El destino y la piel (CF)

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claudioalejandro
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De todas las técnicas de caza que conozco, la del noatí es la más ingrata. Uno llega a ese planeta infernal donde habitan y son plaga, coloca las jaulas y simplemente se sienta a esperar que ellos aparezcan. Generalmente, por la tarde, salen de sus cuevas y, no bien lo ven a uno, no importa la distancia donde se encuentren, comienzan un lento peregrinar rumbo al interior de la trampa. Cuando el número es demasiado grande y ya no caben, aguardan casi con impaciencia que yo vacíe la jaula en el depósito de la nave y la reponga a su sitio para, ahora sí, ingresar en ella. A veces, en sus rostros inexpresivos, creo notar deseos de ser capturados, pero resulta sólo un efímero instante y luego la ilusión se pierde para dejar paso a esa mirada vacía y casi triste que poseen.
            Sus cuerpos miden aproximadamente sesenta centímetros, son algo obesos y carecen de pelo alguno. Tienen una tonalidad grisácea y caminan sobre dos cortas patas traseras. Sus cabezas y orejas redondas le otorgan una similitud sorprendente con algunos osos pequeños, ya extintos, que habitaban la Tierra, y su base alimenticia son las matas y arbustos que consiguen crecer sobre el suelo árido.
Su caza es algo que me produce un desagrado inexplicable, mas el valor al que se comercializa su piel hace soportable el clima inclemente y esa opresiva sensación de estar depredando criaturas indefensas.
            Sentado sobre unas rocas resecas considero la posibilidad de ampliar mis jaulas hasta alcanzar el centenar. Aún dispongo de buena capacidad de carga en mi nave y la necesidad de aumentar mis ingresos monetarios se agudiza ahora que Leticia está por dar a luz a nuestro primer hijo. Incluso podría utilizar la cámara ejecutora para transportar sus cuerpos. Es posible refrigerarla lo suficiente como para mantener la carne en buen estado. Si bien lo más valioso es su piel suave e impermeable, no puedo darme el lujo de despreciar la carne. En Ganha se la puede canjear por combustible, repuestos y otros suplementos importantes.
            Las jaulas están colmadas y ya culmina el día. Es suficiente por hoy. Me pongo de pie con esfuerzo, pensando que la falta de exigencia física acabará por achancharme, y agito suavemente una varilla de madera que utilizo como único instrumento de cacería para destrabar las puertas de las trampas. Una a una las coloco en posición y el guinche de la nave comienza a arrastrarlas al interior.
Los noatíes apenas lanzan unos suaves silbidos que parecen motivados más por la fatiga de permanecer de pie tantas horas que por estar siendo conducidos a su exterminio inmediato. Es un silbido rítmico que se produce cuando expelen el aire de sus pulmones a través las fosas nasales mientras que éstas comienzan a vibrar como respuesta al cansancio.
            Al cerrar una de las últimas puertas siento que algo tosco, como una piedra o un trozo de madera, roza mi mano izquierda. La retraigo sorprendido y veo a un noatí que, vuelto hacia mí en su jaula, posee una pata delantera apoyada sobre el enrejado. En su rostro concibo un gesto de curiosidad, pero sus ojos no me ven directamente a mí sino a algo en mi pechera de cazador. Me miro y descubro qué le llama la atención. Es un diminuto prendedor que posee la fotografía del rostro de Leticia, un regalo bastante cursi que ella me hiciera y que yo, a regañadientes, sabiéndome el blanco de las burlas de los demás cazadores, acepté utilizar. Sorprendido y un poco molesto la cubro con la mano libre. El animal, sin embargo, no desvía la mirada y me intranquilizo. Me apresuro a cerrar la puerta de la trampa y casi corro para culminar el trabajo en las restantes jaulas.
            Cuando todo está dispuesto regreso a la plataforma de carga de mi nave y superviso que la maquinaria funcione correctamente. Es un proceso simple de apilamiento de las jaulas y de conexión con las portezuelas de las cámaras ejecutoras. Entre las filas que se forman se deja un estrecho pasillo que me permite mover libremente para liberar las trampas y activar las cámaras en forma manual, si fuera necesario.
            Al estar todos los noatíes almacenados en el hangar, a espera de ser procesados, sus cuerpos despiden un olor fuerte que puede producir náuseas al que no esté acostumbrado a ello. Es el sudor producto del hacinamiento y la inmovilidad.
