El libro de los muertos

Imagen de Anne Bonny

Reseña de esta antología que, según palabras de su propia portadilla, recopila “ocho relatos ejemplares sobre aquellos que se alzan hambrientos de entre los muertos – narrados con palabras e imágenes”, editada por Scott Allie y publicado por Norma en el número 27 de su colección Made in Hell.

 

Éste es el tipo de proyecto que me da una saludable envidia: hacer una antología sobre un tema que te apasiona y te fascina desde niño y contar con autores igualmente entusiastas y, sobre todo, hábiles. El resultado es lo que cabía esperar: un libro de relatos sobre muertos vivientes con múltiples puntos de vista bien distintos pero igualmente acertados.

 

La edición de Norma (este volumen se encuadra dentro de su colección Made in Hell) hace justicia al contenido y, en su clásico formato de tapa blanda y color, permite el disfrute de la obra en buenas condiciones sin alcanzar un precio excesivo. Esta combinación me empuja, sin duda, a repetir, y en breves me haré con “El libro de las casas encantadas” y “El libro de las brujas”.

 

De momento, no obstante, voy a reseñar las historietas que componen este libro de los muertos, donde el eje central son, cómo no, los muertos vivientes.

 

Abre la antología Los fantasmas hambrientos, una historia trepidante que nos llega de la mano de Kelley Jones, tanto en guión como en dibujo, apoyado por los vibrantes colores de Michelle Madsen. La historia, a una velocidad implacable, discurre en un misterioso bosque poblado de fantasmas, y tiene un cierre de los que dejan boquiabierto incluso a los veteranos del género.

 

Le sigue El devorador de cadáveres, una poética historia shakespeariana que constituye uno de los platos fuertes de la antología, aunque sólo sea porque está protagonizada por Hellboy y dirigida magistralmente por ese narrador impecable que es Mike Mignola. La historia es inédita, y sin duda una muy acertada dentro de su característica simplicidad argumental (que no narrativa).

 

Con un toque algo más metafísico, continúa la antología con La cuneta, de David Crouse, Todd Herman y Dave Stewart, una historia sobre una carroña abandonada al lado de la carretera que se entrelaza con las de otros viajeros, quizá más afortunados.

 

Cambiando el tercio totalmente, toma el relevo El chico Muerte, una historieta humorística protagonizada por un siniestro y la propia Dama de la Guadaña perpetrada por Bob Fingerman y Roger Langridge. Colores vivos y un tono desenfadado para retomar un argumento clásico que no termina de sorprender pero que hace pasar un buen rato.

 

A continuación tenemos la historia quizá más clásica del conjunto, pero sin duda una de las más efectivas. Todo el terror decimonónico se conjura en La expedición Wallace, de Eric Powell. Los amantes de Lovecraft disfrutarán con este cómic que roza el relato ilustrado y que es capaz de ponernos los pelos de punta.

 

Tal vez para compensar, La Reina de las Tinieblas retoma el modo cómico para presentarnos una particular historia con fin del mundo incluido. El ingenioso guión y el extremadamente simpático dibujo de Pat McEown (perfectamente coloreado por Nichelle Madsen) nos arrastran efectivamente a lo largo de las peripecias de este personaje, dejándonos con ganas de más.

 

Kago No Tori, de Jamie S. Rich, Guy David y Dave Stewart, sigue el movimiento pendular para llevarnos a una historia terrorífica de verdad. Esta historia ambientada en el Japón feudal pone los pelos de punta con su desenlace, tan sencillo como efectivo. El horror oriental saltando del cine a los cómics.

 

Scott Allie, con dibujos de Paul Lee y Brian Horton, y de nuevo color de Dave Stewart, es el encargado de continuar tras una historia de tanto peso, y consigue salir del entuerto con Los magos, una historieta llevada con originalidad que explota el imaginario sobre hechiceros capaces de hablar con los muertos. La técnica gráfica, que tiene algo de colage, es responsable en gran medida del acierto.

 

Y ya cerrando tenemos Dejad que los perros que duermen sigan así, una original historia protagonizada por perros y gatos que nos presenta una narración bastante clásica dentro del género de zombis. Evan Dorkin al guión, y Jill Thompson como dibujante, son los responsables de este broche de oro al cierre.

 

Así, en conjunto tenemos una serie de narraciones con muy distintos tonos, muy particulares estilos narrativos, tanto a nivel de guión como a nivel estético, y muy diversas historias con dos denominadores comunes: los muertos vivientes y la calidad.

 

El que quiera disfrutar de una antología siniestra llevada con una encomiable profesionalidad, encontrará en “El libro de los muertos” un libro a su medida. No hay que olvidar que, como dice el editor, el terror sí que funciona bien en estas distancias cortas porque no es necesario mucho espacio para transmitirlo. Una de las interesantes reflexiones que encontraremos en la entrevista adicional que se incluye en la edición de Norma.

 

Por cierto, los relatos no son ocho, por mucho que insistan los editores, sino nueve.

 

Sinopsis (Cortesía de Norma)

 

El libro de los muertos nos permite descubrir el verdadero significado del Más Allá gracias a ocho relatos ejemplares extraídos de las mentes privilegiadas de autores del prestigio de Mike Mignola (Hellboy), Jill Thomson, Guy Davis (AIDP: Una plaga de ranas) o Eric Powell (El Bruto, A las puertas de la muerte).

Ocho historias sin parangón narradas con palabras e imágenes donde nos toparemos con saqueadores de tumbas, fantasmas shakespearianos, devoradores de ojos, locos caníbales, perros en cunetas...

 

Espacio patrocinado por

Nocte - Asociación Española de Escritores de Terror

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