Aguasierpes (la novela)

1 post / 0 nuevo(s)
Imagen de pedro614
pedro614
Desconectado
Poblador desde: 09/02/2009
Puntos: 51

NO ESCRIBIR MENSAJES AQUÍ

Cuando Oscurece en Aguasierpes

Capítulo 1

Elvira corría atravesando los grandes almacenes, esquivando mesas, armarios y percheros. Quedarse repasando las cuentas de la tienda textil fue un error. Nunca imaginó que el asesino la elegiría como víctima. Apareció de repente ante ella, en su despacho, armado con un machete y el rostro oculto. Lo que pareció ridículo se transformó en pánico. Sabía quién era y lo que buscaba. Los noticiarios nacionales le apodaban el Rondador del Miedo, porque merodeaba por la provincia de Jaén escogiendo a las víctimas al azar y sembrando el terror. Se había ganado la mala fama a base de cruentos asesinatos.
A pesar de la angustia que vivía la provincia, Elvira desafió e insultó a la señora prudencia. Comprendía que iba a morir. Sería la víctima número seis.

-¡Andrés! ¡Dónde diablos te has metido?-gritó Elvira entre sollozos.

Al doblar la esquina del pasillo, tropezó y cayó de bruces al suelo. Giró la cabeza y se le dibujó un rostro de horror con los ojos completamente abiertos. El vigilante permanecía caído y degollado. La sangre todavía emanaba de su garganta. La mujer comprendió entonces por qué Andrés no acudió a sus repetidas llamadas de auxilio.
De un impulso, Elvira se levantó como un resorte con las manos empapadas en sangre y continuó su alocada huída. Al llegar al final del pasillo, se obligó a detenerse y mirar.
Vio al tipo allí mismo, parado, contemplándola. Era un monstruo sin identidad, aterradoramente real, dejando al hombre del saco como una ridícula leyenda para niños.
Se dirigía hacia ella.
Elvira sintió el terror más profundo. Se puso pálida de miedo, temblaba de miedo. Los sentimientos que se reavivaron con el peligro inmediato fueron sensaciones desagradables, intensas, desde el malestar hasta el pavor, urgencia de escapar y gritar.
El oscuro asesino siguió avanzando con seguridad.
Elvira reaccionó lo más rápido que pudo para continuar escapando. Tal vez era demasiado tarde. Tal vez fue el terror el que se volvió a apoderar de ella y de sus pasos, o la imagen de la cara lacerada del vigilante y esos ojos desorbitados por el terror que tuvo que sufrir antes de ser asesinado, pero un paso en falso la hizo caer al suelo y lo siguiente que deseó fue cerrar los ojos para siempre.
Tardó pocos segundos en oler de nuevo a su asesino. Jamás imaginó que lo primero que sentiría sería esa fragancia recorriendo sus fosas nasales, un olor tan fuerte como debiera ser, pensó, la propia muerte. La cogió de los brazos y la tumbó contra el suelo, pegando su cara al azulejo, al tiempo que presionaba sus rodillas en los muslos de ella. Elvira sintió que todo se desmoronaba a su alrededor. Realmente tenía los ojos cerrados, pero quería ver la cara por primera y última vez de aquel hombre tan temido en la provincia. En un último impulso, se colocó frente a su agresor de un brinco, pero ya era tarde, un machete asestaba un frío golpe contra su cráneo, penetrando hasta su cerebro y hundiéndole la cabeza contra el suelo.
Efectivamente, ya era un hecho. Se trataba de una nueva víctima del Rondador, y éste había dejado una nueva pista de su misterioso legado, una nota con un corazón color azul caía sobre el pecho de Elvira.

Cuando Carolina escuchó el timbre de su puerta tuvo un mal presagio. Supo que aunque quisiera evadirse del mundo criminal, sus vacaciones serían interrumpidas. La región era una lotería para los detectives, y aunque ella no había comprado ningún boleto, sabía que le podía tocar el gordo.
Se frotó el pelo, bostezó y abrió la puerta. Reconoció a Berta, la jefe de la policía local.

