Martes de Carnaval

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Alex Puerta
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Poblador desde: 15/01/2015
Puntos: 15

El martes de Carnaval toca a su fin. Terminada la fiesta, todos los habitantes de la aldea, sin faltar uno, se congregan en la Plaza Mayor. En mitad de la multitud, majestuosa, se alza una pira. Un poste de casi tres metros señala al Cielo. Cientos de quebradizas ramitas de brezo forman la base de lo que será la Santa Hoguera y se hincan entre los adoquines del suelo, como si señalasen el camino al Infierno.

Los hombres, aún con sus máscaras, lanzan los últimos vítores a Don Carnal y roban besos y pellizcos a las mocitas. Ellas reparten manotazos a diestro y siniestro; deben hacerse las ofendidas. Algunas, incluso, se encomiendan a los Santos. Los niños más pequeños se refugian en los brazos de sus ayas, envueltos en mantas y toquillas. Los púberes miran las maderas con curiosidad, sin ser muy conscientes de lo que va a suceder. Salvo Anna. Ella sabe que esa noche perderá a su madre.

Con la primera campanada de la medianoche, una siniestra comitiva sale de la iglesia. La plaza queda en absoluto silencio. Cesan los vítores y las tropelías. Se apagan los suspiros y las voces. Los bebés detienen sus llantos. Ni siquiera se escucha el ulular del viento.

El párroco y el alcalde encabezan la procesión portando sendos faroles. Un monaguillo de manos temblorosas rocía a los asistentes con agua bendita. Las mujeres se estremecen al sentir las heladas gotas en su cara; algunos hombres se restriegan el rostro con disimulo. Junto al muchacho, un diácono porta un cirio. La luz crepita en la noche, iluminando apenas sus cuerpos enjutos. Cierra el grupo el Santo Oficio. Dos guardias escoltan a Sarah, la mujer condenada. Tiene la tez pálida como la misma Muerte; viste un sambenito sobre sus raídas prendas y sus pies descalzos van dejando un reguero de sangre sobre el sucio empedrado de la plaza.

Las campanadas se suceden con parsimonia, acompasadas con la respiración del pueblo, el paso de la comitiva y las lágrimas que ruedan por las mejillas de Anna, mientras aprieta la mandíbula.

Su madre nunca había hecho nada malo. Era una simple herborista que curaba las heridas de los trabajadores con remedios ancestrales hechos de plantas y barro. Su vida consistía en proporcionar alivio a los enfermos. Ni siquiera cobraba por aquellos servicios y solo recibía a cambio verduras, huevos o, con suerte, alguna pieza de caza menor. Anna, a pesar de su corta edad, se había criado entre hierbas y ungüentos y, aunque nunca atendía sola a los enfermos,  ayudaba a Sarah en ocasiones.

Apenas dos meses antes, en Nochebuena, mientras las familias compartían la única cena decente del año, fallecía un paciente al que no habían logrado salvar. Ninguna de las plañideras que fueron a velar al difunto en esa noche de tránsito fue capaz de retener a la viuda en casa. A las pocas horas de la tragedia, destrozada y con el mandil desgarrado de retorcerlo entre las manos, irrumpió en la Misa de Gallo. Nunca se habían proferido semejantes maldiciones entre los muros de aquella iglesia. A voces, acusaba a las dos mujeres de actos de brujería, ante los ojos de Dios y de los fieles congregados en la más solemne eucaristía del año. Madre e hija no llegaron siquiera a abandonar el templo. Desde ese momento, ambas quedaron retenidas y pendientes de juicio.

El día de Navidad se desató para ellas el Infierno en la Tierra. Durante las siguientes jornadas se sucedieron las pruebas, a cual más horrible. El Santo Oficio determinaría si ambas eran brujas, o si habían sido acusadas sólo por la tristeza extrema de aquella viuda.

Las ordalías eran la forma irrefutable de demostrar la culpabilidad o la inocencia de aquellas personas incriminadas por brujería. Si se superaban sin sufrir ningún daño físico, se entendería que Dios mismo estaba protegiendo su virtud; eran inocentes. Si, en cambio, las acusadas se veían afectadas por estos elementos, se las tendría por brujas más allá de cualquier duda; Dios no estaba con ellas y debían ser ejecutadas, si es que no fallecían durante el proceso.

