El misterio del Juego de la oca

Imagen de Destripacuentos

Una breve reflexión sobre este clásico de los juegos de mesa

El juego de la oca es uno de los juegos de mesa más antiguos que se conocen. Hay quien remonta sus orígenes nada menos que al asedio de Troya, al relacionarlo con el disco de Phaistos, y parece más que evidente que ya existía en la Florencia de los Medici. Hay quien lo relaciona con los templarios, que siempre dan mucho juego para estas cosas, y lo conciben como una suerte de Camino de Santiago místico-lúdico. Sin embargo, su auténtico misterio es mucho más banal: ¿cómo demonios se ha perpetuado un juego tan limitado?

El juego de la ocaSi el ajedrez se caracteriza porque no depende en absoluto del azar y, al mismo tiempo, las posibilidades de las partidas son casi infinitas, el juego de la oca se sitúa en el otro extremo del espectro lúdico: solo depende del azar y las partidas son francamente monótonas. Tiras los dados, uno o dos dependiendo de las versiones, y mueves el peón. Y depende de lo que te salga, te alegras o te aguantas. No hay absolutamente nada que decidir.

¿Por qué, entonces, no solo ha sobrevivido, sino que ha gozado de una popularidad envidiable? Desde luego, algo que juega muy en su favor es que tiene una mecánica muy simple. Cualquiera puede empezar a jugar de inmediato si sabe contar. Y, de hecho, para los niños pequeños es una buena excusa para practicar esta habilidad. Sin embargo, esto no explica que una versión algo más interesante para el jugador, en cuanto a mecánica se refiere, como es el parchís, no resulte tan sugerente.

El juego de la oca¿El misterio? La narrativa. Toda la gracia del juego de la oca reside en lo que se representa en el tablero. Los jugadores puede imaginar las desdichas y los logros de sus peones al desplazarlos por las casillas, hacer volar su imaginación. Sí, es una narrativa sencilla, pero eficaz. Y además viene potenciada por todo el simbolismo, desde el más evidente, como podría ser el retrasarte con las tentaciones de una taberna o tener que volver a empezar tras la muerte, como el subyacente: todo el juego de la oca habla del fatalismo de la existencia, avanzar como peones de las fuerzas superiores, encarnadas en el azar de los dados.

No es de extrañar, por lo tanto, que relacionar este juego de mesa con los templarios o incluso los griegos de la Época Oscura haga volar la imaginación. Después de todo, este y no otro, es el sentido del juego de la oca. En cierta manera, aunque la comparación pueda resultar algo hiriente, es como un televisor sintonizado en algún programa de relleno (una película banal, una concurso sencillo): no aporta gran cosa, pero los puntos de referencia familiares permiten relajar la mente y apaciguar el espíritu. Nadie dijo que todos los juegos de mesa tuvieran que ser grandes desafíos intelectuales. A veces, no son más que un punto sobre el que descansar la mirada y la concentración o una excusa para compartir un momento con alguien.

 OcioZero · Condiciones de uso