Epidemia - CF

Epidemia (Relato) 
 
Introducción
Una fuerte lluvia estaba azotando al pueblo los truenos no se hacían esperar y el sereno ya había bajado casi hasta el suelo, no era realmente un buen día y muchos menos para dar a luz, la familia Greed se habían quedado atrapados en su casa mientras esto pasaba, habían prendido la radio y en ella se escuchaba todo aquello que ellos tanto temían, “y hay un gran choque en la calle Rio azul, desde aquí por lo que vemos habrá un gran congestionamiento por los siguientes horas” dijo el reportero antes de pasar el control a uno de sus compañeros y empezar a hablar de recetas deliciosas para días de lluvia, una persona de la familia fue a apagar el radio y en ese momento se empezaron a escuchar los gritos desgarradores de una chica en medio de la habitación.
 
-Sigue Beatriz, casi lo logras – Dijo un hombre quien tomaba la mano de la mujer que estaba particularmente perturbado por la situación.
 
Un ligero trueno retumbo en la habitación haciendo vibrar las ventanas cortadas y pintadas estéticamente, mientras la lluvia caía sin parar, el lugar se encontraba lleno de familiares y gente conocida de la mujer tirada en el suelo, habían planeado llevarla a un hospital, pero aparentemente el clima tenía otros planes para ella, entre esa gente se encontraba un doctor de profesión, un conocido de la familia, lo cual fue el único respiro de suerte que parecían tener en esa situación tan desesperante.
 
-Esto…- Dijo junto a la mujer embarazada un hombre joven con gafas circulares y bata blanca.
 
-¿Qué Pasa? – Pregunto el hombre que había pronunciado el nombre de la mujer - ¿qué es lo que pasa doctor?
 
-Imposible – Dijo el hombre con bata blanca mostrando en su rostro una tétrica expresión, casi incomprensible.
 
-¿Qué le pasa a mi hija? – Dijo de repente una mujer mayor angustiada tratando de quitar al médico de en medio.
 
-No mire – Dijo el médico mientras trataba de detener a la madre que se abalanzaba sobre él.
 
En ese momento un niño de no más de doce años había aprovechado el alboroto y atravesó cuando el doctor se descuido, cuando el doctor se dio cuenta ya era muy tarde, el niño ya había visto lo que sucedía, y repentinamente los ojos del niño se desorbitaron, su boca se abrió de par en par, su respiración se había vuelto agitada y su pecho se veía claramente como se expandía y se contraía, el doctor no pudo hacer nada, se levanto lentamente, se quito los anteojos y se aparto de en medio, sabía que ya no podía evitar que los demás en la habitación vieran lo que estaba pasando.
 
-¡Ah! – Grito la pequeña mujer que era la madre de la chica recostada sobre toallas que a su vez estaban sobre una alfombra marrón en la habitación.
 
Un bebe, una niña, había empezado a llorar, desde un charco de sangre oscura de color negro tinta.
 
Historia
 
Era inevitable desconfiar, ya se encontraban en todas partes, y no solo se limitaba al nacimiento, cualquier persona en cualquier momento podría convertirse en uno de ellos.
 
- Pronto los verdaderos humanos quedaremos extintos, tenemos que hacer algo – Decía un pequeñísimo hombre desde la televisión detrás del vidrio de escaparate que pasaba lo que seguro era uno de esos tantos infomerciales.
 
Ese hombre era el presidente que por lo que uno podía ver ya había perdido la cordura por completo, era de esperarse su propia esposa se había convertido en uno de ellos en plena conferencia de prensa matando al primer ministro de otro país, una verdadera joya para los periódicos que aun tenían permiso de circular. Poco después vino un pequeño anuncio más.
 
- Dios te ha elegido a ti, también me ha elegido a mí, yo lo he oído, el verdadero color de la sangre es este, por eso es que él eligió morir, tenía que lograr que esos monstros le sacaran toda esa repugnante sangre roja, ahora todo tiene sentido… - Decía una especie de padre mostrando su sangre como tinta a todos casi a punto de cortarse las venas de la muñeca, estaba seguro de que así mostraría lo orgulloso que estaba de ser “de la raza elegida”.
 
Simplemente era claro que ahora había dos razas que se proclamaban así, había habido una vez un hombre que había dicho mientras tuviéramos la misma sangre seriamos hermanos, humanos, era obvio que no había previsto algo así.
Mientras Thomas caminaba los podía ver a lo lejos, era la policía, nuevamente ya estaban “depurando”, siempre que tenían a alguien enfrente lo trataban de analizar con unos aparatos largos que llevaban en sus manos, estos no se veían muy diferentes a los que se usaban para rastrear el metal de los bolsillos cuando había una especie de conferencia importante, era natural estar nervioso cuando te pasaban ese aparato, nadie podía saber si cambiaria y si era así, ¿Cuándo?, pero algunos veían eso como algo que tenía que hacerse, las reglas aquí eran claras. Si te tocaba uno de “ellos” probablemente morirías, simplemente no era claro, había diferentes clases de “ellos”, unos, te mataban al instante con solo tocarlos, sin dolor como una muerte piadosa, otros después de sentir un gran dolor como si se te quemaran los órganos brotaban de todas partes chorros de tu propia sangre, pero había otros y eran los que intentaban rastrear lo más pronto posible, estos aun no podían matar, solo hacerte convulsionar a lo más, si podías encontrar a uno de estos aun era tiempo de evitar una catástrofe.
Frente a Thomas vio a una pareja tratando de tomarse de las manos, no parecían estar seguros, el temor claramente lo tenían bien presente, pero finalmente lograron estrechar sus manos con fuerza, al ver esto el policía hizo caso omiso de ellos, pues los había visto desde hace un rato y había llegado a la conclusión de que no habría problema, pero se había equivocado, el chico comenzó a convulsionar de forma incontenible, el policía lo separo de ella rápidamente aunque esta gritaba porque lo ayudaran no parecía querer soltarlo, un sentimiento claramente contradictorio, si es que uno había estudiado algo de psicología, cuando todo parecía estar controlado y la mujer ya se había hecho a la idea de lo que pasaría, esta agacho la cabeza y el policía le disparo, su sangre aun tenía un poco de color rojo en ella, dado lo que había visto Thomas este podía suponer que en ese preciso momento ella se convirtió, lo que le había pasado era simple mala suerte o tal vez lo presintió y quería comprobarlo, quién sabe, aquello se había vuelto una escena de todos los días desde que Thomas podía recordar.
Antes de que uno de los policías pudiera llegar a donde estaba, este se refugió en uno de sus sitios favoritos, un bar bastante frecuentado, de cierta forma uno de los pocos lugares que aun no había sido completamente tocado por el temor de las personas.
 