El primer juicio fue el del agua. La piel de la niña ni siquiera se arrugó cuando la sumergieron en el pozo durante largos minutos; sin duda los ángeles la habían protegido del frío y la humedad. Sarah, sin embargo, a punto estuvo de morir. Sus pulmones apenas eran capaces de coger algo de aire entre las bocanadas de agua. Cuando la sacaron, tenía azules los labios y las yemas de los dedos arrugadas y henchidas de líquido.

La prueba del fuego fue incluso peor. Ambas mujeres debían rescatar el cáliz que descansaba en el fondo de un recipiente lleno de ascuas. Anna no tuvo ningún problema en atrapar la pieza de orfebrería. Sus manos no se dañaron al introducirlas en las llamas; el Altísimo debió guiarla y protegerla. Su  madre tampoco tuvo éxito en esta empresa. Cuando sus dedos tocaron los carbones, no pudo evitar un grito de dolor. El copón estaba incandescente y, al entrar en contacto con su piel, ésta cedió al calor, llenando sus palmas de llagas acuosas.

Pese a que tras las dos pruebas principales el destino de ambas era claro, no pudieron evadir el juicio de la aguja. Por más que explicaron que las manchas rojas de sus dedos se debían al uso continuado de la remolacha en sus remedios, nada convenció al Santo Oficio de que no eran marcas de Satán. Si al pincharlas manaba sangre, no habría ningún problema; si, por el contrario, la carne no sangraba tras la punción, solo podía deberse a brujería y malas artes. Las yemas de Anna sangraron con normalidad al ser atravesadas por las agujas, pero cuando el metal se hundió en las ampollas de las castigadas manos de su madre, no fue sangre lo que manó, sino un líquido amarillento y pestilente.

Mientras el estado físico de Sarah se deterioraba debido a la dureza de los juicios, Anna lucía como siempre, fresca y lozana. La niña era una protegida de Dios, pero Sarah era, sin lugar a dudas, una bruja que merecía todos los padecimientos del Infierno.

Justo antes del comienzo de la Cuaresma, se pronunció el veredicto: Anna fue declarada inocente. Su madre, culpable.

La mujer sube, trastabillando entre empujones, las escaleras del patíbulo. Alli, frente a todo el pueblo, es conminada a delatar a otras mujeres de su condición. Si lo hace, podrá enmendar parte de su culpa y le será concedida una muerte rápida y clemente, previa a la cremación. Sarah, aferrándose al alivio que le produce la salvación de su hija, no pronuncia palabra alguna.

Cuando está bien atada al poste principal, los dos guardias bajan a la plaza y el párroco prende la yesca. Las ramas de brezo comienzan a arder, formando un círculo mortal en torno a la bruja. Todos los ojos están fijos en la hoguera. Todos, menos los de Anna.

Con la tensión del momento, nadie repara en que la niña se ha escabullido hasta un extremo del foro y, despojada de sus ropas, levanta las manos a lo alto y se encomienda a su Señor. El pequeño cuerpecito convulsiona, los ojos se le tornan blancos y una voz gutural surge de sus entrañas:

—Yo soy Pazuzu, hijo de Hanpa, rey de los espíritus malignos del aire. El que surge con violencia de las montañas y trae las tormentas y la peste. Ese es el que soy.

El cielo se rompe en mil pedazos y de las brechas surgen tantos rayos como habitantes hay congregados en el zoco. Los espectadores sienten cómo se eleva la temperatura de sus tuétanos. Sus cuerpos parecen consumirse en llamas desde dentro: las vísceras colapsan, los músculos se desecan y la piel se convierte en un ajado pergamino pegado a los huesos. Todos quedan disecados con una mueca de horror dibujada en su cara. No hay hombre, mujer o niño que sobreviva a la ira de la invocación. Un copioso aguacero apaga las llamas que cercan a Sarah, y la fuerza de la lluvia va desmenuzando las macabras esculturas hasta dejarlas reducidas a polvo. Pequeños regueros de agua cenicienta discurren entre los adoquines, siguiendo la inclinación de las calles, con quienes fueran sus habitantes disueltos en ellos.

