Banga

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Os presentamos el último trabajo de Patti Smith

 

 

Es difícil valorar el nuevo disco de un artista consagrado. No podemos evitar compararlo con sus obras cumbre, y partimos con un leve prejuicio innato hacia los músicos de extensa carrera a sus espaldas que han alcanzado la madurez, desmereciendo la valoración final.

Estamos a viernes, suena en mis altavoces Banga, el nuevo disco de la madrina/princesa del punk, etiqueta que siempre ha repudiado, tras ocho años de silencio musical volcada en otros terrenos. Poeta, escritora, pintora, cantante... entre otros muchos quehaceres, conocida principalmente por sus discos, aunque con una extensa trayectoria como artista polivalente. Nacida en Chicago, acogida como hija predilecta por la Nueva York de Warhol y la Velvet Underground, William Burroughs y la generación Beat, el Hotel Chelsea y el CBGB y figura clave de la escena del punk neoyorkino e influencia para generaciones posteriores.

En un ejercicio de sinceridad, diré que solo he profundizado en la época de juventud de Patti, más enérgica y espontánea, anterior a su maternidad con la que dejó la música apartada, formada por la excelente trilogía de Horses, Radio Etiopía y Easter. Mucho ha llovido desde entonces. Nuestra misión: descifrar el disco evitando caer en lo mencionado.

En las canciones de Banga podemos percibir los elementos característicos de la música de Smith, una fusión música-poesía que ha decidido dedicar a algunos personajes tan variopintos como Américo Vespucio, Amy Winehouse, Maria Schneider o el apasionado a las bebidas espirituosas Johnny Deep, incluso al Japón post catástrofe. Dicho así, la obra puede espantar al parecer un poco pretenciosa, pero, aunque las apariencias engañen, nos encontramos un disco hecho con el corazón, abierto al que lo quiera escuchar. Además, para la ocasión, se ha vestido de gala, acompañada de sus habituales de batalla, con la presencia de las guitarras inconfundibles de Tom Verlaine.

Realizadas varias escuchas, detecto en la publicación lo que llamaría "síndrome de la cara A". Año 300 A.C., era de los cassettes, un hombre cualquiera, atraído más por la cara A que por la cara B se limita a escuchar la primera, rebobinar y volverla a escuchar, una y otra vez, hasta que la cinta renuncia a su existencia por el desgaste producido por el fenómeno. Volvamos al presente. Banga se divide en dos partes sin pretenderlo. En la parte A, nos encontramos canciones más directas y accesibles pero, llegando a un punto del disco, las canciones se vuelven más lentas, poéticas, íntimas, y después de una primera parte más amena, se hace tediosa la segunda, más problema del orden de las canciones que de la calidad de estas, que mantienen un buen nivel salvo algún caso puntual. Mención aparte la incomprensible versión de Neil Young de After the Gold Rush, insulsa y con un innecesario coro infantil, que invita a volver a escuchar el disco desde el principio o recurrir al noble arte del stop antes de tiempo.

En líneas generales, podemos decir que se trata de un buen disco, que no alterará la discografía de la artista, ni como obra maestra, ni como despropósito, agradando a simpatizantes y quizás al resto de mortales, y en el peor de los casos provocará indiferencia, nunca rechazo.

A sus sesenta y cinco recién cumplidos, Patti, en otra época princesa, actualmente reina, sigue en su trono, y los años pasan sin que nadie haya podido arrebatárselo.

 

P.D. Aprovecharé la ocasión para recomendar el libro Éramos unos niños, escrito por ella sobre su relación con el artista Robert Mapplethorpe.

 

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