Jason y los argonautas

Imagen de Jack Culebra

El peplum más grande de todos los tiempos

 

Una historia de aventuras, fantasía y épica que, contra todo pronóstico, se ha mantenido en muy buena forma.

Si empiezo diciendo que esta película se estrenó en 1963 (hace la friolera de cuarenta y siete años) y que su mayor encanto radica en los efectos especiales, supongo que habrá mucha gente que ni se planteará verla, pero es que, por increíble que parezca, es la pura verdad. De alguna manera, esta particularidad pone de relieve que el acierto, aun con limitaciones técnicas, llega mucho más allá de donde alcanza la técnica sin guía.

Jason y los argonautas es el súmum de lo que supone un peplum. Es decir, tenemos una base mitológica que parte de la Grecia antigua, con su retahila de dioses, héroes y monstruos míticos jugando una partida en la que el eje central es, como no, el Destino, y, con una excusa cualquiera -en este caso una profecía- aventura a raudales. Son narraciones en las que la testarudez del héroe es primordial, sobre todo cuando nos encontramos un reparto que, como en esta ocasión, va a por todas: tenemos a Zeus, Hera, Hermes y Poseidón ya sólo por la parte de los dioses, pero también muchos héroes de renombre: Jason, Hércules, Cástor, Pólux... Épica no podía faltar.

La narración encaja dentro del tipo de aventura conocida como "el viaje", aunque, en realidad, estamos asistiendo al cumplimiento de una profecía que decidirá quién será el gobernante de una polis antigua. El periplo de los protagonistas (los héroes que tripulan el Argos: de ahí lo de los argonautas) les conduce a la Cólquida, el confín del mundo en sentido contrario a las Columnas de Hércules, en el que deberán hacerse con el mítico Vellocino de oro. Durante la expedición, ocasiones no les faltarán para demostrar que son la flor y nata de la Hélade.

El trasfondo está muy cuidado, y es uno de los puntos fuertes de la película. La interrelación de personajes y dioses resulta muy propia y hay algunas apreciaciones sobre los helenos que uno no capta de pequeño y que tienen mucha enjundia. La película, además, incluye todos los elementos que gustan de este género: tenemos a los dioses moviendo piezas como en una partida de ajedrez (clásico donde los haya en los peplums), batallas con sus yelmos empenachados y sus hoplones ricamente decorados, pruebas atléticas, islas míticas, mensajeros divinos...

El desarrollo es ágil y consistente, y aunque la narración es bastante lineal, tiene su riqueza por cómo entrelaza personajes, leyendas e historias. El plato fuerte, no obstante, nos viene de la mano de los monstruos y las grandes criaturas. Arpías, esqueletos animados, la famosa hidra multicéfala, colosos de bronce... Resulta sorprendente constatar cuántos medios se metieron en todo lo que es el apartado visual de este filme.

Las interpretaciones están también a la altura del resto, y aunque tienen ese toque algo rígido, como declamado en algunos momentos, funcionan a la perfección y le dan mucho sabor. Sí que es cierto que, sobre todo hacia el final, se percibe claramente que la trama propiamente dicha es una mera excusa para la aventura del viaje: queda poco espacio para desarrollar el inevitable romance, e incluso para cerrar el verdadero motivo de la búsqueda del Vellocino de oro (la recuperación del trono por parte de Jason).

Es lo de menos, la verdad. Jason y los argonautas es una película para disfrutar por el escenario y por las criaturas que se han extraído de la mitología griega con una gracia encomiable. Seguramente mucho se podría mejorar ahora, técnicamente hablando, pero me pregunto cuánto del sabor inolvidable de la película quedaría.

 

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