Anna corre a desatar a su madre, pasando sin tregua sobre los montones de ceniza. Tropieza con una madre sosteniendo en brazos a un bebé medio deshecho. Vuelve la cara al reconocer a una compañera de juegos, aferrada a una vieja muñeca de trapo y, por fin, alcanza la pira. Ambas se abrazan sonriendo y vuelven a casa con paso tranquilo. Recogen sus escasas pertenencias y ponen rumbo a otra villa, amparadas por la noche.

—Algún día encontraremos un lugar del que no tengamos que huir, ¿verdad madre?

— Por supuesto, pequeña. Algún día.

Si hubiera quedado alguien para verlo, habría podido narrar cómo las dos mujeres se perdieron en la lluvia, dejando que el agua limpiara sus cuerpos y sus almas. Papazu les buscaría un nuevo pueblo en el que instalarse. Una pobre viuda y su hija llegando empapadas a la posada. ¿Qué persona sin corazón sería capaz de cerrar su puerta a tan inocentes criaturas?

 

 

 

Alex Puerta

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Me ha recordado demasiado a cierto relato mío. Le falta algo de verosimilitud, por los nombres ingleses he de suponer que sería Irlanda, la Santa Inquisición no ejecutaba a los reos sino que se los entregaban a la justicia civil, sería el verdugo mismo quien prendiese la pira y no el cura, creo que el agua bendita también la dispensa este y no el monaguillo que tan solo sostiene y le pasa el hisopo... las ordalías tampoco las usaba la Inquisición, fueron prohibidas en el siglo XII, cien años antes de que se fundara el Santo Oficio... y Pazuzu, el demonio babilonio, me chirría en este contexto... yo empleé una figura de la antigua mitología europea más plausible.

Los adoquines deberían ser losas, el primer cielo con minúscula pues te refieres al físico y no al espiritual, santa hoguera (¿por qué santa si solo se empleaba como instrumento purificador de ese alma irredenta? sería mejor eso, hoguera purificadora) y santos también con minúscula, foro y zoco como sinónimos de plaza también me resultan un poco anacrónicos.

Tres estrellas:
***

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Alex Puerta
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Puntos: 15

Muchas gracias, Ligeia

Alex Puerta

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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Relato admitido a concurso.

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Un relato en el que el autor no arriesga mucho y escoge un camino convencional dentro de este certamen, pero es que lo hace muy bien, en fondo y forma. El estilo es estupendo, he disfrutado muchísimo de cada línea y del ritmo de la narración. Se muestran los horrores de ese juicio de brujería, se da a lector el placer de ver la venganza ejercida sobre los torturadores y sus cómplices y también se enseña, muy acertadamente, que hay víctimas inocentes en ese proceso para no dejar ese regusto manido de “ganan los buenos”. Por poner pegas, no me entusiasma la pregunta de cierre, y la falta de originalidad pesa. Un gran trabajo, en cualquier caso.

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Poblador desde: 15/01/2015
Puntos: 15

Muchas gracias, Invierno

Alex Puerta

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Easton
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Poblador desde: 06/11/2011
Puntos: 416

Un relato que no tiene mucha originalidad, pero tiene detrás documentación y una buena mano. Lo he disfrutado. Se ve que la hija es la bruja, pero el relato no juega a esconderlo, sus bazas son la forma de contar la historia, y es muy buena.

4 estrellas

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Alex Puerta
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Poblador desde: 15/01/2015
Puntos: 15

Muchas gracias, Easton.

Alex Puerta

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Sanbes
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Poblador desde: 16/10/2013
Puntos: 1273

Historia muy bien escrita, que le pesa su desarrollo lineal y su falta de originalidad.
Me gusta la idea de mostrarnos la cruda realidad de una época, por suerte, olvidada atrás. Y cuando el relato intenta tener lo ya mencionado, ese giro original al final para sorprender al lector, no lo hace. Pues en un concurso como este, que al final Anna sea una auténtica bruja te lo ves venir
Yo apostaría (es sólo mi opinión. Otra forma de ver el final) por un final distinto. Por ejemplo, dices que eran sanadoras, ¿no? Pues yo salvaría a Anna, tal como está, y dejaría morir a la madre entre las llamas.
La última escena sería la de Anna visitando la casa de esa extraña vieja con la que han coincidido alguna vez recogiendo las hierbas sanadoras, y de la cual ella siempre había pensado que se trataba de una autentica bruja. Pues bien, que anna le diga a la bruja que para ella se ha terminado sanar a nadie más, y que quiere que la enseñe a castigar.