¾Disculpe que la moleste inspectora, pero tenemos un problema grave.
¾Suéltelo ya agente¾apremió Carolina medio dormida.
¾Está aquí. Miguel nos avisó, y en cuanto nos presentamos...

Media hora más tarde, a las siete y catorce minutos de la madrugada, Carolina volvía forzosamente a trabajar. << Puñeteros psicópatas, ¿por qué no asesinan durante el día? Vamos Carolina chica, despierta de una maldita vez >>.

¾Siento molestarla, sé que está de vacaciones¾se disculpó Berta¾, pero usted es una experta
¾Gajes del oficio. Y encima no me pagarán las horas extras¾se quejó Carolina.

A Fernando Mino Blanco lo apodaban “ El Sacamuelas “, porque a pesar de no ser una persona fuerte, cada golpe que propinaba dejaba al adversario sin uno de sus dientes. Era un hombre de complexión normal, pero muy belicoso.
Aquella mañana permanecía a la escucha de la radio. Los aficionados a la emisora ilegal, piratas en internet, habían captado las comunicaciones por radio entre la policía de Aguasierpes y la Central, poniendo a casi todo el mundo al corriente de las novedades.
Fernando decidió quedarse en casa, o tal vez saldría. Era sábado, fin de semana. No tenía que ir a trabajar, y en Aguasierpes no había mucho entretenimiento.
Supo entonces que no se aburriría.

Bastian se encontró en la plaza mayor con el profesor Erasmo. Solían abrir juntos la biblioteca ya que el fin de semana el instituto permanecía cerrado, y más en temporada baja, o en vacaciones.

¾¿Se ha enterado profesor?
¾¿Qué ocurre? Escuché la sirena de la policía de madrugada.
¾¡Elvira y Andrés han sido asesinados esta noche!¾anunció Bastian portando varios libros¾. Creo que ese Rondador de Miedo ha llegado a nuestro pueblo.
¾¡No fastidies!
¾Ya lo creo. Me crucé con el alcalde y su ayudante, creo que convocará una reunión en el ayuntamiento. No creo que debamos abrir la biblioteca.
¾Tampoco es que viniera mucha gente¾concluyó Erasmo.

- Uff mi cabeza... ¿qué hora es?
Mayra estiró el brazo y miró la hora, el escándalo que estaban formando sus padres la había desvelado de su frágil sueño - Joder son sólo las doce... ¡os podéis callar un ratito! ¡Hostias que es sábado!- Chilló con la poca fuerza que quedaba en sus pulmones quemados por la monumental juerga de la noche anterior.
Al instante escuchó cómo su madre se precipitaba escaleras arriba y entraba con estrépito es su habitación.
- ¡Es que para un puñetero día de descanso que tengo no se puede dormir o qué?
- ¿Cómo puedes pensar en dormir?, ay Dios mío May que tragedia, ¡qué tragedia!
- ¡Afús haber qué drama te pasa ahora! ¿Se ha vuelto a estropear la lavadora?
- No te lo vas a creer May, ¡ay Dios mío!
- ¡Deja ya a Dios tranquilo! ¿Me lo vas a contar ya? Porque sino ya te puedes pirar que tengo sueño...
- Han matado a Elvirita May...
- ¿Qué?, déjate de coñas "má" que no tiene ni puta gracia... - Mayra miró el gesto serio y compungido de su madre y supo que no bromeaba.- Pero ¿qué ha pasado? ¿Un accidente o qué?
- No lo sé May, el alcalde ha convocado al todos los del pueblo para que vayamos yendo al ayuntamiento, haber qué nos cuenta. Aunque...- Su madre giró el rostro hacia el inmenso ventanal de la habitación de Mayra que daba a la azotea y se detuvo unos segundos respirando hondo.
- ¿Aunque qué "má"?
- Dicen por ahí que ha sido ese hombre, ese malnacido... el Rondador del Miedo- dijo con una mezcla de respugnancia y pánico en la voz.
- ¡Anda ya mamá! ¿Cómo va a estar ese tío aquí? ¿Que vendría a hacer en una mierda de pueblo como este? Seguro que ha sido un accidente o... yo que sé
- No sólo han matado a Elvira, May, también a Andrés, el vigilante...
- ¡Por Dios! No me lo puedo creer, no es posible...
- De todos modos es bueno que vayamos a ver qué tiene que decir el sabihondo del alcalde. Tu padre y yo vamos ya para allá.
- Yo tengo que ducharme, no pienso salir con esta cara. Id para delante, yo ahora luego voy.
- No me gusta que andes sola May, no se sabe qué es esto y...
- ¡Mamá por favor no seas plasta! Quédate tranquila, iré a buscar a Eva de camino para allá; no te preocupes ahora te veo allí.
- Esta bien, no tardes hija por favor. Hasta ahora.- Y con el mismo gesto serio con el que había entrado abandonó la habitación.

