El legado II

Imagen de raiserdrc

Continuación de esta historia participante en el I Concurso Warhammer 4OZ

-¡Con fuerza, hermanos! ¡Demostremos a estos bichos que no tenemos miedo! -Grita Paimos por el intercomunicador a todos sus hombres mientras dispara con su bolter en todas direcciones matando a unos cuantos de esos seres.

 

Una vez más la primera de las criaturas que emergió de la alcantarilla hace su reaparición y clava sus ojos en el sargento, y tras emitir un chillido inicia una carga a tanta velocidad que parece imposible que un ser de tan colosal tamaño sea capaz de moverse tan rápido, golpeando a Paimos y estrellándolo contra un coche aparcado en la calle; tras el impacto, el sargento pierde su bolter. Éste, aunque el golpe le ha hecho daño, se reincorpora casi de inmediato para ver a tiempo cómo la criatura da un salto de casi cuatro metros de altura con la intención de aplastarle, pero, con un movimiento que sólo un veterano es capaz de realizar, salta para terminar rodando por el suelo evitando el tremendo golpe de la criatura.

 

-Si pretendes matarme, bicho, tendrás que esforzarte más -le suelta en un tono de desprecio.

 

-Eso parece -dice la criatura con una voz desgarrada mientras Paimos la mira con cara de sorprendido. Un tiranido que habla...

 

-Tú hablas…

 

-Entre otras cosas -le replica la criatura al tiempo que inicia otro ataque lanzando un rápido y poderoso golpe con una de sus garras, haciéndole un desgarro en el casco sin llegar a ocasionar daño alguno gracias a sus reflejos, que permiten al marine terminar su maniobra con un rápido y ágil movimiento con el que desenfunda su espada de energía, clavándosela en el costado a la criatura mientras ésta grita de dolor.

 

-Veo que también sabes gritar -aulla mientras retuerce la espada para provocar más daños internos, al tiempo que la criatura se retuerce haciendo que pierda el equilibrio a causa del dolor-. No deberíais haber provocado nuestra ira -termina diciendo mientras saca la espada con un movimiento rápido para terminar cortando la cabeza al bicho.

 

De pronto, cuando la batalla ya no se podía recrudecer más. las criaturas se detienen y se retiran a sus agujeros al tiempo que las cañoneras hacen su aparición en la calle matando a unas cuantas que aún no se habían escondido.

 

-Quiero un recuento de bajas, sargento -ordena Paimos mientras retira la sangre de su espada con un giro rápido de muñeca para terminar guardándola en su funda.

 

-A la orden, señor -responde Fader con claros síntomas de cansancio-. Un muerto y dos heridos de la Raudos -confirma segundos más tarde y ya recuperado el aliento. Y los hermanos de hierro necesitan munición y algunas reparaciones en su blindaje.

 

-Muy bien, hermanos: todos a las cañoneras, nos marchamos a la zona de despliegue de nuestro señor.

 OcioZero · Condiciones de uso