Normas:
La historia deberá ser horrenda.
Cada aporte será de más de cien palabras.
El último en escribir retará al siguiente participante que desee de esta lista:
Bestia insana -retado
Bote -retado
Belagile -retada
Jane -retada
Sanbes -retado
Fly
El tiempo máximo para escribir el aporte será de una semana a partir del momento en que se produzca el reto.
La lista podrá modificarse con nuevos participantes según vayan apareciendo.
El retado podrá declinar el reto, pero tendrá que elegir a otro participante.
Hasta que todos los participantes de la lista no hayan escrito un aporte, no podrá ser retado de nuevo.
Cada aporte deberá respetar la trama, seguir la historia con coherencia y dejarla en suspenso para que la continúe el siguiente retado.
Las normas podrán modificarse, ampliarse o disminuirse, si así lo consideran oportuno los participantes, previa discusión en Comentarios sobre la historia horrenda. Del mismo modo, todo el que quiera ser incluido en la lista deberá dejar constancia de ello en:
http://www.ociozero.com/foro/35961/comentarios-sobre-la-historia-horrenda
Cualquier post que no sea el siguiente aporte, no pertenezca al participante retado o no tenga nada que ver con La historia más horrenda jamás contada, será eliminado.
Empieza Bestia insana…
Todo empezó el día en que abrí los ojos a la oscuridad de un túnel tras haberme quedado dormida en algún punto del soporífero trayecto circular de la línea 6. Convencida de que el tren se acercaba a mi parada, me dispuse a bajarme del coche sin hacer caso de la advertencia de un solitario viajero que negó con la cabeza. Me encontré luego en un andén vacío, inconcebiblemente largo, que hacía curva cuando debía haber sido recto. Mientras trataba de descifrar el complicado nombre de la estación, una figura se destacó del fondo de una cartelera. Por algún motivo, aunque no por falta de luz, no pude distinguirla bien, pero me pareció vagamente simiesca. El caso es que se dirigía hacia mí con tal decisión que me volví a mirar atrás. Al momento sentí un fuerte golpe en la espalda, como si me hubieran dado con un puño, y mientras me sujetaban y gruñían algo en una lengua rudimentaria, tuve la sensación de que un rodillo pasaba a través de mí, triturando, rompiendo tejido, la progresión de un desgarro, una conmoción de órganos desplazados. Bajé la vista y vi estirarse la piel desnuda de mi abdomen, donde empezó a dibujarse la nítida marca de unos dedos, como si apretaran firmemente desde dentro. Por fin la tensa piel se rompió, cediendo a la presión de una oscura zarpa que emergió goteando. Al principio no pude ver lo que sujetaba, pero luego los peludos dedos se abrieron y una víscera cayó…
Abrí los ojos. Rígida de terror, me quedé mirando las gotas de sangre que salpicaban mi camiseta, al tiempo que se reanimaba el fondo de voces de viajeros y chirridos. Alguien me apuntó con lo que resultó ser un pañuelo. Me llevé la mano a la cara, estaba sangrando por la nariz. Sentado enfrente, reconocí al hombre que hacía un momento, en el sueño, me había avisado de que no bajara del tren. Me fijé en que tenía una mano sobre el pantalón con la que, sin dejar de mirarme, se frotaba a través de la tela el pene erecto. Cerré los ojos. Eché la cabeza hacia atrás, apoyándola en la ventanilla. Al poco volvía a vencerme el sueño.
Reto a Bote