La esfinge llorona

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Jansain y Pablo Zerda publicado por Editorial Saure como segundo título de su colección Compadre

Apoyándose en los dos títulos precedentes de su colección Compadre, Sendero bajo el hielo y El Titiritero de Babel, que contaron también con el tándem Jansain - Zerda al guión y el dibujo respectivamente, Editorial Saure da un paso más adelante en la madurez de su proyecto de aunar cómic, originalidad y filosofía. Y es un paso rotundo, seguro del camino que emprende.

 

Como no puede ser de otra forma con el trabajo de Pablo Zerda, lo primero que llama la atención del cómic es su apartado gráfico. Este veterano artista nos presenta su particular mundo donde la ilustración parece ir más allá, en una suerte de collage casi escultórico que refuerza el rico mundo que nos presenta el guión. Sin duda, una estética que seduce ya de por sí sola y que facilita la tarea al lector a la hora de sumergirse en la narración con los ojos bien abiertos y el espíritu preparado para cualquier encuentro.

 

Al mismo tiempo, tal vez previendo que perderse en nuevas vías es bastante probable, se ha elegido una estructura de página y una disposición de viñetas relativamente clásica (nos encontramos divisiones regulares del espacio que facilitan seguir el flujo natural de la historia) que se termina de reforzar con un código de colores tan acercado como intuitivo, y que además enriquece la propia narración sin perdernos en la oscuridad de las noches o en el fértil terreno de los sueños.

 

Este armazón gráfico sustenta una historia que, como todas las que reposan en la filosofía, es a la vez compleja y sencilla, y es quizás en esta particularidad donde encontramos toda su fuerza. La trama arranca con un encuentro -el del joven maestro con la esfinge- y se desliza por las páginas siguiendo en gran medida el tradicional esquema del viaje, tomando, al mismo tiempo, distintos senderos.

 

Es posible que el lector racionalista o poco dado a disfrutar del lenguaje de los símbolos se impaciente o se pierda al principio de la lectura. En este caso, es importante aprender de los niños y dejarse llevar, sin más, por la narración: el mismo texto se encauza y nos transmite su reflexión sin recurrir a lo literal.

 

"La esfinge llorona" puede parecer, si no franqueamos los árboles que ocultan el bosque, una historia complicada, compleja y algo críptica, pero si el lector se muestra paciente y receptivo, terminará dándose cuenta de que está compuesta, como el propio mundo, de momentos sencillos, casi mundanos, pues la sencillez no va reñida con la riqueza.

 

Seguir las andaduras de los personajes de este cómic es echar un vistazo a la convivencia, a la individualidad, a los sueños y el crecimiento personal, a la amistad, a la trascendencia... a la vida, en definitiva, que es donde estamos enclavados todos, navegando entre sus mil registros. Y a pesar de lo cotidiano de todo esto, no deja de ser una visión nueva y rebosante de originalidad.

 

Quizás éste sea un punto importante que el lector deba tener en cuenta al entrar en el mundo fascinante de "La esfinge llorona", que su posible perplejidad puede deberse no a que le estén contando algo extraño, sino a que estamos muy acostumbrados, en gran medida, a que nos cuenten lo mismo siempre de la misma manera. Y, por una vez, no será el caso. Un buen momento para desenterrar esa mirada infantil, abierta y curiosa.

 

Sinopsis (Cortesía de Editorial Saure)

 

La fábula se desarrolla en una aldea poblada de esfinges negras que conviven con los lugareños. Estas bestias siempre intentan sacar algún tipo de ventaja. Las quimeras toman cuerpo cuando los seres vivos experimentan conflictos o disonancias. Cuando los seres humanos emprenden una nueva vida, aparece entonces la esfinge blanca con estas palabras: "Buenas noches, joven maestro. Soy la realidad de tus lágrimas de tu corazón. El camino es el que da entrada al otro lado de la página."

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