Casino

Imagen de Gato Trece

Hablamos de la obra maestra de Martin Scorsese

 

Casino Martin Scorsese

Sin lugar a dudas, para crear una película digna de ser llamada obra maestra son necesarios muchos elementos: un reparto excepcional capaz de llevar el peso de la trama y dar toda la fuerza necesaria al guion, una banda sonora que sintonice las emociones de los espectadores, una fotografía fuera de serie, no solo en cuanto a calidad, sino también en cuanto a concepción... y quizás, también, una buena idea como germen de todo ello. Y este es el punto en el que me quería detener hoy, porque mi intención es hablar de Casino, de Martin Scorsese.

La primera referencia fílmica que me viene a la mente cuando pienso en esta película es El padrino, de Francis Ford Coppola, otra película de desarrollo pausado, gran intensidad narrativa e indiscutible calado en el espectador. Tienen también algo más en común: transitan por las aguas turbias de nuestra sociedad. De hecho, si reflexionamos sobre la cuestión, es raro que las grandes películas no lo hagan. Desde Cadena perpetua de Frank Darabont a Los infiltrados del mismo Scorsese pasando por innumerables películas bélicas, parece que este sea el terreno adecuado para estas grandes producciones.

Casino Martin ScorsesePero ¿es realmente el trasfondo de ilegalidad, violencia, amoralidad y peligro lo que nos atrae? ¿Es este el elemento clave que las hace tan seductoras como historias? Dejando de lado el aspecto de la mera calidad, que falsearía la reflexión porque el arte, en sí, puede justificar (casi) todo, yo creo que hay otro elemento común.

A fin de cuentas, lo que buscamos en ellas no es tan distinto al de otras narrativas más blancas, más de aventuras: una cierta identificación con el héroe. Así, los peligros y los dilemas morales están ahí para honrar la máxima latina: la buena suerte oculta el genio de un general; la adversidad lo pone de manifiesto. Los éxitos, cuitas y fracasos de los protagonistas de las películas mencionadas nos llegan y emocionan precisamente porque se encuentran sumidos en un mundo de grises inextricables. Nos admira su ingenio en situaciones límites y nos identificamos con sus debilidades cuando no es posible distinguir con absoluta claridad lo bueno de lo malo.

En Casino el cóctel de emociones es particularmente claro y hábil: el éxito mezclado con la terrible sospecha de estar entrando en la boca del lobo, la angustia de tenerlo todo y, al mismo tiempo, ser consciente de cuán precario incluso por los motivos más absurdos (como muestra la relación tóxica del matrimonio y de Ginger McKenna con su ex-novio). Hay también, por supuesto, un elemento exótico: ambientada en la época anterior a que existiera la posibilidad de jugar en un casino en línea, el filme de Scorsese nos muestra una realidad de luces de parque de atracciones, de espejismo en mitad de Las Vegas, que tiene un efecto inmediato sobre el espectador: no es la realidad; o, mejor dicho, no es nuestra realidad cotidiana.

Como, por suerte, tampoco lo es la guerra, entrar dentro de una organización criminal o verse encerrado en prisión. Y ese es otro de los elementos clave de la atracción de estas grandes películas: que para el espectador medio, nos llevan a otros mundos. Mundos donde el ingenio y la fortuna juegan partidas apasionantes, donde los dados pueden echar un pulso al destino.

Casino - Martin Scorsese

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