Al final abría una autentica bruja en tu relato y no se rompería ese tono realista que creo que le queda muy bien, y que para mí salta por los aires en la escena final.

3 estrellas

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Bestia insana
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Poblador desde: 02/05/2013
Puntos: 1928

Para empezar me parecen muy pertinentes las matizaciones de Ligeia, nuestra experta en ambientaciones históricas. A Pazazu no lo conocía, así que su aparición me ha dejado un poco a cuadros. Creo que a partir de su invocación, el relato, hasta entonces contenido, se desmanda. Me quedo con toda la primera parte que parece que nos estuviera describiendo un cuadro con buenas palabras.

3 estrellas

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

¿Recuerdas el principio de El Exorcista? ¿La estatua ante las ruinas iraquíes? Ese es Pazuzu.

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Alex Puerta
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Poblador desde: 15/01/2015
Puntos: 15

Muchas gracias, Sanbes y Bestia Insana

Alex Puerta

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Belagile
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Poblador desde: 09/12/2013
Puntos: 829

Las puntualizaciones de Ligeia me han dejado a cuadros. ¡Cuánto sabe esta chica!
Al margen de que no conocía a Papazu, creo que existe una falta de coherencia entre los sucesos y las reacciones de los personajes. Es verdad que en un concurso como este todos los lectores están "a ver por dónde aparece la bruja". Y se ve venir de lejos que Anna es "la bruja". El relto no es original dentro de la temática y final no es sorprendente; podría haberse orientado de otra manera. En cualquier caso, el estilo y ritmo de la narración son buenos; el relato no se atasca y tampoco se hace pesado.

★★★☆☆

 

Giny Valrís
LoscuentosdeVaho

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

No es tan bien, Belagile, porque puedo pillar cosas que a lo mejor otros no notarían, y a mí me saca de la historia, porque si el relato me estaba gustando, empiezo a intentar encajarlo de algún modo y me descentro XD pero vamos, nada super grave a no ser que sea un gazapo enorme que vea todo dios, he visto de estas cosillas minúsculas pero para mí cantosas, hasta en la trilogía de Félix J. Palma.

Con las pelis me pasa lo mismo.

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Belagile
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Poblador desde: 09/12/2013
Puntos: 829

Ligeia dijo:

No es tan bien, Belagile, porque puedo pillar cosas que a lo mejor otros no notarían, y a mí me saca de la historia, porque si el relato me estaba gustando, empiezo a intentar encajarlo de algún modo y me descentro XD pero vamos, nada super grave a no ser que sea un gazapo enorme que vea todo dios, he visto de estas cosillas minúsculas pero para mí cantosas, hasta en la trilogía de Félix J. Palma.

Con las pelis me pasa lo mismo.

Por curiosidad, ¿qué has estudiado? ¿Historia, historia del arte, mitología...?

Giny Valrís
LoscuentosdeVaho

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

jejeje he sido autodidacta, como el señor H. P. Lovecraft, producto de curiosidad por todo desde pequeñita y acumular lecturas y anotaciones en las bibliotecas y coleccionar revistas, libros especializados, enciclopedias, estoy tan acostumbrada que antes busco algo en esta biblioteca personalizada que por aquí en internet :)

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Bueno, historia de la moda y los ropajes sí lo estudié porque cursé Diseño de Moda XD

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Belagile
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Poblador desde: 09/12/2013
Puntos: 829

Ligeia dijo:

jejeje he sido autodidacta, como el señor H. P. Lovecraft, producto de curiosidad por todo desde pequeñita y acumular lecturas y anotaciones en las bibliotecas y coleccionar revistas, libros especializados, enciclopedias, estoy tan acostumbrada que antes busco algo en esta biblioteca personalizada que por aquí en internet :)

surprise

Giny Valrís
LoscuentosdeVaho

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

no

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salino
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Poblador desde: 22/05/2012
Puntos: 347

Hola, Alex. Veo que dominas el arte de la escritura y el ritmo a la perfección, está muy bien escrito y se nota la extensión del texto como un traje a medida, la colocación de cada parte tal como debe de ser; buen trabajo.