Mayra se miró al espejo; tenía todo el rímel corrido por los ojos y el colorete esparcido de mala forma por los carrillos, y aún así no podía dejar de notarse la palidez que había adquirido su rostro al conocer la amarga noticia - Dios mío Elvira... una tía tan simpática y agradable con todos, siempre cooperativa y con una sonrisa..., ¿por qué le haces esto a las personas buenas?- Prefirió dejar de pensar porque las lágrimas estaban llegando a sus ojos y no quería llorar como una niña pequeña, había que mantener la templanza.
Se miró de nuevo al espejo y se revolvió el pelo, una vez que este cubría un poco su rostro se sintió más atractiva.
Iba a dirigirse a la ducha pero antes le apeteció salir a su lugar favorito, su azotea, desde donde practicamente podía verse todo Aguasierpes. Miró hacia abajo debido al revuelo en la calle que llegaba a sus oídos: Aurelio salió de su casa, claramente iba en dirección al ayuntamiento. Vislumbró un poco más a lo lejos la casa de Carolina - seguro que está investigando el tema - se dijo para sí.
Respiró hondo y decidió que ya era hora de ducharse o iba a ser la última en aparecer. Se giró hacia la izquierda y algo atrajo su mirada; una figura de negro en lo alto de la colina del oeste. Se frotó los ojos, notó como salía la pestaña cargada de rímel que le estaba fastidiando el ojo desde hacía rato. Miró de nuevo fijamente a la colina, allí no había nada.
- Mira mejor que me meta ya en la ducha porque con esto sólo puedo pensar en dos opciones: una, o me hecho menos rímel porque me está lastimando la vista, o dos, más vale que me plantee dejar de beber ocho chupitos de tequila por noche...

Cloe y Oriana preparaban las cosas en la taberna de El Lobo Negro. Durante el día se servían desayunos y servicios de restaurante. Por la noche el local se transformaba en el típico lugar de copas previo a la fiesta nocturna.

¾¡Eh! Chicas, dejarlo todo¾ordenó Diego entrando por la puerta¾. Hoy tendremos que cerrar.
¾¿Qué ocurre?¾preguntó Cloe.
¾Han matado a Elvira, y también al vigilante del almacén.
¾¿Cómo? ¿Pero qué dice jefe?¾inquirió Oriana.
¾¡Cojones que ha habido una matanza!¾chilló Diego¾. Anda todo el pueblo alborotado, creo que habrá una reunión general en el ayuntamiento.

Cloe y Oriana se miraron entre sí extrañadas.

