EL JUEGO DEL DEMONIO - F

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katherinhe
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EL JUEGO DEL DEMONIO - F
Mi vida no se diferenciaba en nada a las demás, aunque puedo decir que un poco si, era aun más aburrida. Cómo podía ver en la televisión, noticias, series, películas, tanto movimiento en la vida de las demás personas. En cambio la mía, seguía transcurriendo y no me daba cuenta que siempre estaba igual, afanada en un sillón delante del ordenador jugando a ser un héroe que nunca seria. Me di cuenta de mi estado después de estar más de tres días seguidos metida en la habitación sin dormir y sin comer, solo sabia matar monstruos que una pequeña caja me iba poniendo delante de una pantalla.
Eran las cuatro de la madruga, otro día mas que me había quedado sopa jugando, cuál era el día que no me quedaba dormida. Saliendo de la habitación me asusté al ver lo que me encontraba delante, tenía situado un espejo, y no reconocía a la persona que había delante de él.
Era yo sí, tenía el pelo revuelto, unas ojeras que llegaban hasta el suelo, y lo más divertido era que tenía marcada en la cara cada una de las teclas del teclado del ordenador. Vaya pinta que tenia, seguro que algún día iba a ser una supermodelo famosa, y porque no pedir miss universo. La verdad era que estaba muy lejos de ello. Nunca había podido bajar una cuarenta y cuatro de talla, y con una medida estándar de uno sesenta y cinco pues delgada no era. Mi piel era cada día mas blanca, y mi pelo cada vez más oscuro.
Me deslice hacia la cocina, tenía que comer algo, tanto tiempo allí sentada me había abierto un apetito terrible. Pasando al lado de la puerta de entrada, escuché un ruido que provenía de fuera del piso. Qué raro, a estas horas no había nadie despierto en el bloque. Y cuando me disponía a seguir hacia la cocina con el plan de hincarle el diente a algo, un ruido sonó en mi puerta, era como si alguien estuviera llamando, mejor dicho alguien estaba llamando.
Me acerque a la mirilla de la puerta para ver mejor que estaba ocurriendo fuera, pero no conseguí distinguir nada, estaba demasiado oscuro. Otra vez escuché los mismos golpes, debía de dejarlo, ¿pero y si era alguien en peligro?, para algo que me pasaba emocionante en mi vida…, y sin pensarlo abrí la puerta.
Mire hacia la derecha y nada, gire a la izquierda y tampoco, solo se distinguía un pasillo largo llego de puertas repetidamente a ambos lados. Cuando iba a cerrar la puerta, apareció una persona delante de ella con muchas dificultades por respirar. Me acerque hasta donde se encontraba, estaba lleno de heridas por todo el cuerpo, en la oscuridad en que nos encontrábamos podía observar su sangre roja emanar de ellas.
Escuche un ruido en las escaleras, si alguien o algo le había hecho algo a esa persona, estaba todavía allí, y sin poder cogí un brazo del muchacho y empecé a estirar hacia dentro del piso. ¡Como pesaba!, sin aliento ninguno ya en mi cuerpo pude dar un pequeño estirón más y entrar el cuerpo dentro de casa. Un ruido se escucho aun más fuerte, empuje la puerta de entrada para que se cerrara, un segundo más tarde, algo se estampaba contra ella, y sentía como arañaba sin parar esta.
Cuando me desperté estaba tumbada en la cama. Como podía haber llegado allí, lo último sitio que me acordaba haber estado era en la puerta de entrada del piso, cuando le ayude a entrar. Mi reloj marcaba las siete de la tarde, había dormido más de doce horas seguidas. ¿Y el muchacho?
Bueno después lo sabría, pero ahora necesitaba un baño, y con urgencia, como podía oler tan mal. Hacia uno o dos o tres días que no me había duchado, pero que dejada era, tendría que cambiar ese aspecto tarde o temprano y empezar con una ducha era buena idea.
