Sigfrido resucitado

Aún puedo recordarlo, persiste en mi memoria, ese olor nauseabundo que golpeó mi nariz de repente, causando que se dispersara aquel sopor dominante que embargaba mi mente, me hallaba, justo en ese momento, perdido y mi conciencia se desorientaba, al reaccionar con mayor claridad, podía sentir en mi piel numerosos vendajes, que me cubrían casi todo el cuerpo y también parte del rostro. Aquel lugar era sin duda una extraña habitación, con una única lampara iluminando intermitentemente donde me hallaba yo acostado, pero la oscuridad gobernaba y veía con dificultad. Tratando forzosamente de recordar algún atisbo útil de memoria, me esforce por descubrir como había llegado hasta allí.
- ¿qué sucedió? - fue lo primero que pensé.
Lo último que lograba recordar, con enorme esfuerzo, era ir conduciendo hacia la ciudad de Bogotá en mi nueva Harley modelo 1990, la moderna FLSTF Fat Boy y la mas actual hasta la fecha, yendo por una de las principales vías de Cundinamarca, en Colombia. Era aquel día un tres de abril, si mal no recuerdo, de noche, pasadas las doce probablemente y con una única luz que provenía del foco frontal de mi vehículo. Tampoco había luna, por lo tanto la penumbra era abundante, pero esto a mí no me perturbaba, era un excelente motorista y no era mi primera vez conduciendo en tales condiciones.
De repente, cuando me hallaba viajando a una velocidad de 120, según indicaba el medidor, pues, ya con anterioridad y en repetidas ocasiones había amañado el motor para lograr alcanzar tal potencia, en ese momento, luego de haber pasado un cartel de bienvenida con el nombre del municipio de san Bernardo, repentinamente y sin esperarlo, una luz brillante me cegó y al mismo tiempo sentí un fuerte golpe, causando que todo a mi alrededor se oscureciera.
- es todo lo que logro recordar - me dije a mí mismo.
Al decidir levantarme, pude observar con mejor atención el extraño panorama, al parecer me encontraba sobre una especie de camilla medica y el resto de la habitación estaba inundado de variadas herramientas, algunas pude identificarlas, pero otras más, me parecieron sumamente intrigantes, justo a mi lado se situaba un pequeño monitor que nunca antes había visto.
- un hospital moderno - supuse asombrado.
Noté nuevamente que mi vista estaba obstruida y no lograba ver por medio de mi ojo derecho, así que, lentamente lleve una mano hacia él, comprobando que este se hallaba vendado.
- ¿me habré accidentado? - me pregunté. Era lo más probable.
El olor nauseabundo persistía, pero mi estomago se hallaba lánguido y nada parecía querer regurgitar de vuelta, así mismo, me terminé levantando con dificultad de aquella camilla, mi cuerpo se tambaleaba un poco y sentía como si mi alma cargara encima cien años de antigüedad. Mediante pasos lentos me dirigí hacia la pequeña puerta de la habitación, que al parecer tenía instalado un tipo de cristal transparente a la altura de la vista, pero aún así, no lograba ver nada del otro lado, todo se hallaba oscuro.
Llegando finalmente a esa puerta, la abrí, comprobando con efectividad, que absolutamente nada podía ser visto, era una oscuridad perpetua. Dude por un breve momento, asustado inconscientemente, por lo que puedo rememorar de aquel día, pero luego, decidiéndolo, me fui obligado a sumergirme en aquella noche eterna.
Mientras caminaba en el tétrico pasillo, siendo absorbido por la imperante penumbra, percibí de repente, una pequeña luz parpadeante, que parecía desaparecer por cortos instantes de tiempo. Sintiendo en ese momento un explosivo latir en mi pecho, como nunca antes había yo poseído, me condujo así mi débil voluntad hacia la luz intermitente.
- tal vez halle algo de ayuda - era esa mi esperanza.
Caminé hacia allí, con cierta lentitud involuntaria, mi cuerpo se hallaba pesado y mis pasos eran torpes; casi arrastraba mis pies descalzos, sentía un ardor en mi boca que se extendía hasta mi garganta y terminaba en mi estómago; mi visión era escasa, mis pensamientos caóticos y los múltiples vendajes que arropaban mi cuerpo parecían querer cocinar mi piel.
- debe ser producto de alguna medicina - eso creí.
