El secreto del bosque (T)

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Yamila
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El secreto del bosque     (T)

 

 

No puedo soportar por más tiempo esta espera, la nitidez se apodera de mi mente, empiezo a ver claro que tengo que hacer algo. De todas formas mi casa queda relativamente cerca del bosque, así que no tardaré mucho en hacerlo. Al anochecer me encierro en mi habitación, repaso mentalmente lo que debo hacer y me convenzo a mi misma que es la única solución, no hay alternativa posible. Me pongo la ropa y el calzado de hacer deporte, cojo una mochila y la lleno de cosas que pueden hacerme falta, me paso por el comedor donde ya están todos reunidos preparados para cenar y digo que no me voy a quedar, que voy a salir a hacer deporte y a despejarme un poco, que he tenido un día de mucho estrés, que cuando vuelva yo me prepararé algo de cenar. Me coloco en la espalda mi abultada mochila y emprendo mi camino, mientras pienso que he escogido el mejor momento para hacerlo, ya que todo el mundo estará cenando y después se irán a dormir, axial que espero no encontrarme por ahí inoportunamente con nadie. Voy adentrándome en las entrañas del bosque mientras observo la belleza de la noche perdida por ese inmenso cielo que ahora es el único testigo de mi hazaña. Voy dejando anudadas en las plantas pequeñas tiras de mi pañoleta azul, para que me sirvan de guía en caso de que me extravíe en el camino de vuelta. De pronto siento como una descarga me invade la columna vertebral y creo advertir el eco de unas presencias vacías, y me pregunto si no serán las fantasmas de mi propia culpa que me siguen para disuadirme de que dé marcha atrás, pero ya no hay regreso posible. Continuo mi comino mientras observo la libertad salvaje de la naturaleza en estado puro y el azul del cielo que me hiere la vista. Ya empiezo a vislumbrar la cabaña. En el camino observo huellas oscuras y húmedas, se ven inclusa a esta media luz. Despacio y sin hacer ruido me acerco a la cabaña por la parte trasera, para no ser vista desde la puerta en caso de que haya alguien. Observo y no se oye nada, aunque hubo un momento en que creí haber escuchado algo, han debido de ser figuraciones mías, o tal vez el presentimiento de que estoy haciendo algo que no esta bien. Avanzo con sigilo hasta la puerta para asegurarme que no hay luz dentro y en efecto es así. Observo que la puerta esta atada con alambre, saco de mi sobrecargada mochila unas tenazas y deshago la ligadura, dentro está muy oscuro, pero aun así cierro la puerta, por si acaso. Enciendo la linterna y me alegro al observar que casi todo está exactamente tal y como yo lo recordaba, solo que ahora los cartones que hacían de camastro están deshabitados. El olor es inaguantable, en el ambiente todavía se nota el hedor y el olor a sangre que colapsan las fosas nasales. Dejo la linterna en el suelo y me dispongo a registrar la primera habitación, sin saber exactamente que busco o que me interesa destruir. Revuelvo todos los cajones y el armario y solo encuentro ropa, abro varias cajas de cartón apiladas en el suelo, y compruebo tal y como imaginaba que serían libros y papeles. Entro en la habitación de al lado y veo sobre la mesa dos cajas precintadas, cojo de mi mochila el cuchillo que llevo como objeto de defensa y las abro, una esta llena de discos de música y la otra de figuras con valor sentimental, siempre y hasta el último momento sintió pasión por la lectura, la música y los recuerdos con valor sentimental.

No me puedo entretener demasiado, no quiero ni debo estar aquí más tiempo del estrictamente necesario. A mi alrededor el tiempo se cierra tornándose intimo y amenazador al mismo tiempo.

