La Casa en el Confín de la Tierra
Richard Corben hace un trabajo irreprochable en esta adaptación de la obra de Hodgson
El terreno de las adaptaciones de un medio a otro siempre resulta polémico. Las traslaciones literales que solo se preocupan por serlo únicamente lo lograrán en apariencia, ya que las particularidades de cada medio nunca serán extrapolables, lo que lleva a productos tan artríticos como las películas de Sin City o Watchmen. Mucho más preferibles serán aquellas que abracen la experimentación y la reflexión para provocar las mismas sensaciones que el material de origen, como hizo Breccia en su monumental acercamiento a Los Mitos de Cthulhu.
La literatura de Hodgson y, en concreto, La Casa en el Confín de la Tierra, como precursora de Lovecraft que es, parece obligar al autor que quiera optar por su adaptación a tomar el segundo camino de los enunciados en el párrafo anterior. La Casa en el Confín de la Tierra es una obra atravesada por diferentes corrientes del fantástico a las que, en gran medida, se adelantó. Hay en ella retazos góticos, pero también criaturas sobrenaturales que asedian a los protagonistas en un arco central que haría las delicias de John Carpenter y un tercio final que tiñe al resto de la obra de alucinada psicodelia y horror cósmico.
Richard Corben, uno de los nombres fundamentales del cómic a secas, pero que tiene su trono ubicado en lo fantástico y lo terrorífico, decidió adaptar la obra de Hodgson años antes de centrar su mirada en Poe o Lovecraft, y lo hizo de una forma híbrida. Por una parte, respetó en gran medida la esencia del relato. Su inconfundible y contundente estilo resulta muy adecuado para reflejar el ambiente lóbrego de la mansión y el ataque de las fieras criaturas cerdo. En la parte más etérea -e inadaptable- del relato, Corben aligera la carga del original y, aun así, logra transmitir con sus composiciones de página llenas de dinamismo y los rostros arrebatados del protagonista la locura que éste acabará abrazando.
Pero el de Corben y su colaborador Simon Revelstroke no es un respeto pazguato y acierta también al añadir una cierta carga de erotismo no presente en el original y, lo más llamativo, cambiar el principio y el final del relato. Este último está especialmente logrado e integrado en el conjunto de la obra y supone un impactante colofón a una adaptación modélica, alejada al máximo del guiño cómplice entre entendidos. No hay que tener miedo al material de origen, sino entenderlo, y Corben y Revelstroke lo entendieron a la perfección.
En definitiva, la unión de dos nombres tan emblemáticos como Corben y Hodgson no defrauda -ni muchísimo menos- y ofrece numerosos puntos de interés a los admiradores de ambos autores y a todos aquellos que andamos dándole vueltas a los riesgos y las oportunidades que conlleva toda adaptación.
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