David, cerca de la taberna, había despertado con resaca. La borrachera de la noche anterior no le impidió enterarse de las noticias. Se incorporó en el banco y se frotó los ojos. Recordó sus razones, recuperó la concentración. Un asesino en Aguasierpes, quizás fuera el criminal que buscaba. Puede que David fuera el único en alegrarse de las malas noticias. El Guerrilla podría tener trabajo de nuevo. Estaría ocupado, se divertiría en aquel odioso pueblo.

Eduardo, un tipo con traje de marca, Eva López, Mayra González y Diana, se encontraban en la puerta del Centro Deportivo. Vieron llegar a Echolls a toda prisa. El entrenador y encargado del gimnasio, se aproximó a ellos y dio las novedades.

¾Hoy no podré abrir.
¾¿Qué ocurre?¾preguntó Eduardo mirando su Rolex.
¾ ¿De verdad no os habéis enterado? Han asesinado a Elvira, en el almacén textil. Están avisando a todo el mundo.
¾¡Cómo? Estás de guasa ¾ dudó Eva López.
¾¡Qué no maldita sea! Habrá una reunión en la alcaldía. No podré abrir hoy. Tendré que ir. Hacer lo que queráis pero el gimnasio queda chapado hasta nuevas órdenes.

Echolls se dio la vuelta y se alejó. Los demás se quedaron allí parados, sin saber que hacer. Eduardo sacó su teléfono móvil e hizo una llamada.

Alberto Espinosa caminaba empujando la silla de ruedas del alcalde. Los dos se dirigían al ayuntamiento atravesando la plaza principal.

¾Dios mío, señor Aurelio, ¿qué vamos a hacer?
¾Ante todo conservar la calma. Debemos advertir a los ciudadanos. Asegúrese de que todo el mundo acuda al ayuntamiento a las diez en punto de la mañana¾ordenó Aurelio ajustándose la corbata al cuello¾. ¡Maldita sea! ¡Tenía que tocarnos a nosotros!
¾¿Qué ocurre señor?
¾Tenemos que tapar este asunto. Si la gente se entera de que este pueblo está dentro del radio de acción de ese psicópata, nos quedaremos sin turistas para el invierno.
¾¿Y qué vamos a hacer señor alcalde?
¾Lo primero será cogerlo. Ante todo la seguridad de nuestra gente. Luego evitar a los medios.
¾Sí señor alcalde¾afirmó Alberto.

Aún siendo de día, apareció en lo alto de la colina oeste de Aguasierpes. Su habitad natural era la noche, pero le daba igual. Lo llamaban Lengua de su Amo y era un camaleón humano, se mimetizaba con el entorno y nadie podía descubrir su presencia. Se confundía con rocas y tierra, matorrales o vegetación, haciéndose prácticamente invisible. Era un observador harapiento.
Después de su paso por Rincón de Lobos, en Castellón, estaba deseoso de asistir a una nueva matanza. Escudriñó con sus prismáticos el pueblo y preparó la cámara para grabar. Sacó el móvil e hizo una llamada a un número concreto, a unas personas cuya web se creía que era una leyenda urbana.

¾Presidente, todo preparado. Iré informando de las evoluciones del socio treinta y siete¾comunicó Lengua de su Amo con voz ronca¾. Esto promete ser un baño de sangre aún mejor que lo de Rincón de Lobos.

Colgó y reptó hasta la cima del montículo. Permaneció atento.

"En fin" se dijo David a sí mismo "será mejor que empiece a moverme". Salió de la ducha habiendo borrado cualquier rastro de las sucesivas borracheras que habían constituido su rutina reciente, no era el momento de entregarse al Jack Daniels después de todo. Se anudó una toalla negra alrededor de la cintura, se dirigió a la cocina, cogío la jarra de la cafetera, llena hasta el borde de un humeante y aromático café y un maletín que descansaba sobre la encimera y fue a sentarse en el salón.