Arribando al fin sobre aquella luz intermitente, noté, que emergía de una pequeña puerta, exactamente igual a la ubicada en la habitación donde hace poco yo dormía. Aproximando mi corta vista aún más, buscando el poder observar con mayor claridad, me percaté, a través del pequeño cristal transparente incrustado en la puerta, de algo horroroso, tal figura inexplicable heló de inmediato mis entrañas vacías, mi mente no quería seguir admirando aquel tenebroso objeto, pero mi cuerpo no parecía poder responder.
- ¿qué es esto? - grité en mi confusa cabeza.
Eso, se hallaba al otro lado del cristal, acostado sobre una camilla, tubos sobresalían de su interior y terminaban conectados a una enorme de máquina de bombeo, esta extraña herramienta, que no logré clasificar, le suministraban al sujeto una especie de sustancia viscosa.
- una persona - deduje inocentemente.
Lo parecía, y al igual que su observador, se encontraba cubierto totalmente de vendajes, estando de alguna forma inconsciente y sin aparente reacción.
- momia - pensé ridículamente aterrorizado. Bien lo parecía.
Tal imagen sacrílega me dejo por un breve segundo en absoluta parálisis, no supe como reaccionar, mantenía inútiles pensamientos y mi voluntad se desvanecía. Apartando mi único ojo funcional de ese cristal mortuorio, giré lentamente hacia mi izquierda, notando a lo lejos, que el oscuro pasillo todavía continuaba e incontables luces parpadeantes reinaban en la penumbra, de inmediato, el miedo me hizo voltear mi rostro rápidamente hacia el otro extremo, allí, todo era igual, luces que parecían anunciar una muerte interminable, estaba atrapado, asustado y no me atreví a comprobar las demás posibles habitaciones.
- al fin alguien despertó... la espera fue sin duda eterna... bienvenido, a una nueva era - declaró de repente una aguda voz a mi espalda.
Aquel susurro era dominante, casi encantador y provocaba un tortuoso escalofrío que recorría desenfrenado a lo largo de mi espina dorsal. Esa aguda voz parecía gobernar mi débil espíritu y doblegar mi escasa voluntad, era un sonido aciago, no lo entendía. Decidido y temeroso al mismo tiempo, giré lentamente hacia mi espalda, para así enfrentar el incierto origen de aquel eco tentador. Allí, justo frente a mí y escasamente iluminada por la luz a mi espalda, se erguía de pie una hermosa joven blanca, de una piel casi transparente y al igual que yo, probablemente de algunos veinte años de edad. Ella, quien poseía una larga cabellera, delicadamente lacia y profundamente oscura, era la vivida imagen de la muerte.
- ¿quién eres? - intentaba preguntar en aquel momento, pero no logré articular palabra alguna.
Sin duda era extraño, por mas que me forcé, no pude hablar. Esa bella mujer, que viendo con mejor atención, vestía una larga bata de laboratorio sobre un fino vestido negro, me atacó con una escalofriante mirada, adornada con unos agudos ojos de un fuerte tono oscuro, con ella parecía querer devorar el mundo. Esa fría expresión, helaba mi temeroso corazón y al mismo instante perturbaba mi libre albedrío, mientras ella, fruncía abundante sus oscuras cejas, algo en mí le extrañaba, al parecer se encontraba preocupada.
- seguro cometí algún error - dijo ella, un tanto frustrada - aún persisten tus pensamientos - repitió, ya mas calmada - debo arreglar eso... lo único que puede ocupar tu mente, son mis órdenes- declaró ella indiferente.
Me hallaba en shock, no comprendía el significado de esas palabras, ella no encajaba y este lugar era en definitiva extraño, ya no parecía un hospital, al menos uno normal, era eso lo poco que lograba entender.
- ¿que dices? - intenté preguntar, pero mi voz aún no emergía de mi garganta.
Ella, frunciendo aún más sus cejas oscuras, me enfrentó nuevamente con una feroz mirada helada, algo no le parecía correcto, su comportamiento era incomprensible, nada iba como debería.
- no lo intentes... es inútil - dijo ella fríamente.
Yo, en aquella ocasión, no la comprendí, porqué no podría hablar, me preguntaba internamente, mientras la observaba preocupado y ella me devolvía una mirada tranquila e impasible. Al siguiente momento, sus palabras derrumbaron todo fragmento de razón en mi mente.