            La plataforma del hangar finalmente se cierra momentos antes que la noche helada y los vientos fuertes caigan sobre la superficie planetaria. Avanzo por los primeros pasillos y destrabo las trampas. Las portezuelas de las cámaras se abren y engullen conjuntos de cuatro animales por vez. Dentro de ellas les espera una muerte indolora y rápida al recibir un certero impacto de láser a través de los globos oculares que les amputa la frágil unión entre el cerebro y la médula.
            Todo marcha bien con las primeras pilas pero pronto siento una inquietud que me aqueja y se hace cada vez más fuerte. Busco con la mirada y descubro a un noatí observándome. Tal vez sea el mismo de antes, aunque eso es difícil de saber dada su similitud con los demás. A medida que avanzan los grupos rumbo a la cámara, él ajusta su mirada con un suave movimiento de la cabeza para no perderme de vista. No me quedan dudas, me está viendo.
            La inquietud es demasiado fuerte y decido detener la cinta transportadora de su fila. Voy hacia el depósito y regreso con un elevador. Me subo a la plataforma y activo el dispositivo hasta alcanzar la altura del noatí curioso. Éste me mira todo el tiempo sin perderse un movimiento, pero sólo él lo hace; el resto continúa indiferente, silbando por las fosas nasales, con la vista fija en las cámaras de ejecución.
            ­—¿Qué pasa, pequeño? —le pregunto irónicamente, inclinándome hacia él.
            Y entonces, de un momento a otro, su cuerpo se desvanece del interior de la jaula y reaparece a mi lado, parado sobre el elevador. Extiende su corta pata delantera y me toca suavemente el pantalón. Me sorprendo, pero extrañamente no me muevo del lugar.
            “Siento curiosidad por saber quién eres —me dice sin mover un solo músculo de su rostro—, y por lo que vendrá. Sé que he de morir en pocos instantes más y me atraen las posibilidades que me esperan.”
            Hay un sentimiento ambiguo en mi interior. Por un lado, urgencia por quitarme esa criatura de encima, por el otro, necesidad de escucharlo. Lo último resulta más fuerte.
            “Nuestra gente —continúa él con palabras que sólo oigo dentro de mi cabeza— habita este mundo desde antes de que el tuyo tuviera vida, y tantos años de evolución nos han permitido conocer cosas para ustedes impensadas. Cosas como la muerte y la reencarnación. Sabemos que luego de muertos naceremos nuevamente a la vida en la especie que haya resultado nuestro depredador. Así hemos vivido la vida de todas las especies que habitan nuestro mundo.”
            “La llegada de tu gente es un cambio por demás atractivo al cual ahora nos está destinado evolucionar y, personalmente, me agradaría mucho poder engendrarme como tu primer hijo.”
            Sus palabras me asombran y me alarman. ¿Cómo puede saber lo de Leticia? Mis rodillas amenazan con doblarse y tiemblan involuntariamente.
            Culminado su discurso se esfuma y reaparece nuevamente dentro de la jaula mirándome como a la espera de que yo reactive la cinta.
            Dudo por un instante y desciendo del elevador preocupado y conmovido. Ignoraba por completo que los noatíes poseyeran aquella inédita capacidad de traslación; es más, jamás los creí seres inteligentes. Esta novedad me sacude interiormente. Ella le otorga un matiz muy diferente a mi tarea. Ahora no se trata simplemente de cazar animales, se trata de depredar una raza milenaria tanto o más evolucionada que la mía propia.
Trago saliva.
Además, el hecho de haber permitido su evolución en humanos como yo me aterra; y mucho más me aterra la posibilidad de que ese animal fofo y sin gracia acabe siendo mi hijo. La idea me repugna.
Miro sus cuerpos lampiños y no puedo dejar de verlos como simples sacos de piel. De una piel exquisita y valiosa. De una piel que puede alterar el destino de mi vida, o no. El destino o la piel.
Qué más da. Ya está hecho. No tengo un cálculo real, pero en diez años de profesión han pasado muchos millares de seres por mis manos y por las de otros cazadores humanos. La reencarnación es por demás un hecho consumado... aunque siempre cabe la posibilidad de que esa creencia noatí no sea cierta después de todo.
Nunca fui demasiado creyente en nada.

