Designios editoriales y locura escocesa

Imagen de Kaplan

Reseñas de La noche más oscura y Batman, publicados por Planeta DeAgostini

 

La principal maldición -o bendición, según se mire- de los grandes eventos en las colecciones de superhéroes es que están concebidos para no culminar. Todos ellos parten del tópico manido de “nada volverá a ser lo mismo” y bajo él ocultan su realidad de coitus interruptus, de manera que las colecciones pueden llegar a verse como una sucesión interminable de muñecas rusas en el que cada nuevo evento contiene a los anteriores y, a su vez, será contenido por el siguiente. A pesar de ello, logran disfrazarse siempre de hecho definitivo para los personajes protagonistas y los lectores, eternos incautos, caemos en la trampa una y otra vez.

La noche más oscura surgió en un espléndido caldo de cultivo preparado por Geoff Johns a partir de una anecdótica historia de Alan Moore que tenía como protagonista a Green Lantern. A partir de ella, Johns se ha sacado de la manga un puñado de nuevos anillos de poder (con sus innumerables acólitos) que deberían servir para nutrir las tramas del personaje durante los próximos años. Este crossover, visto en perspectiva, no es más que un punto y seguido en la historia de los Green Lanterns. Sirve para tomar aire, ordenar la implosión que está viviendo y justificarla mediante una amenaza temible que actúa de desencadenante y catalizador. Por si fuera poco, se satisfacen los designios editoriales en una doble vertiente: frenar la importancia de Asedio, el contemporáneo evento de Marvel, y corregir errores pasados en una clara y algo molesta sumisión del ya de por sí frágil rigor narrativo en favor del máximo beneficio económico. En otras palabras, poco se diferencian los estatus de Green Lantern previo y posterior a La noche más oscura: el buen trabajo del guionista al frente de esta serie se mantiene, así como el curso de los acontecimientos. Paradójicamente, sí ha afectado mucho más al resto del Universo DC merced al gratuito “café para todos” en forma de resurrección que se ha concedido a un montón de personajes fallecidos tiempo atrás.

¿Qué queda? Una miniserie que, más allá de lo comentado, es puro entretenimiento y tiene a los lápices a un Ivan Reis pletórico, y el nacimiento de una colección nueva, El día más brillante, en la que se narrará el devenir de estos personajes revividos.

Mientras tanto, en Gotham, Grant Morrison sigue construyendo una etapa memorable. En este caso, el fin de su estancia en Batman & Robin es algo meramente anecdótico si tenemos en cuenta la continua reconstrucción del hombre murciélago que está llevando a cabo desde que comenzó encargarse de él. La ausencia de Bruce Wayne concluye de forma brillante, con un Joker definido como nunca y un Simon Hurt que adquiere verdadera identidad y talla. Bien es cierto que es un retruécano rebuscado y loco, pero la -bendita- locura es la que ha llevado a Morrison hasta aquí, así que más vale leer y disfrutar. La misma recomendación puede hacerse con la saga que empieza a publicar ahora Planeta, El retorno de Bruce Wayne. Lo que en otros escritores podría convertirse en una mamarrachada, Morrison lo convierte en un cómic fresco, novedoso, que te deja con ganas de muchísimo más. Esto deberían ser las historias de superhéroes. Tan fácil. Y tan difícil en realidad...

 

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