La pared del fondo estaba constituida casi en su totalidad por una enorme cristalera, por lo que la luz natural bañaba prácticamente todo el apartamento. Después de vaciar media jarra de café de un trago, apoyó el recipiente en la mesa, abrió el maletín y extrajo varios periódicos, un cuaderno y bolígrafo. Aunque en las últimas semanas su principal ocupación había sido destruir su hígado con alcohol, tampoco había estado de brazos cruzados y aquel asesinato de la noche anterior había reavivado sus energías. Aún le quedaban amigos con recursos y mientras leía artículos y columnas sobre asesinatos recientes esperaba la llegada de un fax con todos los detalles del nuevo crimen. Un ligero chirrido le advirtió de la llegada de los documentos.
El escaneo de las fotos no era el mejor, pero era suficiente. "El modus operandi es bastante similar al de Rincón de Lobos..." pensó. Abrió su cuaderno, escrito hasta la mitad, y añadió algunas anotaciones. Por lo que recordaba haber visto y escuchado en el Lobo Negro en el pueblo había unas treinta personas. La mayoría no parecían muy interesantes, pero no podía descartar a nadie.

- En fín - dijo en voz alta - tendré que salir a dar una vuelta. "Seguramente estén reuinidos en el ayuntamiento".

El segundo trago dejó vacía la jarra de café y se vistió rápidamente con lo primero que encontró en el armario. "Un día de estos tendré que hacer la colada" pensó " aunque, qué diantres, es más fácil comprar ropa nueva". Cerró la puerta blindada dándo cuatro vueltas a la llave y enfiló la carretera que bajaba hacia el centro de la ciudad. Mientras caminaba, sacó una libreta del bolsillo interior de su chaqueta y leyó la lista de nombres. "Bastian Rodriguez...Diego...Julián Echolls...vaya, Echolls" - algo le daba vueltas en la cabeza - "No es el apellido más común del mundo, pero no tiene porque pertenecer a la misma familia...de todas formas tendré que hablar con él."

Al término de sus divagaciones se dió cuenta de que sus pasos le habían llevado, quizás por instinto o quizás por costumbre, hasta la puerta cerrada del Lobo Negro. Mirando a través de una ventana estaba Berta, la jefa de la policía local. "Bueno, por algo hay que empezar..."

A media mañana empezó la reunión, la escasa población estaba congregada en la sala principal del ayuntamiento, en la plaza mayor, no tenía perdida. Algunos no habían aparecido aún, por causas desconocidas. Hugo el dueño del hotel y miembro de la junta, se erigió como portavoz de la alcaldía, supervisado por Aurelio que estaba sentado en su silla de ruedas detrás de él.

¾Escucharme¾dijo Hugo alzando la voz hacia los presentes¾. De momento que todo el mundo permanezca en sus casas y conservemos la calma. Berta y la inspectora Carolina se encargarán de la investigación. Volver a vuestras casas y llamar por teléfono a la comisaría si veis algo extraño o pasa cualquier cosa.
¾¿Pero quién nos va a proteger de ese asesino?¾exigió Diego.
¾Creemos que sólo estuvo de paso por el pueblo y se marchó. De momento esperaremos el resultado de los forenses, dentro de unas horas¾respondió Berta¾. Una patrulla de la Policía Nacional custodia la escena del crimen. Son nuestros únicos refuerzos, la comisaría central no puede enviarnos más ayuda, tienen a todos los agentes ocupados en los asesinatos por toda la provincia.
¾Claro, y un pequeño pueblo les importa una mierda. ¿Y si ese mal nacido sigue aquí? ¡En nuestro pueblo!
¾De momento no podemos hacer más, vuelvan a sus casas y enciérrense.

Hubo un murmullo de desaprobación y pasaron algunos minutos discutiendo. Poco después cada uno tomó su propia decisión, dejando la sala de reuniones vacía. Una vez en la calle, cada uno tenía que tomar la opción que viera más acertada.