Me doy la vuelta lentamente y reactivo la cinta intentando no mirarles el rostro. Sus cuerpos avanzan e ingresan en las cámaras de a cuatro por vez. En el aire se extiende un silbido suave. Ahora el sonido no se me antoja a fatiga. Ahora parece un canto pacífico y alegre.

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_Pilpintu_
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Poblador desde: 26/01/2009
Puntos: 2909

  Bienvenido/a, claudioalejandro

Participas en la categoría de Ciencia Ficción.

Recuerda que si quieres optar al premio del público o a su selección debes votar al menos una vez (punto 9 de las bases).

En este hilo te pueden dejar comentarios todos los pobladores. Te animamos a que comentes los demás relatos presentados.

Si tienes alguna duda o sugerencia, acude al hilo de FAQ´S y en caso de que no encuentres respuesta puedes señalarla en el post correspondiente.

 

...(...) "y porque era el alma mía, alma de las mariposas" R.D.

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Cabezón
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Poblador desde: 07/07/2010
Puntos: 35

Me gusta. Me parece una idea muy sugestiva y original.

Probablemente dios no existe, así que deja de preocuparte y desfiruta de la vida.

El diario de Baldo

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Adriker
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Poblador desde: 13/05/2009
Puntos: 442

Me ha gustado mucho este relato.

De principio a fin el texto discurre sin trabas gracias a un lenguaje sencillo repartido con brillantez, además, la trama también es interesante con lo que redondea el buen trabajo.

Mucha suerte.

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claudioalejandro
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Poblador desde: 30/01/2009
Puntos: 74

Gracias, Cabezón y Adriker.

Tengo este relato guardado en el cajón desde hace varios años simplemente porque no le acabo de encontrar un destino, así que presentarlo a este concurso me pareció lo más acertado. Lo escribí con esa idea de la reencarnación en la cabeza y creo que finalmente se transmitió lo que quise expresar. ¡Ojo que escribirlo no significa que me lo crea! Es una idea interesante y como tal se transformó en un cuento que me satisface cuando lo leo.

Después de todo esa creencia noatí bien puede ser falsa. Nunca fui demasiado creyente en nada.

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Carontex
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Poblador desde: 22/09/2010
Puntos: 85

Este relato de se me hace muy de Borges , no sé por qué , es tranquilo y  pacifico , dentro de lo que significa acabar con la vida de alguien , es perturbador , el final es abierto y misterioso, ¡vaya , que me gusta bastante!.

Saludos y suerte!

 

www.telefonica.net/web2/carontexx

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J.Calais
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Poblador desde: 09/09/2010
Puntos: 378

Me ha gustado mucho. La caza se vuelve tanto más cruda cuanto mayor es el conocimiento de sus consecuencias. Tu protagonista, sin embargo, es un descreído.

Curiosa forma de engendrar. jejeje. Muy buen trabajo. Enhorabuena.

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Berenice
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Poblador desde: 31/08/2010
Puntos: 213

Una de las cosas que más me gustó de tu cuento es la capacidad de sugerir  otras ideas o impresiones más allá de la historia que narra (al menos a mí me hizo pararme a pensar un rato). Un buen ejemplo de ciencia ficción humanística, donde se exponen hábilmente cuestiones filosóficas y religiosas. Felicidades!

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mawser
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Poblador desde: 17/07/2009
Puntos: 253

Buen relato, bien escrito y con una interesantísima carga filosófica.

https://www.facebook.com/La-Logia-del-Gato-304717446537583

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Gilles de Blaise
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Poblador desde: 26/01/2009
Puntos: 272

Enhorabuena por tu selección.

Gusta el relato y sí hace pensar en cosas que habitualmente no paramos a valorar.

La mentira puede recorrer el mundo antes de que la verdad tenga tiempo de ponerse las botas.

http://historiasdeiramar.blogspot.com/

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