Novedades Marvel junio 2011

Imagen de Kaplan

De Cuatro a Tres, el Infierno, vampiros y martillazos a Galactus en la cabeza.

 

Por fin, todo lo narrado anteriormente por Jonathan Hickman en Los Cuatro Fantásticos -en su mayoría, números autoconclusivos- comienza a encajar entre sí, y el resultado puede que no sea muy agradable para todos los miembros del grupo. La portada de Alan Davis no puede ser más elocuente, la verdad. Tres (dibujada ni más ni menos que por Steve Epting) promete ser una saga crucial en la trayectoria de un guionista llamado a hacer historia en la colección. Si se ha cometido el -grave- error de no seguir a Los Cuatro Fantásticos en los últimos meses, éste es el momento ideal para empezar con ella (y de paso, comprar todos los números anteriores de Hickman).

Otra colección que atraviesa un momento adecuado para unirse a ella, es Lobezno, que estrena volumen (el cuarto), gracias a Jason Aaron, uno de los nuevos talentos favoritos de Ociozero. Si ya habíamos hablado de su buen trabajo en Scalped, no deberíamos dejar de recomendar su desvergonzado y soberbio trabajo en Ghost Rider o su primera etapa con el mutante canadiense en Arma-X. De hecho, las líneas argumentales y los personajes de aquellos números son los que mantienen su presencia en este primer número, en el que vemos cómo Lobezno da con sus huesos en el mismísimo infierno. El dibujo corre a cargo de un más que correcto Renato Guedes.

Otro personaje que atraviesa su infierno particular es Bucky en la cabecera del Capitán América. Y es que parece que el otrora reformado Barón Zemo (del que hablaremos muy pronto en una reseña dedicada a los Thunderbolts) parece empeñado en destruir cualquier atisbo de paz que pudiera haber hallado Bucky con la resurrección de Steve Rogers. Brubaker, si bien ha perdido algo de la chispa con la que empezó en esta serie hace ya unos cuantos años, no lo olvidemos, mantiene un buen tino digno de admiración a la hora de retomar conceptos y personajes olvidados. El vacío que deje cuando se marche de esta colección será muy difícil de superar, tiempo al tiempo.

Mientras, en los Vengadores Secretos, Brubaker, acompañado por dos fenómenos como David Aja y Michael Lark, cuenta por fin el origen de ese misterioso Nick Furia que ha hecho la vida imposible en Marte al grupo de operaciones encubiertas de Steve Rogers. La respuesta, ojo, tendrá mucho que ver con una de las últimas colecciones del mismo guionista, que, como se ve, no da puntada sin hilo.

En otro lugar del espacio-tiempo, Bendis mantiene ocupados a los miembros del primer equipo de Vengadores. Un puzle de paradojas temporales ruidoso y contundente (gracias, sobre todo, a un John Romita Jr. tan espectacular como siempre) en el que puede contemplarse cómo Thor se lía a martillazos con Galactus como si fuera lo más normal del mundo. La saga engancha y entretiene, pero habrá que ver si finalmente da todo lo que sus cliffhangers prometen.

Donde Bendis está realizando un trabajo de mejor calidad es en la miniserie de Las Guerras Asgardianas, ya sea porque puede centrarse más en las relaciones entre personajes al no tener que tratar con una docena de personajes o porque el argumento (de obvias reminiscencias a Simonson y otros clásicos) es más agradecido. A los lápices nos encontramos con un Alan Davis que da sopas con honda de narración y efectividad a la amplia mayoría de hot artists a los que dobla en edad.

Sin alejarnos de la temática asgardiana, en Thor es Pasqual Ferry el que maravilla en cada página. Su inimitable estilo es una elección perfecta para enfatizar el componente galáctico que esta colección siempre ha tenido. Fraction desgrana poco a poco -muy, de nuevo, a lo Simonson- su plan maestro, mientras Ferry nos muestra a un Dios del Trueno melancólico y humano. Las expectativas que crea son tremendas, por lo que su narración descomprimida sabe, por desgracia, a poco...

Al mismo tiempo, en Iron Man, Fraction vuelve a ser dueño y señor de la serie. Durante Asedio, el interés de la serie menguó un poco, merced a viajes interiores que poco tenían que ver con el desparpajo y la trama de espionaje tecnológico que había desarrollado hasta entonces. Por suerte, ahora vuelve por sus fueros y nos brinda un loco enfrentamiento entre Stark (un personaje al que domina a la perfección) y Sasha Hammer. Larroca mantiene su nivel, ése que se ama o se odia, sin término medio. Lo que no puede negarse es que el equipo creativo y el protagonista se han engarzado de una forma que pocas veces se consigue.

Por último, en el Universo Ultimate, Mark Millar introduce en su segunda etapa al mando de los Ultimates a Blade y su lucha contra los vampiros. Si somos capaces de separar en nuestra mente a estos Ultimates de los originales y aceptar que son conceptos bien diferentes (tan diferentes como puedan serlo Bryan Hitch y Steve Dillon, el dibujante de este arco), nos encontraremos con un cómic que no destaca en el grueso de la obra del guionista, pero que sí entretiene y aporta las dosis habituales de ingenio y mala leche marca de la casa.

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