Nuevo récord en el Cráneo Abierto

Imagen de Brutal Ball

Crónica del cuadragésimo cuarto partido de la ronda de selección del Trofeo Cráneo Abierto – 2489, disputado entre los Gélidos de Verennoth, los Hachas de Ubrovnaith, las Panteras de Patas Rosas y los Engendros de Maalchain

Con el reparto que tocaba para este encuentro no cabía esperar gran cosa: equipos de segunda línea, medianos, goblins y bolsas de carne putrefacta levantadas por la peor de las nigromancias. La cosa prometía no ser bonita ni, sobre todo, rápida, así que reporteros y aficionados nos atrincheramos con una buena provisión de sángrar —¡la cerveza que te pone a cien!— y cruzamos los dedos para que los indeseables de la Revista Roncos no nos tocaran demasiado los cocos con sus estadísticas. Al menos, el tiempo parecía acompañar, lo que podría haber sido nuestro único consuelo si esto no fuera... ¡Brutal Ball!, el deporte donde incluso los equipos más lamentables pueden dar un gran espectáculo.

Vayamos al tuétano.

Arranca el partido con un sueño que se hace realidad: uno de los hinchas de los Engendros de Maalchain cumple su anhelo de jugar con su equipo preferido tras haber fallecido en un encontronazo con los fans de los Gélidos de Verennoth: alzado de la morgue por la poderosa magia nigromántica y ataviado con la camiseta del club, el árbitro parece no darse cuenta de su presencia. ¿Distraído por la motosierra introducida por los Hachas de Ubrovnaith? Parece que no, por tampoco repara en esta. Quizás, simplemente, anda muy ocupado ocultando las bolsas de oro que las Panteras de Patas Rosas le han dado para que mire hacia otro lado mientras patean sin piedad a los goblins.


 

El espectáculo, cómo no, apasiona a los aficionados, que nunca hubieran esperado tanta asertividad por parte de los medianos. ¡Solo falta algo de barro! Los halflin se aturullan un poco en la pila de pieles verdes derribados, pero terminan por imponerse y hacerse con el balón de los hachas. Por el flanco este los Engendros de Maalchain avanzan implacables y apestosos y mandan a un halflin a la enfermería. Parece que se han pasado con sus necromancias y resultan aún más perturbadores que de costumbre.


 

Tal vez relacionado con este exceso mágico, una pesada penumbra se instala sobre el terreno de juego, dificultando la visibilidad, y bajo su manto ¡dos de los lanzadores de las Panteras de Patas Rosas aprovechan para marcar en la puerta goblin!


 

No contentos con ello, los medianos se lanzan como una caterva de lechones hidrofóbicos sobre los engendros y no solo terminan recuperando el balón, sino que se marcan un impresionante pase de nueve brazas, una bamboleante carrera, pase de mano y ¡tercer ensayo en puerta de los hachas! El público enloquece ante tan improbable muestra de calidad y violencia.


 

A falta de alternativas, los Engendros de Maalchain casi al completo cargan sobre los elfos sombríos y van desmoronándose mientras el balón rebota de uno a otro gélido. Al final, avasallan el centro del campo y recuperan un balón.


 


 


 

Los Gélidos de Verennoth contraatacan y consiguen derribar al bloqueador zombi, pero van cortos de jugadores y no consiguen recuperar el balón. Uno de los líneas intenta despejarlo pero lo pisa ¡y cae miserablemente! Entre medio, el árbitro decide que es buen momento para expulsar al goblin de la motosierra. Ni cortos ni perezosos, mientras el jugador se va al banquillo los hachas intentan meter de nuevo la sierra mecánica en juego ¡y consiguen que el entrenador sea expulsado también! Con este panorama, los pieles verdes descargan su frustración en los elfos sombríos... y no se les da nada mal.


 

Nunca se había visto a los medianos tan eufóricos. ¡Hasta sus animadoras hacen rugir al público! Inconscientes, se creen los reyes del campo, pero los gélidos no han dicho su última palabra. Uno de los bases se desmarca del mejor modo —¡empujando un goblin!— y encasqueta el balón a uno de los puntas, que salta sobre la melé y anota en la puerta de los hachas. Por el otro extremo de la melé, la jugada se repite: doble ensayo de los Gélidos de Verennoth que recorta las distancias con las panteras.


 

No son los únicos que aprovechan las aguas revueltas: los Hachas de Ubrovnaith acorralan al mediano que todavía conservaba un balón contra un muro y, después de machacarlo, marcan en puerta de las panteras. Tampoco los elfos se libran: derribado el línea que escapaba con el cuarto balón, encadenan pases de mano hasta marcar en puerta de los gélidos. Amparados en la oscuridad, con evidente alevosía, los goblins pugnan por la victoria.


 

Sin más balones en juego, los medianos corren como pollos descabezados por el terreno de juego, pateando zombis caídos, mientras los engendros se van poniendo en pie a duras penas mientras exhalan un hedor particularmente tóxico que, ¡oh, sorpresa!, el árbitro no parece percibir. Se le ha debido de meter alguna moneda de oro por la nariz...