Para comenzar te diré que la idea es poco original. Ya sé que es muy difícil serlo y menos entre ávidos lectores o escritores, pero tampoco le veo la intención de serlo. A mí me parece una idea válida y perfecta para un relato de brujas, pero le veo dos bazas que no has jugado bien (aparte de muchas que sí has sabido manejar con maestría): tal vez no juegues muy bien con la sorpresa y le faltan matices que te hubieran dado una buena documentación.

Asombra más la manera de exterminio del pueblo que el verdadero giro del desenlace; tal vez te hubiera servido alguna subtrama o algunos sospechosos más en el juicio para que la línea de la trama no sea tan previsible.

El tema de la documentación, y no me refiero a lo ya anotado por Ligeia, te hubiera dado suficiente material como para mantener al lector satisfecho a pesar de la falta de originalidad.

Esto son consejos, y para nada tienes que hacer caso de ellos.

Lo que sí veo necesario son un par de revisiones a dos puntos de la narración:

En primer lugar, el tiempo presente de la narración (magistral, ya te digo) se disipa cuando vuelves atrás en el tiempo para contarnos lo sucedido hasta el momento (hasta este punto muy bien); luego continúas sin una sinapsis explicando que eso fue pasado y ahora vuelves al momento en que están ocurriendo. Es un salto muy abrupto entre lo ocurrido y lo que ocurre, y una tontería muy fácil de solucionar y que no sacará al lector del texto.

En segundo lugar, algo muy parecido sucede con el momento en que la niña es poseída por el demonio (me encanta todo lo atribuido a Pazuzu, y aquí lo veo muy misericordioso): nos lo sueltas sin disfrutar de la tensión previa, del clímax, sin deleitar al lector. También te recomiendo que, tratándose de un diálogo especial, te dejes de formalismos y pongas la frase en cursiva o entrecomillada para dar más énfasis; por Diós, es Pazuzu quien habla.

A mí, personalmente, me gusta como concluyes el relato; aunque es cierto que esa pregunta final desencaja. En general se agradece el buen trabajo de ritmo y narración de tu texto, de ir directo al grano, de descripciones medidas y mostradas como si las pudiéramos ver en directo (sin necesidad del abuso) y sobre todo se agradece su extensión. ¿Acaso no gana un relato corto tratando esta tesitura? Yo creo que sí. Tenías una historia que contar y nos la has contado de manera excelente. Buen trabajo.

Mi puntuación es de

★★★☆☆

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

Muy bien escrito, con un estilo muy sólido que avanza, avanza y avanza. Y tú sigues leyendo. Este es un valor que minimiza la previsibilidad de la historia. Me ha gustado mucho la escena de exterminio, bien detallada y muy visual. Quizás no sea muy original, ni el argumento sea retorcido o sorprendente, pero es una historia muy sólida.

 

3 estrellas

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JFB
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Poblador desde: 05/03/2012
Puntos: 125

El relato parte de una idea que no es muy original, por tanto, el peso de valoración recae bastante sobre la forma. Me ha entretenido lo suficiente, y posee buenos detalles como para pensar en una nota media a pesar de los fallos. Pero de todos, el peor fallo es que, el único elemento original de la historia, está escrito dos veces y mal. Este detalle tan poco cuidado ha sido definitivo para míheart. No obstante, no me tomes muy en cuenta la crítica y mucha suerte.

Mi nota: 2 estrellas. 

Spoliers:

"...Cientos de quebradizas ramitas de brezo..." (¿existe brezo no quebradizo acaso? por otro lado, el brezo se acopia en rollos o manojos, y hará falta una buena cantidad de ellos para atizar la hoguera, no unos cientos de "ramitas")

"...Ni siquiera se escucha el ulular del viento." (¿El viento siempre ulula en ese lugar?. El narrador no nos advirtió anteriormente sobre cómo soplaba el viento.)

"La luz crepita en la noche, iluminando apenas sus cuerpos enjutos." (la luz no "crepita", en tal caso titila) (apenas iluminando) (el adjetivo "enjutos" es un lastre al final de la frase, toda vez que forma parte de un párrafo ya de por sí sobreadjetivado (heladas gotas... tez pálida... sucio empedrado...)