- Tom – Dijo una voz familiar al otro lado de la barra al otro extremo derecho del salón.
 
Thomas se hizo paso y logro llegar a salvo a donde estaba ella, su nombre era Teresa una vieja amiga, a Thomas le gustaba estar con ella, extrañamente a pesar de que ella era extremadamente bella a él casi nunca le había pasado por la cabeza el ser algo más que amigos, la razón por la que le encantaba estar con ella era porque nunca parecía temer a lo que pasaba, eso tal vez para él se había vuelto una relación de más valor que si fueran a salir juntos como pareja alguna vez.
 
- Hola Teresa, ¿qué hay de nuevo?
 
- No mucho, ayer mi jefe murió, supongo.
 
- Que terrible – Dijo este.
 
- Bueno, no era muy buen jefe – Admitió Teresa.
 
Pronto se dieron cuenta que el bullicioso bar se había quedado en silencio,  dejando solo el sonido del televisor, con la voz de aquel padre que ahora parecía haber evolucionado a mesías en el corto tiempo en el que Thomas había dejado de ver el canal. La policía había entrado, todos cubiertos con trajes especiales de color azul y rojo además de sus caretas que les daban la apariencia de una especie de Dar Vaders pasados de peso, eran tres en total, dos buscaban y el otro ya tenía lista su arma, la tranquilidad de ese lugar se había ido, nadie quería siquiera moverse por temor a que eso les pareciera sospechoso, solo permanecían quietos como en el juego de las estatuas, “si te mueves pierdes”, dicen, en este caso seguro perderías algo y lo peor es que ya no podrías volver a jugar, así que lo mejor es permanecer quieto, pensaba Thomas, uno tras otro pasaban la tabla rígida, buscando algo por todas partes para que le diera el sonido de alarma y el tercero pudiera disparar, ya iban a la mitad del cuarto y aun nada, eso era muy poco tranquilizante, seguro alguno del cuarto pensaría, “que encuentren a uno, estarán satisfechos y se irán”, era posible que alguien lo hiciera, mas en la mitad que ya estaba completamente a salvo y sin preocupaciones de que ese “uno” fuera él, no encontraban a nadie y ya casi lograban abarcar las tres cuartas partes del bar, Teresa y Thomas esperaban, Teresa parecía querer hablar pero Thomas la detuvo, por un momento pareció que uno de los vigilantes había volteado a verlos, este empezó a sudar frio y parte de él parecía empezar a temblar, no parecía poder detenerlo, la botella de cerveza que recién había ordenado se había puesto tibia y el temblor de sus manos la hizo golpear contra la mesa produciendo un sonido de cristal. Esta vez el vigilante volteo a verlo, fijamente por un largo tiempo, como si en sus ojos quisiera ver lo que pensaba, finalmente después de un rato este se decidió a pasar a dos personas e ir directo hacia él. Thomas no sabía qué hacer dejo la cerveza a un lado y se planto derecho.
 
- Todo acabara en un momento – Pensaba.
 
Se lo paso cuidadosamente alrededor Thomas se hallo cerrando los ojos mientras una gota de sudor salada pasaba allí y atreves del contorno de su nariz hasta llegar a su boca que abierta saboreo el salado y amargo trago de su temor. Un sonido fuerte, alarmante inundo el cuarto, Thomas abrió los ojos aquel casco que ahora parecía simular la apariencia de una mosca gigante estaba casi encima de él.
 
- Por favor no, yo no soy…
 
Antes de que Thomas pudiera decir algo mas se escucho un disparo.
 
- Que poco profesionales como me disparan con tantas personas alrededor, ¿Qué no saben lo que puede pasar? – Pensó Thomas mientras sentía que caía hacia atrás de nuevo hacia su asiento.
 
Después de un rato cuando Thomas recupero toda su conciencia observo a la persona que del otro lado de la habitación había sido ejecutado, unos grandes escudos de vidrio blindado había hecho el truco para que no le salpicara a nadie, el de casco como mosca se les acerco al poco tiempo y juntos empezaron a limpiar con una extraña maquina que parecía tener una lengua con la que poco menos había arrasado con el cuerpo, lo demás lo guardaron en una bolsa y sellada, uno se la llevo en el hombro izquierdo.
 
- Despejado, muchas gracias por su cooperación – Dijo el hombre mosca que fue el último en salir y dentro de poco tiempo todo volvió a su cauce.
 
- ¿Y tú Thomas?, ¿tienes algo nuevo que contar?
 
- No sé, ¿volverme loco cuenta?