Saga: Capítulo 2

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Brian K. Vaughan y Fiona Staples publicado por Planeta DeAgostini

El subgénero fantástico de la space opera parece particularmente propenso a seguir unos mismos esquemas. Hay que reconocer que su planteamiento básico funciona muy bien: aglutina la fascinación de la fantasía más pura con registros de la épica y con algunos ecos de verosimilitud heredados —más o menos adulterados— de la ciencia ficción. Pero por bien que funcione, es importante explorar nuevas vías si no queremos que se estanque, y eso es precisamente lo que hace Brian K. Vaughan.

En este Saga: Capítulo 2, introduce un cambio interesante de perspectiva en el escenario clásico de una guerra entre distintas razas / civilizaciones: la mirada a quemarropa de una familia pillada en medio. Sí es cierto que se mantienen algunos elementos clásicos, como el de la pareja enamorada cuyos miembros pertenecen a facciones enemistadas —que lo hemos podido ver incluso en Romeo y Julieta— o la idea de que el romance se convierta en el ojo del huracán de eventos mucho mayores, una excusa narrativa casi para ir hilando el conjunto —sobre todo si tenemos en cuenta que Saga se adivina una obra de fondo, de las que se toman su tiempo para el desarrollo—.

Pero con todos estos mimbres más o menos clásicos, más o menos reinventados, Vaughan consigue un tono fresco, que sabe a nuevo. No sabría muy bien decir si se debe a los momentos hiperbólicos en los que se conjugan las peculiaridades más peregrinas de los alienígenas —todos lo son—, a las escenas cotidianas, esos detalles casi costumbristas que se mimetizan con el resto de la tramoya de un modo envidiable, o precisamente a la unión de ambas peculiaridades, a la alquimia inesperada y emotiva que consigue conjugar al domesticar ambos extremos y ponerlos al servicio de su historia. El tema, en cualquier caso, es que funciona.

El apartado gráfico, que corre a cargo de Fiona Staples, es capaz de conjugar igualmente, sin estridencias, las particularidades de este costumbrismo del espacio exterior. Sus trazos son limpios y fluidos, elegantes, de ensueño, pero capaces de pasar sin estridencias a captar detalles vulgares o íntimos, sin sonrojarse ni mostrar recato alguno. De algún modo, así consigue hacerte partícipe del escenario: no es la contemplación de un cuadro idealizado, sino una mirada indiscreta a un drama que tendrá proporciones cósmicas, pero que sigue estando esculpido a escala humana.

El resultado hace de Saga: Capítulo 2 una lectura de lo más entretenido que encantará a los apasionados del género y dará unas cuantas sorpresas a quienes tenían ideas demasiado cuadriculadas sobre el mismo.

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