"Las campanadas se suceden con parsimonia, acompasadas con la respiración del pueblo (bien. deberías haber parado ahí.), el paso de la comitiva (innecesario) y las lágrimas que ruedan por las mejillas de Anna (¿cómo pueden los tañidos de una campana acompasarse con unas lágrimas que ruedan?), mientras aprieta la mandíbula (deberías haber hecho otra construcción distinta para explicar cómo se sentía Anna mientras caminaba a la hoguera, y el sonido de las campanas debería ser otro detalle a sumar, no el protagonista de la escena.)

"Mientras el estado físico de Sarah se deterioraba debido a la dureza de los juicios, Anna lucía como siempre, fresca y lozana" (¿en medio de un juicio inquisitorial fresca y lozana?)

"Los espectadores sienten cómo se eleva la temperatura de sus tuétanos" (¿WTF?)

"Anna corre a desatar a su madre, pasando sin tregua sobre los montones de ceniza. Tropieza con una madre sosteniendo en brazos a un bebé medio deshecho. Vuelve la cara al reconocer a una compañera de juegos, aferrada a una vieja muñeca de trapo y, por fin, alcanza la pira. Ambas se abrazan sonriendo y vuelven a casa con paso tranquilo. Recogen sus escasas pertenencias y ponen rumbo a otra villa, amparadas por la noche" (Hay mucha precipitación en resolverlo todo, y acaba pareciendo hasta ridículo. Sonríen abrazadas y vuelven con paso tranquilo, a pesar de bebés medio deshechos y compañeras de juegos con muñecas de trapo. Si tenía algo de empatía por las protagonistas, aquí se va a tomar pol saco.)

"—Algún día encontraremos un lugar del que no tengamos que huir, ¿verdad madre?

— Por supuesto, pequeña. Algún día." (¿O sea, que esta misma historia ya había sido vivida muchas veces?)

Si hubiera quedado alguien para verlo, habría podido narrar cómo las dos mujeres se perdieron en la lluvia, dejando que el agua limpiara sus cuerpos y sus almas (lo dudo, después de cargarse todo un pueblo, clientes y amigos). Papazu les buscaría un nuevo pueblo en el que instalarse (Papazu=TripAdvisor). Una pobre viuda y su hija llegando empapadas a la posada. ¿Qué persona sin corazón sería capaz de cerrar su puerta a tan inocentes criaturas? (¿Quién es? ¿Pazuzu o Papazu?)

 

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L. G. Morgan
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Poblador desde: 02/08/2010
Puntos: 2674

Una historia sólida y bien ligada, yo me creo bien a esa madre y a esa hija. Y me gusta que la niña sea la bruja y su madre simplemente la experta en hierbas y sanaciones. No me molesta que sobre eso no haya sorpresa, porque valoro por encima la coherencia, y este relato la tiene.

Sobre la posibilidad de otro final, por ejemplo el que apuntaba Sanbes, a mí me gusta más así: concibo la brujería perfectamente en estos términos, un don para nada maléfico en sí mismo, que es malinterpretado y castigado por otros simplemente porque no lo tienen o no lo entienden. Muchas de las brujas ajusticiadas eran solo eso, mujeres solas y excéntricas, sanadoras y sabias a su manera, que como eran libres y desempeñaban oficios propios estorbaban. Aquí, la niña usa su don para salvar a su madre, pero la principal motivación de ambas es encajar, encontrar un lugar propio en medio de la comunidad.

Lo que sí me rechina en el relato es el "patrocinio" de Pazuzu. Parece que no pega con todo el resto. Sería mejor bajo mi punto de vista haberse amparado bajo otra divinidad más acorde, o bien haber ambientado todo el relato en otro lugar distinto. El agua bendita y ese dios tan exótico no casan bien.

3.5 estrellas

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Sip, con faltas de verosimilitud también me refería a esas cosas dichas por JFB, el nombre es Pazuzu, supongo que poner al final Papazu fue un dedazo nada más.

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

El relato está ejecutado con corrección y la prosa es solvente y conduce con buena mano por toda la lectura. Sin embargo, la pregunta que deja es ¿qué aporta? Echo en falta algún giro argumental, algún detalle que dé identidad a la narración. Incluso los detalles algo turbios (Pazuzu, la propia ambientación) simplemente están, sin aportar ningún extra a la trama.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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