Tarde una hora en prepararme bien, no solo era cuestión de darme una ducha sino acicalarme bien. La verdad que no sé porque estaba haciendo aquello, no sería por lo que vi la noche anterior en el espejo, más de una vez había tenido la misma experiencia pero nunca me había llevado tan lejos, respecto al cambio de aspecto.
Cuando salía por la puerta del dormitorio, pude oler algo exquisitamente rico, de donde vendría ese olor, seguro que la vecina de abajo tenía otra vez visita de sus hijos. Se trataba de una mujer viuda de unos setenta y cinco años, muy bien conservados, y la verdad que la mujer aunque tuviera esa edad era de lo más simpática.
Pues no, el olor era de mi cocina, ¿cómo podría ser?, si no tenía nada para comer, excepto cereales pero estos no olían tan bien. Cuando entre por la puerta, vi a un muchacho trajinando con la comida en las sartenes nuevas, nunca las había usado.
- Perdona si te he despertado, pero después de la ayuda de anoche tenía que recompensarte con algo.- dijo este con una sonrisa.- He salido a comprar unas cosas para hacerte una cena que no olvidaras nunca. Espero que no te moleste.
- ¿Cómo puedes estar en pie, después de cómo te encontré anoche?- y sin pensarlo me acerque a él para observarlo mejor.- ¿las heridas que tenias donde están?
- No tenía nada, la sangre no era mía.- me contesto mirándome a los ojos.
- Bueno, me llamo Sam, ¿tu nombre es?- le pregunte decidida a sacárselo ya que no había sido tan considerado como había pensado.
- Si te hace feliz saberlo, me puedes llamar Al, mi nombre en si ya es más complicado.- me respondió.
Con sumo gusto le retiré todo lo que albergaba la mesa del comedor, para después taparla con un mantel a rayas, hacía tiempo que no había visto así. Después de colocar los platos, tenedor, vasos, etc... me quede maravillada de aquella estampa, aquello no podía ser mi comedor. Quien lo hubiera dicho, hacia unas horas ni se sabía que debajo de tantas cosas yacía una mesa
Durante la cena, Al me pedía que fuéramos a una fiesta que realizaban unos compañeros de trabajo a las afueras de la ciudad. No podía ser descortés después de haber preparado la cena, además hacía mucho tiempo que nadie me invitaba a una fiesta, por asegurarme creo que nadie en mi vida me había invitado a una fiesta.
Sin pensarlo dos veces decidí arreglarme para la ocasión, empecé a mirar por todos los armarios, pero no encontraba nada y me estaba volviendo loca. Ya me veía en casa otra noche más jugando. Al me entrego un paquete, lo abrí, en una de mis manos tenía el vestido más bonito que jamás había visto. Era un recogido al cuello con las espaldas al aire, parecido al tan famoso vestido de Marlene pero este en rojo y largo.
Mi pelo arreglado lleno de tirabuzones jugaba con mi espalda, después de mirarme por sexta vez en el espejo, decidí pintarme los labios del mismo color rojo. Creo que esta vez tenía más posibilidades que mis fantasías se hicieran realidad.
Llegamos a un viejo almacén situado a las fueras de la ciudad. Cuando nos acercamos a llamar no sabía porque pero no me gustaba nada aquel lugar. Una inmensa puerta de madera se abrió delante de nosotros, aquel ser que se hallaba delante de nosotros no parecía de este mundo, parecía como si hubiera tenido un terrible accidente, tenía toda la cara desfigurada.
Al entrar dentro del recinto, ya parecía más a los demás locales de moda, según había visto por la tele. Me percaté de que iba a conjunto con la gran sala, pues esta estaba decorada en colores rojos y negros. Me quede mirando a Al, como si le estuviera pidiendo una explicación por aquello, pero solamente obtuve una sarcástica sonrisa, que me heló entera. Empezamos a movernos por el local, Al me traía una copa de licor, lo último que recuerdo de aquel lugar era que estaba bailando en la pista de baile.
