Exterminador

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Andy Diggle y Víctor Ibáñez publicado en la línea Panini Noir

 

Dentro de las historias policíacas modernas, sin duda las que implican al FBI y al programa de protección de testigos con de las que resultan más sugerentes. Al ya de por sí interesante escenario de los Estados Unidos se añaden en estas tramas otros elementos de importancia capital: el secretismo necesario para que el programa funcione, y que a la vez resulta campo sembrado para las traiciones dado que funciona gracias a la confianza, la sombra de las grandes empresas del crimen organizado, escenarios particularmente aislados... Si son manejados con habilidad, pueden brindarnos grandes historias.

Andy Diggle se muestra en este Exterminador (un sugerente y ambivalente Rat Catcher en el original) muy capaz de explotar todos estos elementos y algunos más con los que no contábamos, como el propio eje central de la trama: el asesino de soplones. La historia no parece, a simple vista, excesivamente ambiciosa, y no duda en apoyarse en algunos tópicos del género: la pareja del FBI dividida entre el veterano en decadencia y el joven impetuoso y aficionado a los cantos de sirena, las mafias de la droga y sus matones del tres al cuarto, la desconfianza de y hacia asuntos internos, la historia de amor que queda atrapada en el fuego cruzado...

Sin embargo, lo que consigue con estos mimbres tan manidos supera con creces las expectativas. Exterminador es un cómic muy dinámico, cuya trama se sigue con facilidad pero sin dar una sensación de déjà vu, a pesar de todo, que sorprende con su forma de narrar los hechos y que consigue impactar en los momentos adecuados. Es como un buen capítulo de una serie sobre agentes federales: quizás no llegue a la profundidad de obras como Traffic, pero engancha y deja con ganas de repetir. Y también siembra para la reflexión, como toda buena novela negra.

Gran parte de ese dinamismo y capacidad de impacto viene, a mi parecer, del trabajo realizado por Víctor Ibáñez. De nuevo, el ilustrador también da la impresión de no buscar excesos, ni abordar grandes retos, y ahí es donde brilla, pues conduce la historia con una facilidad sorprendente, permitiendo al lector identificar con facilidad tanto a los personajes como a las emociones que los asolan, guiando a este a través de la trama, impresionándolo cuando la escena lo requiere.

El conjunto es un cómic muy equilibrado que, sin grandes aspavientos, deja al lector muy satisfecho. La edición de Panini, como es habitual, de lujo. Muy interesante el prólogo de Diego Matos Agudo.

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