Subo las escaleras para examinar la parte de arriba y me dirijo primero hacia su despacho, habitación que siempre me llamó mucho la atención porque allí guardaba sus alegrías, sus secretos y también sus múltiples recuerdos. La visibilidad es tan escasa, casi nula, que decido encender la lámpara pequeña que está sobre la mesa, confiada de que como la ventana da a la parte trasera, nadie vería iluminada la habitación en el hipotético caso de que alguien fuera allí, ¿pero quién se iba a presentar de madrugada en una casa ajena, en la que había ocurrido un asesinato y que además estaba precintada por la policía? En las sienes siento como una potente descarga eléctrica cuando tomo conciencia de que yo estoy allí en el lugar en que no debía estar. Busco a conciencia la caja fuerte pero no de dinero sino de sentimiento, decía que allí guardaba lo que verdaderamente tenía valor y que no era precisamente el dinero, ya que lo que allí guardaba ni estaba a la venta, ni incluso si hubiera estado no habría dinero para comprarlo. No me cuesta mucho dar con ella, además tiene la llave puesta, como si quisiera ahorrarme trabajo. Coloco en un extremo de la mesa la lámpara y en el otro mi linterna, abro la caja y la vuelco en el centro, cojo el sillón y me siento dispuesta a recrearme un rato en el contenido de la caja del recuerdo y el dolor…

Ahora es imposible detener las lágrimas que furiosamente descienden desde mis ojos, por mis mejillas hasta detenerse en mi pecho, donde el dolor ruge y golpea violentamente llamando a la puerta del pasado. Empiezo a revolver cosas y la mente se convierte en mi verdugo que me castiga sin piedad. Me encuentro con fotos, muchas fotos nuestras, testigos mudos de nuestra historia, recuerdos de nuestros viajes. Hay objetos que me hablan de sus otras vidas, de pronto la vista se posa sobre nuestro libro preferido “El imposible olvido”, lo abro por nuestra página preferida y allí encuentro prensada la flor que yo le había regalado, una flor muy especial por un motivo muy especial…

Entonces aprieto los ojos y lloro y lloro y sufro desconsoladamente y me digo a mí misma que por que no estaba también yo allí en el momento fatídico, quisiera haber estado, de ese modo me hubiera ahorrado todo este cruel sufrimiento que me arroja al vacío suicida. Me sobresalto al creer escuchar algo, rápidamente apago la lámpara y la linterna y me quedo inmóvil y con la respiración entrecortada, tomando conciencia de que me estoy excediendo en mi visita, miro el reloj y este me lo confirma. Coloco todas las cosas en la caja, le pongo la llave y la dejo en el lugar donde la encontré. Por todas partes hay bastante polvo y bastante suciedad. Consciente de que ya no debería estar aquí bajo las escaleras, sin saber exactamente a lo que he venido. Procuro ir dejando todas las cosas tal y como estaba, si hubiera tenido más tiempo hubiera leído mis cartas, las que yo le enviaba y que ahora duermen en la caja del recuerdo y el dolor. Estoy desolada, no sé ni lo que estoy buscando, aparte de algo que me confirma que ella no ha tenido nada que ver con esto, aunque tengo casi la certeza de que es así, por supuesto. En la cocina no he mirado, hecho un vistazo rápido y observo que las manos las tengo sudorosas, será por el contacto de los guantes de látex. Procuro que todo quede igual que estaba para que la madrugada no me atormente.

Doy por concluida mi tarea, me cuelgo al hombro la mochila y me dispongo a salir, cuando ocurre algo que me hiela la sangre, por poco desfallezco de la impresión: Golpean a la puerta varias veces.

Me quedo helada, un sudor frío me aborda invadiendo todos los poros de mi cuerpo.

Es inútil fingir que no haya nadie si están iluminadas las ventanas de la planta baja de la cabaña. En décimas de segundo intento buscar una excusa que justifique mi presencia en el lugar, y aún no he encontrado ninguna, cuando se abre la puerta y me encuentro delante… De quien creía asesinado…

Yamila

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jane eyre
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Hola, necesidto que pongas, junto al título del post, la inicial de la categoría en la que quieres que participe tu relato. Gracias.

 

 

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