 

Todos sabemos que árbitro y corrupto son sinónimos en Brutal Ball, pero ¡hasta los hinchas protestan cuando desaparece uno de los puntos de Ubrovnaith del marcador! Por un momento, hay más acción y pasión en las gradas que en el terreno de juego, donde los cuatro balones devueltos rebotan por un panorama desolador trufado por los excesos de la peste.


 

Por supuesto, un desierto así es un paraíso en tierra para las aberraciones necrománticas, que aprovechan el vacío para recolectar balones y marcar sendos tantos en la puerta de los gélidos y de las panteras. ¡Incluso consiguen realizar un pase corto! Los elfos sombríos empiezan a acusar el desgaste: casi sin jugadores en el pozo, se debaten para no perder el control del encuentro... sin éxito.


 

Los goblins, por el contrario, consiguen derribar a un zombi que renqueaba con un balón, un lanzador lo recupera, entrecierra los ojos, lanza, pase preciso de 10 brazas e ¡intercepción zombi! ¿De dónde demonios ha salido? Con esta penumbra infernal no hay quien vea más que salpicaduras de sangre... Los hachas no pierden la moral y siguen presionando hasta que se pierde el balón de nuevo. El centro del campo se convierte en un masa informe de goblins que tropiezan al intentar saltar por encima de zombis y donde los brazos del bloqueador de los engendros marca la ley. Los medianos, sea por miedo, sea por tener las piernas demasiado cortas, se mantienen a una prudencial distancia sin conseguir recuperar el cuarto balón ni quitárselo siquiera al línea no-muerto. Así, llegamos a la mitad del encuentro con un marcador ajustadísimo: Panteras 7 – Engendros 6 – Gélidos 4 – Hachas 5


 

Los Gélidos de Verennoth entienden por fin qué es lo que necesitaban: ¡sobornar al árbitro también! Ya sin esta presión encima, se dedican a hacer lo que mejor saben: juego de campo. A base de pases de mano, en un claro ejemplo de abuso motriz, roban un balón a los zombis y marcan dos ensayos, poniéndose a la cabeza del marcador.

Por su parte, los hachas intentan hacerse con los balones gracias a su agilidad, pero apenas consiguen empujar a los zombis en la melé. El caos en el centro del pozo es formidable. Uno se derrumba sobre un goblin, placándolo, y su aspecto perturbador hace que pierdan un balón al recogerlo del suelo. Este rebota en manos de un zombi. Tres halflins se levantan del suelo para placar al lanzador goblin y al final lo consiguen, aunque cayendo uno de ellos. ¡Pasan más tiempo en el suelo que de pie! Un lanzador de los panteras recupera el balón, realiza un pase de 5 brazas y ¡ensayo en puerta goblin! Los malditos comemieles no paran. ¡Están ebrios de victoria! Mientras, los Engendros de Maalchain convergen hacia el centro del campo, levantándose como en una pesadilla, pero se atascan: son la pesadilla más lenta del repertorio.


 

Los Panteras de Patas Rosas no quieren perder su título de equipo más guarro del encuentro, así que mandan a un espía con pastelitos de loto negro al banquillo de los Gélidos de Verennoth para enterarse de sus planes secretos para ganar el encuentro.

Los goblins, haciendo honor a su poco sentido común, asaltan la melé central, pero los zombis la mantienen muy unida. Al final, un punta consigue derribar al interceptor que lleva el balón y un línea lo recoge de inmediato. El público se enardece ante la proeza hasta que, al esprintar hacia la puerta de los gélidos, tropieza y se deja el balón —y varios dientes— frente al banquillo de los elfos sombríos.


 

Es el momento del optimismo desatado. Un interceptor halflin recupera un balón y consigue un pase de 6 brazas a pesar de la mala visibilidad y de la cantidad de adversarios que lo rodean y, tras una impecable recepción, el corredor sale pitando, haciendo morder el polvo a un zombi y marcando ensayo en puerta de Maalchain.


 

Inspirado por la proeza, un lanzador se desmarca para recuperar dos balones juntos pero es placado con toda la violencia que corresponde por un elfo sombrío. ¡Los malditos halflins empiezan a parecer profesionales y el público ruge indignado y fascinado a partes iguales!


 

Los Engendros de Maalchain se muestran mucho más conscientes de su lugar en el mundo y se abren paso lentamente a galletazo limpio, mandando a gente a la enfermería, hasta que un zombi bloqueador consigue llegar hasta los dos golosos balones ¡y hacerse con ambos al mismo tiempo! Con uno en cada manaza es como una escultura al absurdo, pero si consigue seguir avanzando hasta la portería goblin se pueden poner en cabeza.