- nadie puede hablar... si le hace falta su lengua - declaró ella en un susurro escalofriante.
Me hallaba petrificado, no lograba moverme, quería huir de allí, pero mi débil cuerpo no me respondía, yo solo era un insignificante esclavo de su voz, un inútil pasajero sin control propio.
- ¿qué me hizo? - me pregunté, temiendo la respuesta.
Ella, captando la duda en mi rostro, mientras me analizaba de pies a cabeza, decidió explicarme lentamente y con detalle.
- Yo soy Hela - mencionó - estoy especializada en medicina, genética, egiptología y también taxidermia - se tomó una breve pausa, mientras aún me miraba fijamente - logré, hace mucho tiempo atrás, extender el promedio de vida humana, enormemente debo añadir, pero... - declaró con un leve matiz despreciativo hacia sí misma - la muerte era inevitable... yo deseaba la vida eterna, la inmortalidad - percibí un peligroso brillo en sus ojos oscuros - con ese propósito en mente, por años, he investigado las técnicas de embalsamamiento y momificación de la cultura egipcia, como también las artes vudú de origen haitiano - terminó ella de decir manteniendo aún esas palabras frías.
Me embargaba la confusión en ese momento, su extraña declaratoria formaba ideas desordenadas en mi conciencia y presentía el preludio de alguna locura aberrante.
- ¿sobre qué habla? - esa inquietud perforaba mi mente.
- mediante el uso de la momificación egipcia, perfeccionada ésta por mi investigación - continuó ella, al verme todavía perdido - he logrado conservar perfectamente estable un cadáver, aún después pasadas décadas de su muerte, cancelando completamente su degradación celular, como si se hallara detenido en el tiempo... luego, por medio de las artes vudú, he intentado resucitarlo... pero no conseguía ese propósito - su expresión contenía cierto atisbo de frustración - al final, tomé como último recurso, los avances de la tecnología moderna - se escuchaba un leve alivio en su voz - aunque hubo algún progreso... no pude reanimar completamente ningún cadáver, pero, después de cinco décadas de suplicio recurrente... al fin, lo conseguí - dijo finalmente, con una gélida sonrisa en su rostro y una fría mirada penetrante.
- ¿qué? - esa palabra se iteraba interminable en mi mente - ¿acaso está desquiciada? - yo no podía creer en la veracidad de su afirmación, quién podría, no había sentido lógico en sus palabras, momias, inmortalidad, vudú, resurrección, aquello era fantasía, ilusiones perdidas de una mente orate, los muertos no pueden revivir, tal cosa es sin duda imposible.
- ¿dudas de mí? - me preguntó Hela, con cierta ironía en su voz.
Ella, percibiendo mi expresión incrédula y sumergiendo su mano izquierda en uno de los bolsillos de esa bata impoluta, extrajo un pequeño espejo portátil.
- permite, que te enseñe, una evidencia viva, si puedo decirlo así - dijo Hela, levantando lentamente aquel espeluznante espejo, mientras intentaba colocarlo justo frente a mí.
- observa - me dijo, fríamente - tú eres la prueba de mis teorías y la refutación de tu propia duda - terminó ella de declarar, al situar ese tétrico cristal reflejante ante mi único ojo funcional.
- ¿qué? - grité en mis caóticos pensamientos.
Lo que veía, terminó de quitarme la poca voluntad existente en mi espíritu, la luz proveniente de la puerta a mi espalda, a pesar de la penumbra reinante, iluminaba con claridad el pequeño espejo. Ese rostro, mi rostro, como ya suponía, se hallaba parcialmente cubierto de vendajes, pero, la piel que sobresalía, poseía un fuerte tono rojo, con grandes retazos desollados y enseñando una espeluznante carnosidad. También estaba aquello, mi ojo derecho, mal cubierto con una venda, solo era una cuenca vacía.
- ¿yo? - pensé aterrado.
Al abrir mi boca del miedo y el asombro, noté, en ese momento, que mi lengua tampoco estaba.
- tú, hace ya medio siglo - mencionó Hela, con una leve sonrisa siniestra - que has muerto - fijo ella sus helados ojos en mí - y yo, este día, finalmente te he revivido - sus palabras congelaron mi corazón - ahora eres mío... mi primera momia - su voz me dominaba - mi Sigfrido resucitado.