó valor a lo que hasta entonces habían sido historias a pie de calle, cuentos de boca a boca y, en el Prerrenacimiento, historias y libros de caballerías, sucesores de la épica medieval. Estos libros de caballerías tuvieron un enorme éxito en el siglo XVI, empezando por el Amadís de Gaula (Montalvo, 1508) y terminando por la aparición del Quijote un siglo después, al que volveremos más tarde. Antonio Rey Hazas nos cuenta lo siguiente en un artículo donde analiza las distintas formas literarias aparecidas en el Siglo de Oro:

 

A pesar del grandioso éxito de público, pronto arreciaron los ataques de humanistas y moralistas contra los libros de caballerías. Luis Vives, Pedro Mexía, Fernández de Oviedo, Melchor Cano, Arias Montano, Luis de Granada, Malón de Chaide y otros arremetieron, ya desde la tercera década del siglo XVI contra Amadís y su progenie por motivaciones principalmente éticas: estas narraciones –pensaban– eran absurdas, falsas, e incitaban a los lectores jóvenes al vicio y al pecado, además de hacerles perder el tiempo inútilmente. Iban contra el «deleitar aprovechando» horaciano, ya que sólo desarrollaban el entretenimiento, desdeñando la enseñanza, cuando ésta era la meta fundamental de los erasmistas, reformadores de la espiritualidad y las ideas, primero; y de los contrarreformistas, defensores de la moralidad en la literatura profana, a continuación.

(Rey Hazas, 1982: 80)

 

Como vemos, la fantasía ya fue algo comprometido hace mucho tiempo, justo cuando acabábamos de salir del ciclo interminablemente oscuro de la Edad Media. El Quijote tiene un claro mensaje erasmista: leer libros de caballerías te puede volver loco. La obra cervantina es el paradigma de ese pensamiento antificción: a partir de su aparición las obras de fantasía y aventuras se hunden y casi desaparecen. La literatura debe tener el objetivo moral de enseñar; el puro goce y entretenimiento estaba mal visto, se condenaba. La Edad Media había sido un larguísimo camino de libertades y excesos, por ello entonces se pretendía poner freno y darle al pueblo algo más que simple ficción.

 

En los libros de caballerías aparecen por primera vez enemigos que son «jayanes, enanos, monstruos, encantadores» (ibídem: 76). No nos sorprende ver en toda esta literatura de ficción el descubrimiento de elfos y otras criaturas no-humanas, conspiraciones de caballeros desconocidos, hadas, poderes mágicos, armas encantadas y pócimas divinas. La constatación de la fantasía era absoluta al igual que en la épica de la Edad Media, en la que ya hemos ahondado.

 

Cuando aparece en 1508 el primer libro que asienta el género de las caballerías, Amadís de Gaula, durante los siguientes diez años se dispara la producción de este tipo de novelas; se produce el primer producto masivo de la literatura. Deriva de la novela francesa, del roman, es decir, de la épica medieval como ficción donde se mezcla fantasía y romance. Aquí aparecen por primera vez personajes fantásticos, duendes, monstruos, bestias, ficciones que serán rechazadas sobre todo en España por la gran religiosidad imperante del momento, herencia del Medievo. En nuestro país hasta la épica tuvo un menor roce con lo divino que en Francia.

 

