Los viejos hornos

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Wilfrid Lupano y Paul Cauuet publicado por Norma

 

Lupano - Cauuet - Les vieux forneux - NormaLos viejos hornos (Les Vieux Fourneaux en el original francés) es uno de los cómics que más me ha marcado en los últimos tiempos. Es una de esas obras en las que la calidad del guión (responsabilidad de Lupano) se conjuga a la perfección con unos dibujos desenfadados y expresivos que captan toda la sutilidad de los personajes, en particular el lenguaje corporal, y que contribuyen a dar vida a esa Francia, tanto la rural como la parisina, indispensable para la trama. Vamos, que Cauuet lo borda. Es una de estas ocasiones en las que la ristra de premios cosechados está más que justificada.

Pero ¿cómo es posible que una historia que orbita en torno a unos viejos decrépitos y descreídos (que son los que dan nombre al cómic) atrape de tal modo la atención del lector?

Por un lado, podríamos pensar que se debe a la rica mezcla de géneros que tenemos. De alguna manera, Los viejos hornos es una obra costumbrista, que nos muestra con particular acierto cómo se vive (y vivía) en Francia en diferentes entornos, pero que también tiene una buena dosis de crítica social: se abordan con aparente facilidad temas tan variados como el feminismo, las luchas sindicales, la ecología, la crianza de los hijos, la comunicación entre personas... Los ancianos protagonistas de la obra han sido unos grandes idealistas (algunos todavía lo son) que encuentran un desconcertante reflejo en la nieta de uno de ellos.

Los viejos hornos - Lupano - Cauuet - NormaA esta premisa se añaden capas improbables de secretos familiares, casi en modo culebrón, y de misterios pasados abracadabrantes que van encajando a la perfección en el desarrollo de los acontecimientos y que emparentan con el género de aventuras y casi policíaco. Y sobre todo ello, una pátina indispensable y que es, a mi parecer, la clave de todo el asunto: un gran sentido del humor. Porque, sin duda, Los viejos hornos es una obra militante, con una sensibilidad de izquierdas muy marcada, pero que sabe reírse precisamente de sí misma y del mundo en general, de forma que lo hace más humano y más digerible.

Así, bajo una apariencia de cómic ligero, aborda grandes cuestiones de la existencia. Cómo conciliamos nuestras contradicciones, cómo nos enfrentamos a nuestros errores, cómo se va aprendiendo (aun cuando se es viejo, como decía el cuadro de Goya), cómo hay que aceptar la existencia del pasado... En cierta manera, es una obra que entronca con la Comedia Humana de Balzac y otros grandes escritores clásicos franceses pero desde una perspectiva muy contemporánea. Y consigue, en algunos momentos, la misma épica tragicómica.

Es cierto que quizás para el público no francés hay referencias menos evidentes (como la sempiterna sombra del Mayo del '68 o la pasión por el rugby), pero hay elementos comunes suficientes entre nuestros dos países, y universales de la naturaleza humana, para que se pueda disfrutar mucho.

Como decía al principio, Los viejos hornos es uno de los cómics que más me ha impactado en los últimos tiempos. Se devora con una sonrisa que a veces se convierte en carcajadas y termina dejando poso. Muy recomendable.

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