 

Los Gélidos de Verennoth no piensan convertirse en el equipo que dejó que un zombi marcara dos ensayos simultáneos, así que se lanzan como perros de presa contra la aberración... ¡que consigue debatirse con cinco elfos al mismo tiempo! Sí, vale, son elfos, pero la lluvia de empujones, patadas, bloqueos múltiples es digna de una caterva de orcos y... ¡nada! Apenas consiguen que los balones por el suelo y solo recuperan uno.


 

Por fortuna, no han puesto todos sus huevos en el mismo sitio y, desmarcándose de la melé, un punta recupera el balón huérfano y, aunque se clava en el sitio, consigue realizar un pase de mano a un línea, este a una bruja, que esquiva, correr y ¡ensayo!

El público, entre la penumbra maléfica, la peste de los zombis y las estrafalarias actuaciones de los equipos, está tan caldeado como poco empático. Ya no se sabe quién anima a quién ni por qué. Los zombis, poco dados a prestar atención a estas cosas —o a nada en general— siguen con su táctica de tierra quemada y despejan su zona y hasta consiguen recuperar dos balones ¡y realizar un pase preciso! En el centro del pozo, por el contrario, se empantanan, y el bloqueador zombi tampoco consigue recuperar el balón a pesar de todos sus bramidos.


 

Es entonces cuando los Gélidos de Verennoth despiertan de su letargo. Mejor situados que sus rivales, marcan tres ensayos consecutivos: el primero, en puerta goblin, directo y sin complicaciones; el segundo, con un elegante despliegue en abanico que articula su juego de pases de mano; el tercero, con el que se ponen en cabeza, tras empujar a un halflin y esquivar su patético intento de placaje. ¡Victoria y humillación!


 

Los Hachas de Ubrovnaith no terminan de entender que todo el pescado está vendido ¡para deleite de los aficionados! Derriban al zombi que intentaba correr patéticamente con el balón y lo mandan a enfermería tras usarlo como cama elástica. Luego un línea corre hasta el balón perdido, lo recoge y marca un gol en el pórtico de los de Maalchain dejando claro que de matemáticas van más que justos. Las Panteras de Patas Rosas corretean por el campo cruzando sus dedos regordetes para cazar los balones perdidos y sobrevivir al último octavo.


 

Ante la granizada de botellines de sángrar —¡la cerveza que te pone a cien!— vacíos, gracias al Destino, y pellejos rechupados de ratas cocidas, el entrenador de los Hachas de Ubrovnaith y un médico de los Gélidos de Verennoth desertan sus respectivos banquillos. Los zombis, menos sensibles a las lluvias de despojos y al humor voluble del público, se van poniendo de pie e intentando acercarse a los balones, pero son lentos. Tan solo hay un momento de esperanza cuando un línea se desmarca a gruñidos, alcanza un balón, realiza un pase de mano a un bloqueador y este ¡tropieza miserablemente al esprintar hacia la puerta elfa!


 

Sigue el festival de frustraciones. Uno de los bases consigue recuperar un balón entre un goblin y un halflin, realizar un pase preciso sin que sus ridículas manitas lo perturben, que vuela entre los adversario como un relámpago ¡hasta rebotar en la cabeza del otro interceptor!


 

Los últimos granos del reloj de arena van cayendo mientras los jugadores hacen lo propio por doquier. Dispersos y desnortados, el último octavo del encuentro se convierte en un baile de placajes, saltos, mordiscos a la osamita, requiebros de cintura, tropezones y caos generalizado. Los balones rebotan por doquier, por el suelo y sobre los jugadores derribados, y en cuanto un jugador parece conseguir escapar, es placado sin piedad. Tan solo los elfos consiguen marcar un último tanto, e incluso los medianos, que casi llegan a escaparse en el último momento, han de aceptar la derrota.


 

Al final, entre los grises de la bruma necromántica, los Gélidos de Verennoth se alzan con una indiscutible victoria y un nuevo récord en esta edición del Cráneo Abierto. Lástima que la deserción de uno de sus médicos haga que uno de sus puntas tenga que dejar el equipo por problemas respiratorios. En fin, podría haber sido peor: dos de los Hachas de Ubrovnaith no volverán a jugar... al menos, sin nigromantes de por medio. Todo apunta a una intoxicación por ratas cocidas en mal estado por mucho que los necios de la Revista Roncos pidan a gritos una investigación de los Engendros de Maalchin.

Siéntelo...

un susurro frío, justo en la nuca

Siéntelo...

la mano fría, ya en tu espalda

¡Grita ya!

¡Verennothia, Verennothia!

¡Gélidos de Verennoth!

 

Resumen de los resultados:

Gélidos de Verennoth (Elfos sombríos; Valor: 950 Pozales de Oro) – 25 puntos.

Hachas de Ubrovnaith (Goblins; Valor: 850 Pozales de Oro) – 0 puntos.

Panteras de Patas Rosas (Medianos; Valor: 965 Pozales de Oro) – 19 puntos.

Engendros de Maalchain (Redivivos; Valor: 800 Pozales de Oro) – 0 puntos.

Comixininos

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