Confieso que estoy muerto (F)

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Cabezón
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Poblador desde: 07/07/2010
Puntos: 35

Dicen que hablar por el teléfono móvil mientras se hace otra cosa es peligroso. Desde luego para mí lo fue. Caminaba por la calle hablando con un amigo y crucé por el paso de peatones. Miré hacia un lado, no venían coches. Pero no caí en la cuenta de que la calle era de sentido contrario (justo esa mañana el Ayuntamiento había cambiado el sentido de circulación). El coche venía a demasiada velocidad, no me vio hasta que ya era tarde…
Ni siquiera grité, fue demasiado rápido. Sentí dos fuertes golpes, primero en las piernas, luego en la cabeza cuando caí sobre el vehículo. Los cristales del parabrisas se incrustaron en mi piel. Y ya dejé de sentir.
No vi como caía en el interior del vehículo, sobre el conductor aterrorizado, ni como mi sangre manchaba el coche.
Ni oí a mi compañero gritando mi nombre por el teléfono. Por suerte era él quien había llamado, así que pudo cortar y avisar a Emergencias. Poco más tarde sonaba la música de Vangelis que tenía elegida como tono de llamada.
El aparato estaba tirado sobre el asfalto, y nadie le hizo caso. Todos los curiosos estaban mirando el interior del vehículo, donde el conductor trataba, entre gritos de terror, de zafarse mi cadáver de encima. Nadie fue capaz de ayudarle…
Por fin uno de los curiosos se fijó en el teléfono que sonaba sin cesar y lo recogió. Incluso pulsó el botón del telefonito verde y contestó.
Eran los de Emergencia.
Así pudieron enterarse, pues ni uno solo de los curiosos había pensado en llamarles.
Por cierto quien recogió el móvil se lo guardó en el bolsillo. No es que me importe mucho ahora, claro está. Pero es muy significativo.
Para entonces, el conductor estaba bajo un ataque de histeria. Mi sangre le caía sobre la cara y él no era capaz de otra cosa sino de gritar.
Entre los curiosos, sólo uno hizo algo: tomó su teléfono con cámara de vídeo y se puso a grabar la escena. Más tarde (ya se lo pueden imaginar) apareció el vídeo en Internet. Durante 2 días fue una de las páginas más visitadas: 25.476 visitas.
Por fin llegaron los de Emergencia. Una ambulancia y un coche de policía aparecieron atronando las sirenas.
Rápidamente, los policías se hicieron cargo, unos dirigiendo el tráfico (ni que decir tiene que el atasco formado tardó aún media hora en despejarse), otros tomando declaraciones a los testigos, que por cierto sólo eran dos; de todos los curiosos que aparecieron tras el accidente, la mayoría desapareció sin dejar rastro en cuanto vieron a la policía… incluyendo el que tenía mi móvil en su bolsillo. Los dos testigos que fueron interrogados, simplemente no pudieron escabullirse.
Y un par de enfermeros habían inyectado un sedante al conductor y lo tendieron en una camilla. Para entonces ya había una segunda ambulancia, y una grúa para hacerse cargo del coche.
Aquellos primeros enfermeros hablaron con los recién llegados, recogieron al conductor y se lo llevaron a un hospital para enfermos mentales. Estuvo allí dos semanas antes de recibir el alta y nunca más fue capaz de conducir.
Entretanto, mi cuerpo fue recogido y colocado en una camilla. El corazón estaba parado, no había pulso ni reaccionaba a ningún estímulo. Lo cubrieron con una manta y esperaron a la llegada del forense.
A todo esto, he de decir que yo lo sentía todo como si lo viera desde lo alto. Eso que dicen que se ve un túnel y una luz no fue cierto en mi caso. Simplemente, de pronto me sentí fuera del cuerpo. Como si fuera a vista de pájaro, contemplé mi cuerpo tendido dentro del coche. Pude ver como lo recogían, lo colocaban en la camilla, y lo cubrían.
Sentir, yo no sentía nada, ni dolor, ni sensación de peso, pero tampoco de ligereza. Ciertamente, no sentía nada de nada. Pero podía ver y oír. En cierta manera.
Oí algunas estupideces acerca del accidente, en boca de personas que no habían presenciado nada de nada. También oí a un policía llamar a mi familia para darle la noticia.
Vi como llegaba el forense y firmaba el certificado de defunción. La verdad es que no tuvo que esforzarse demasiado, y aún me tenían que hacer la autopsia para confirmar la causa de mi deceso.
En el hospital, mi esposa me reconoció y se echó a llorar. Con ella estaba una prima que la consoló como pudo.
Luego me hicieron la autopsia, y los enterradores se hicieron cargo de mi cadáver. Como es habitual en ellos, aprovecharon el dolor de mi esposa para hacerle firmar un entierro a todo lujo, vaciando mi cuenta corriente.
Yo había dejado bien claro que no quería entierros, sino cremación, pero o bien se olvidaron o no me hicieron caso.
Me enterraron en un nicho del cementerio, y allí fueron todos mis familiares, incluidos primos y tíos que ni sabía que existían, y muchos más amigos de los que he tenido alguna vez.
Las cosas que dijeron de mí… en fin, mejor no las repito. Eran alabanzas tan exageradas, que hubiera preferido me las dijeran en vida (tengo el ego muy fuerte, y no tuve muchas ocasiones de satisfacerlo hasta entonces).
Termino.
Mi cuerpo se fue descomponiendo. Es curioso que en todo momento fui consciente de mi cuerpo pese a no estar en él, y ni siquiera poder verlo en la oscuridad del nicho. Incluso ahora siento cómo los huesos permanecen sin descomponerse. Es la única sensación que tengo. La única.
Dicen que hay otra vida después de la muerte. No lo sé. Sólo soy consciente de ésta percepción corporal  que se va desvaneciendo poco a poco. Llevo ya unos doce años así, pues también tengo percepción del tiempo.
Pero no he visto ni ángeles ni demonios, ni santos ni dioses. No me han juzgado ni me han prometido otro cuerpo para reencarnarme.
Aún estoy aquí. Pero voy desapareciendo…

 

Probablemente dios no existe, así que deja de preocuparte y desfiruta de la vida.

El diario de Baldo

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_Pilpintu_
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Poblador desde: 26/01/2009
Puntos: 2909

 Bienvenido/a, Cabezón

Participas en la categoría de Fantasia.

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...(...) "y porque era el alma mía, alma de las mariposas" R.D.

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Alev
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Puntos: 94

Es, cuando menos, interesante.  El final me gustó mucho.

"Los fantasmas son reales, los monstruos también, viven dentro de nosotros, y algunas veces... ellos ganan.." Stephen King

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L. G. Morgan
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Tan ágil como ácido. Un planteamiento diferente sobre la vida y la muerte, y una concepción bastante poco halagüeña sobre el género humano.

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Entretenido el relato, sí, y cumple con lo que se propone. Bastante negativa la perspectiva del protagonista, pero ¿qué decirle con lo que ya lleva encima?

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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