Cuando abrí los ojos me encontré gritando en mi dormitorio a oscuras, me di cuenta donde estaba y miré el reloj, eran las ocho de la tarde del día siguiente. Había tenido una pesadilla, en esta me encontraba en el medio de la pista en un pequeño altar tumbada desnuda encima de este. En ese momento entro Al paleta en mano, otra vez estaba preparando algo para comer.
- ¿Que te ocurre?- Pregunto con un sonrisa en la boca.
- Solamente ha sido una pesadilla, siento haberte preocupado.- le dije mientras me levantaba de la cama.
Cayéndome el agua por la espalda empecé a pensar en la noche anterior. No me explicaba porque me podía encontrar mal, pero lo achaqué a lo que bebí y a no estar acostumbrada. Una esponja empezó a recorrer mi espalda, di un pequeño saltito cuando me di cuenta que era Al lavándome la espalda. No controlaba mi cuerpo pero este se giro hacia su figura, y sin controlarlo, me vi haciéndolo con una persona, que no había conocido ni dos días, en mi cuarto de baño.
No lo entendía mi cuerpo lo conocía bastante bien pero yo no, aunque fuera mayor nunca había tenido relaciones de ningún tipo con ninguna persona. Pero no sabía que tenía Al que mi cuerpo le obedecía fielmente.
Cuando desperté en mi cama eran las siete de la tarde del día siguiente, ¿cómo podía ser? Acababa de estar en la ducha en compañía de Al y ahora estaba allí tendida en mi cama desnuda, cuando encendí la luz pude ver relucir algo en mi estomago. Bastante sorprendida me dirigí al espejo que tenia a la entrada para poder verme mejor. Me costó bastante levantarme, siempre me había considerado fuerte, pero parecía que cada vez estaba más anímica.
No me lo podía creer, tenía todo el cuerpo lleno de pequeños mordiscos, y en el centro del estomago tenia dibujado una estrella entrelazada formando a su vez un pentagrama, en el centro de esta había un pequeño símbolo, mejor dicho había una incisión de unos dientes, unos colmillos. Me quede mirándome horrorizada, había cambiado tanto en dos días, no solamente por las mordeduras, si no que a simple vista creo que no pesaría más de cincuenta kilos. ¿Cómo había perdido peso tan rápidamente? Mi cabello negro como el azabache ahora desprendía otro color, un rojo eléctrico. Para mi estaba esplendida, ahora sí que podía ser una supermodelo, podía cumplir mis fantasías.
- ¿Has visto que hermosa puedes llegar a ser? – Al acaba de aparecer detrás de mi.- Pero esto no durará mucho tiempo, tú eliges como te gustaría quedarte.
- Estaba cansada de vivir como vivía, dime que tengo que hacer para no cambiar.- le supliqué.
- No te preocupes ya lo has hecho.- dijo con una voz sarcástica.
El reflejo del espejo cambio, ahora refleja las nubes oscuras de una tormenta, Al me cogió del brazo e hincó sus dientes en mi pecho a la misma vez que cambiaba de aspecto. Tenía delante de mí a un ser terrorífico, ni las películas de miedo habían causado en mi tanta mella como lo había hecho él.
Casi sin poder sostenerme en pie, Al me empujo dentro del espejo. Podía ver como Al se reía a carcajadas al otro lado, a su vez decía;
- Tremenda estúpida, aunque hubieras dado otra respuesta habrías acabado en el mismo lugar. Soy Alukah, un demonio chupa sangre, y a lo largo del mundo me gusta tener reservas de sangre. Así que imagínate cómo vas a acabar.
Tremenda estúpida, como había acabado allí metida, nadie me echaría en falta pues no tenia familia ni amigos, solo un estúpido juego. Que para mi sorpresa, Al había introducido en el espejo. Me puse a jugar como una loca descosida, dentro de mí sabía que no debía de haber dejado de jugar en la vida.

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jane eyre
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