Sabemos que una de las épocas que más tarde recogería todo este legado del Medievo y lo fantástico sería el Romanticismo, esa corriente fascinante que buscaría lo sublime, lo monstruoso, el exceso, el yo del pueblo y el yo del individuo. Se daría con más fuerza en Inglaterra, en la literatura de Shelley o Byron; en Alemania, con Heine o los hermanos Grimm y el movimiento prerromántico del Sturm und Drang1; y en Francia con Chateaubriand o Víctor Hugo. A España llegaría un suave Romanticismo con las Leyendas de Bécquer; los artículos de Larra (el periodista acaba suicidándose); y con los versos de Rosalía de Castro o José de Espronceda («Que es mi barco mi tesoro, / que es mi dios la libertad, / mi ley, la fuerza y el viento, / mi única patria, la mar»2). Aun a pesar de estos claros espasmos del movimiento, las manifestaciones más obvias se dieron en otros países de Europa, contaminándola de un afán por recuperar lo misterioso, lo salvaje, los espacios oscuros y cerrados, la noche: esa cuna de todos los enigmas. Hay un fuerte interés por el folclore y por la lejana Edad Media: un Medievo idealizado, oscuro, bárbaro, guerrero, lleno de héroes épicos y espíritus caballerescos. Los románticos son pasionales: basan sus razonamientos antes en lo subjetivo que en la lógica; huyen del intelecto y buscan el genio creador. Vuelven las teorías platónicas de la inspiración del poeta como rapto divino. Se está formando una nueva concepción del yo, un yo que ya no busca la racionalidad sino lo absoluto. Se lee a Nietzsche y su filosofía sobre el arranque y la fuerza de la vida, su irracionalismo y su irremediable deseo por vivir sin ningún tipo de freno: nace el superhombre. También se pondrá de relieve el primer existencialismo con la llegada del pensamiento de Schopenhauer, un filósofo mucho menos vitalista caracterizado por sus pesimistas ideas sobre la voluntad y el esfuerzo humanos. Hay enormes contrastes entre lo terrible, lo trágico, y lo sublime, con lo cómico y lo grotesco; hay, por encima de todas las cosas, una angustia existencial que le hace al romántico plantearse la idea de que vive bajo un cielo sin dioses. El individuo vive desprotegido y sin normas; esto es condenarse sin tregua al ejercicio de la libertad. La idea del hombre solitario y rebelde se implanta en sociedad por primera vez con más fuerza que nunca.

 

Como vemos, la historia se mueve constantemente en un eterno vaivén que vira siempre hacia arriba y luego hacia abajo, la montaña rusa sin fin. Al Romanticismo se le agotarían las ideas y se le impondría una voluntad de mostrar la realidad sin excesos que se llamaría Naturalismo o Realismo, donde se buscaría de nuevo la proporción, la vida sin florituras, un estilo más sobrio y menos recargado, donde se volvería a dejar de lado la fantasía y pasaríamos al ciclo sin fin de la antificción: entramos en la literatura finisecular y el Modernismo, es decir, en el siglo XX.

 

 

Notas:

 

1.- Tempestad e ímpetu.

 

2.- Se trata de los versos más característicos de uno de sus poemas más famosos: «Canción del pirata», que resume, podríamos decir, todo el ideal romántico.

 

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Patapalo
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Una segunda entrega muy interesante. Sobre el tema de Bécquer, siempre he pensado que su incursión en la fantasía siempre ha sido más tolerada desde el punto de vista académico al venir revestida de un cierto toque folklorista, que después de todo es una aproximación antropológica y científica al tema.

Sigo con interés el artículo. Muy buen trabajo, compañero.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Jecholls
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Anima mucho esto, demonios, como diría alguien que yo me sé. Seguirá publicándose lo demás sin problema. Espero que tenga la misma acogida. De momento, esta parte subida es más corta, pero luego, al entrar en la actualidad (nuestra polémica actualidad), la cosa se complica y los debates se alargan. Así que veremos cómo seguimos subiendo las demás partes. Intentaré que no rebasen, de todos modos, más de lo ya publicado hasta ahora, para que la gente no se atosigue.

Mil gracias por la lectura y tus palabras, Akhul.

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jspawn
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Te felicito por estos artículos que van un paso más allá. Se nota el academicismo en las formas, se nota que ya vas avanzando por la filología. Como dejas entrever, lo que sucedió en el siglo xx y lo que está ocurriendo en el xxi , es una amalgama de tendencias de ver la literatura. Hay autores y generaciones que mezclarán esas formas de ver la literatura; otros se posicionarán en un bando o en otro. Otros, incluso, pensarán en heterónimos como Antonio Machado o Pessoa. Espero impaciente las siguientes partes.

 

"Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo a mí" (Ortega y Gasset)

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Merci. Aunque eso de academicista no sé por qué me ha dolido. He leído varias veces la palabra y sendas veces se me ha abierto una herida en el pecho. Duele, tío. Párate.

Luego viene lo mejor, ya veréis.

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Julián Castro
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Muy interesante ambos artículos, este y el anterior. El primero una gran introducción, y este, como han dicho, un poco más soso, pero entiendo que es una preparación para el plato fuerte. Estoy esperando ver a dónde lleva esto.

"La mayor locura del hombre es pretender estar cuerdo..." www.loslibrosgrises.blogspot.com

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Jecholls
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Pues ya salieron todos, buddy. Me alegra verte a ti también por aquí, y que te parezca todo esto, al menos, interesante.

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