Bajo la colmena

Os presentamos este relato del Capitán Canalla, primer candidato al I Concurso Warhammer 40Z

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Los cánticos binarios del Adeptus Mechanicus se elevaban desde el arácnidoaltar de mantenimiento hasta el altísimo techo de piedra gris y acero oxidado. A los lados de la máquina y evitando sus patas de plasticero cuatro voluminosas formas acorazadas caminaban. Llevaban casi todo el día, veinte horas exactamente, en las entrañas de aquel Manufactorum recientemente redescubierto.

Los Marines no deseaban interrumpir el ritual de reactivación del espíritu industrial así que hablaban entre ellos vía canal privado.

-Por Russ, estoy un poco harto ya de todo esto -el fenrisiano apuntaba a cada rincón de aquel lugar siniestramente avanzado con sus pistolas bólter-. La Casa Mediat tiene soldados de sobra para llevar a cabo esta escolta.

-Beruk, por segunda vez, cumpliremos con nuestros deberes juramentados nos lleve el tiempo que nos lleve.

El líder del grupo era el Príncipe Solar Marvere. Tenía la cara completamente abrasada por el ácido tiránido y llena de cables similares a serpientes de metal. Su voz era ronca, amistosa como la espada sierra que llevaba en las manos.

Los cuatro marines del grupo llevaban casi diez años sirviendo juntos a la casa Mediat obligados por juramentos de agradecimiento de sus respectivos Capítulos. Marvere era para ellos un camarada y un superior, pero nada más.

No sabía del canal que los otros tres Adeptus Astartes compartían.

-Oye, Jardana, tú que entiendes de estos misterios tecnológicos: ¿les falta mucho?

Siempre risueño y de carácter tranquilo, para ser un supersoldado de casi media tonelada de peso con un martillo trueno casi tan alto como él, el Salamandra respondió con una sonrisa en los labios.

-Acabaron hace dos horas, amigo; están dando gracias al espíritu por haber atendido a sus suplicas, juran que nunca más será su santidad violada por el abandono y la herejía del desuso. Son cosas que han de hacerse.

-Russ bendito…

Cerraron el canal de pronto, el canto había terminado con un grito deshumanizado y metálico. Beruk se quitó el casco para ver mejor desdeñando los sistemas de puntería asistida, Marvere empezó a reprenderle por ello pero calló cuando tras un solo disparo de bólter cayó una cosa alada cuyas garras aún estaban cerradas entorno al cuello de un adepto de la máquina. Aquel horror tenía la piel negra y sucia, alas de murciélago y sus antepasados lejanos habían sido humanos a juzgar por su cabeza extrañamente infantil.

-¡Erradicad al mutante! -era el hermano Gerw ‘Iun de los Ángeles Sangrientos quien empezó a atronar a sus compañeros con el Salmo de la Pureza al tiempo que derribaba cuatro de aquellas pesadillas con su bólter-. ¡Santo genoma bendito por la Mirada de la Luz permanece siempre puro, bendita Sangre de Terra perdida en la Noche recupera tu grandeza con fuego! ¡Bendice Emperador las Cadenas que nos atan a ti generación tras generación!

Veinte horrores más surgieron de los canales de refrigeración del Manufactorum, luego treinta. Muchos agarraban algún pobre adepto y desaparecían en una nube de hueso e icor al ser destrozados por los proyectiles de los marines. Unos pocos adeptos afortunados conseguían sobrevivir a la caída.

-¡Minimizad las pérdidas! -Marvere estaba ya subido en el altar pisoteando cráneos de mutante y cometiendo por tanto blasfemia a los implantes oculares del Magus encargado. Golpeaba con su espada sierra desactivada al enemigo con tal fuerza que los destrozaba; veía innecesario encender su runa de energía ante un adversario tan indigno-. ¡Llegan más, Magus, bloquee los conductos!

-¡Es necesario que permanezcan abiertos para que el Manufactorum despierte!

En aquel momento ya había una densa nube de cosas criadas entre toxinas y radiación volando y muriendo encima del grupo, un ciego hubiese podido derribar a muchos tal era su número. Aun podían sonreír, antes de morir sus rostros infantiles mostraban amarillas hileras de dientes con expresión estúpida, luego desaparecían el aire y toda memoria.

Llovía una auténtica casquería.

-¡Maldita carne amotinada y echada a perder por los Pensamientos de la Disformidad, maldita Sangre con eslabones de plomo y uranio en vez de oro rojo, maldito Fruto mutante del Útero, Semilla corrupta del Padre infiel, yo te extermino con el Emperador en mi mano!

Aquello parecía no acabar nunca, surgían de lo más alto, hambrientos, los depredadores mutantes definitivos de un entorno hasta entonces aislado y redescubierto con el despertar del hogar y prisión de miles de antepasados comunes que habían sido esclavos trabajadores humanos. Hacía tiempo que ansiaban instintivamente algo distinto a la carne de sus compañeros más débiles, viejos o menos mutados.

Poco a poco lo que fue una tormenta de horror y vergüenza para el ser humano fue amainando.

Gerw ‘Iun llevaba ya recitado medio salmo cuando Jardana aplastó contra una pared al último de ellos. De los veinte adeptos del grupo sólo quedaban seis, incluido el Magus. A cada paso que se daba dentro de la sala aplastaban algo que explotaba o se rompía con un ruido desagradable. Ya habían acudido algunas alimañas a alimentarse de la carne corrupta y caliente, cocinada a base de bólter.

Beruk arrancaba colmillos de su armadura, Jardana tranquilizaba al Ángel Sangriento que durante un instante sólo gruñía el salmo llevado por una vieja imperfección espiritual de su vieja sangre. Marvere retiraba cuerpos del altar mientras pedía perdón al Magus por la profanación.

-Se suponía que habían mirado debajo de casa maldita piedra. Hay que mandar a la Guardia Imperial un mensaje para felicitarles un trabajo tan bien hecho. Este sitio estaba limpio, ¿no?

-Y sigue sin estarlo, mañana vendremos de nuevo con cargas víricas y purgaremos este lugar durante cuatro días. Que sus huesos estallen y su carne se disuelva. No merecen más de nuestra munición.