Harry el Sucio

Imagen de Jack Culebra

Sobre la emblemática película policiaca de Clint Eastwood

 

 

Cuando era pequeño, Harry el Sucio era ya todo un mito popular, tanto que, por supuesto, me dejó una imagen distorsionada. Estaba convencido de que era el tipo de película que mis padres jamás me dejarían ver. Después de todo, quien lo protagonizaba era un policía con un apodo nada recomendable cuya mayor virtud parecía ser tener una pistola endemoniadamente grande. Uno podía imaginarse humor fálico, escenas sórdidas y un par de rombos en la esquina superior de la pantalla.

Ahora, treinta años después, acabo de ver por fin Harry el Sucio, la película, la fuente original, y he constatado que merecía la pena conocer el mito de primera mano: no tiene nada que ver con todos los aprioris que me había montado en la cabeza y es, sin duda, algo muchísimo mejor.

Es cierto que Clint Eastwood es el epicentro de la película y que su gran carisma es lo que llena cada milímetro del filme. Y también es verdad que encarna a un policía duro y adusto, poco correcto para los cánones de la época, pero más bien huraño y reconcentrado, nada vulgar, nada pretencioso. De hecho, es la contención y esa sutilidad dentro de la irreverencia lo que le dan su carácter especial, un elemento que permite vehicular una trama más bien convencional de un modo muy eficaz y seductor para el espectador.

Esta tampoco es que sea banal: el criminal elegido es muy sugerente y carismático también a su manera. Además, permite abordar cuestiones interesantes aunque parezca hacerlo de un modo tangencial. De nuevo esa contención que insinúa más de lo que muestra y, así, llega más al espectador. De alguna manera, se palpa más la sociedad de la época a través de esas ausencias de lo que se ha conseguido luego con muchos retratos, como en la escena frente a la iglesia católica. Llama también la atención la falibilidad del criminal. No estamos ante una historia de excesos, sino de fallos humanos, lo que la hace más real y más angustiosa, más creíble y, por ende, espeluznante. Puestas en escena como la persecución de los teléfonos son formidables, tanto como la persecución final o los tiroteos.

Sin embargo, lo que más me ha seducido y fascinado es la belleza gráfica de la película. Harry el Sucio es, para mi sorpresa, un filme estéticamente poético. Los planos aéreos de la ciudad, los colores que tintan las escenas, el modo en el que estas se encuadran o desarrollan... la fotografía es magnífica y ha envejecido con notas de clásico, como ese vino precioso que tiene su lugar de honor en la bodega. Es curioso constatar que se consigue un ritmo trepidante y una tensión continua con una cinética nada excesiva, que deja el protagonismo al escenario.

Con todos estos elementos, y otros que se quedan en el tintero, Harry el Sucio se me ha revelado como algo grande. A veces, es justificado que se entronen determinados productos. Aunque no te sepan transmitir por qué, quienes te los recomiendan, apasionados, tienen mucha razón. Más allá de su mágnum y de su reputación de policía intratable, pero también en estos elementos, hay un personaje memorable que, sin duda, se ha ganado su puesto dentro de los aciertos incontestables de Hollywood.

Harry el Sucio - Clint Eastwood

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