Atrévete
El juez miró estremecido a los acusados, buscó una excusa válida para justificarlos, pero se dio por vencido pocos minutos más tarde. Su mirada suplicó al fiscal un gesto de clemencia que le permitiera cambiar el veredicto. No lo encontró.
En el banquillo, los dioses, le retaban sonrientes.
Añorando
Che, no sabés qué de tardes alrededor del fuego. Por las historias que contaba, y por acompañar al viejo: se miraba siempre tan triste. Sólo muy de tarde en vez se quedaba, como recordando; se le encendían los ojos y en sus cuentos se colaban personajes con nombre alemán.
Volando vengo, vengo.