Aquella misma tarde, en la posada de Azul, la luz parecía tornársele en los tonos más siniestros de la oscuridad. Los paramentos de su habitación aparentaban escupirle la más delgada flema de luminancia solar, que, por el ventanal, apagadamente penetraba. El amoblamiento, decorado en libros, despedía un aroma amaderado que secaba la pieza entera.
Sobre una mesa de noche, que se hallaba a un lado de la cama había, tendida, una carpeta de cierre, forrada en gamuza, con el lomo y las cubiertas por encima de la tabla superior. Y en la abertura del cuaderno, quedaban comprendidas dos páginas, de las cuales estaban: una en blanco, la segunda con la tinta todavía fresca.
Azul, con su tez, rellenaba el espacio, vacío de claridad, que en sus aposento sobraba; y desmontaba sus atavíos con lentitud.
Descubiertos los hombros, su espalda sin abrigo, se inclinaba por sobre sus senos a ayudar a las engarabitadas manos a despejar de su cintura el entallamiento del vestido que llevaba.
Era una daga desembainada, en su frialdad, es su palidez, en la perpetuidad de su quietud, en el filo de la agudeza de su mente. Sin movimiento, sin manos que la sostuvieran. Ese era el destino que los días parecían ofrecerle.
La soberbia negrura de sus ojos, revelaban con su brillo, la verdad antagónica de una mentalidad pura, que en ella residía, o regía. Una mentalidad que fue moldeada con el dolor, forjándose en su interior el producto de la mezcla, entre odio y temor, más imperioso del que pudiera haber imaginado estar presa. Quizá éste forjara la de todos en Rincón de Lobos. Pues el pueblo entero se sumía en ambos, como Azul, una parte en pavor, otra parte en el coraje.

DIARIO DE AZUL, 3 de agosto de 2008.

"En qué estuve pensando en estos últimos días, no me animo a recordarlo. Un entrelezamiento de días pasados y sucesos recientes me tienen algo desorientada; como un deyavú que confunde a quien lo experimenta y sin arrojar mayores datos lo deja en la incertidumbre de no saber en qué tiempo aconteció lo que se cree haber vivido.
Particularmente siempre he tomado la vida de manera animosa, recibiendo con alegría los regalos, aceptando a crualdad del destino cuando la desgracia se avecinaba.
Pero hoy, hoy puedo tomarla de ninguna manera. Ni siquiera buena, ni siquiera mala. Y no es eso lo que considero negativo. Lo que realmente lamento es que esta desesperanza absoluta me haya obligado a transitar por una estrada de de desgano y nihilismo, que yo misma, en otra época le hubiera criticado a cualquiera.
Con las afirmaciones anteriores, talvez lo que procure sea dar excusas para apañarme y permitirme estas desmedidas licencias.
Realmente me siento desconforme con la manera en que estoy llevando mi vida. A penas cumplo con mis alumnos en el instituto. Poco he alcanzado con lo de Rubén: escasos datos, descompromiso, desinterés por parte de las autoridades. Todo como si estuviera bajo un manto de complicidad. Y demasiadas teorías.
Para colmo, y retomando a mí, he notado que Joaquín se me ha acercado de manera insinuosa. Me llama la atención viniendo de un hombre como él; y no quisiera pensar mal, pero creo que detrás de sus ojos claros está pidiendo a gritos que alguien le brinde un poco de cariño. Y yo quisiera, pero no me siento en un momento en que me pueda dar el lujo de establecer una relación con alguien. Para ser sincera, no estoy en un momento de mi vida que me sugiera predispocición alguna. Es que ni siquiera sé porqué sigo residiendo en este puto pueblo.
Cuando me pregunto esto último, me respondo que ´todo es por Rubén´. Pero más allá de él, sé que hay algo, quizá latante en la profundidad de mi alma, que me mantiene atada a esta páramo sehumanizado."

Odio el egoísmo.

 OcioZero · Condiciones de uso