Storm Corrosion

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El magistral giro suicida de Wilson y Åkerfeldt

 

Storm Corrosion ha llegado solo cuando tenía que llegar y, del mismo modo, solo hay que escucharlo cuando ha de escucharse. En 2006, cuando Steven Wilson y Mikael Åkerfeldt comenzaron a hablar de llevar a cabo un proyecto conjunto, era todo muy diferente. Wilson y Porcupine Tree habían sacado Fear of a blank planet, concisa y brillante culminación de todos los coqueteos del grupo con el rock industrial y el metal más avanzado, y en el horizonte de Opeth estaba el arrollador Watershed. Con semejantes discos, no era descabellado que Mike Portnoy, el entonces batería de Dream Theater, figurara como tercer componente de esta colaboración aún sin nombre.

Seis años después, todo era totalmente diferente: Wilson había aparcado sine die Porcupine Tree (y Blackfield, el grupo artie que compartía con Aviv Geffen) para centrar sus esfuerzos en su carrera en solitario, una retorcida mezcla de rock experimental, progresivo, drone y acid jazz, mientras que Opeth se habían despedido del death metal en general (y de las voces guturales en particular) para situar su último disco -Heritage- en un punto indeterminado entre el acid folk de Comus y el hard rock setentero. De repente, el papel de Mike Portnoy parecía prescindible. Y lo era: en lo que fue una concatenación de portazos en su cara, Portnoy dejó de estar implicado en OSI, Storm Corrosion, Dream Theater y Avenged Sevenfold. Wilson y Åkerfeldt querían hacer algo muy alejado del metal, que el nuevo disco fuera el cierre a una extraña trilogía musical formada por Heritage y Grace for Drowning, el segundo disco en solitario de Wilson. Fue entonces, y solo entonces, cuando Storm Corrosion llegó.

Que sea el punto de unión de los dos discos mencionados ya dice mucho de Storm Corrosion. Lo primero, que no será una escucha fácil. Se trata de seis temas largos (salvo uno, el resto no baja de los seis minutos), densos, mutantes, bellos, oscuros y extenuantes, en los que las composiciones de Wilson son vertebradas por las guitarras folkies de Åkerfeldt y las de Åkerfeldt por las atmósferas de Wilson. Apenas hay percusión y sí abundan los desarrollos orquestales, las extrañezas, los juegos inquietos. Una simbiosis perfecta, en la que nada chirría, alejada por completo de lo que era Opeth (salvo la construcción de algún tema) y Porcupine Tree (si acaso comparten algún lazo con los ambientes de temas como Half Light o de los discos más calmados de No-Man), que solo debe ser escuchada, decíamos, cuando se esté dispuesto a escucharla. Si no es así, incluso el seguidor más entusiasta de Wilson y Åkerfeldt se sentirá algo estupefacto.

Subidos en esta cuerda floja en la que nos dicen que se encuentra el sector musical, estos dos artistas han decidido arrojarse al vacío para ver qué pasa. No es fácil tirar por la borda una carrera de éxito y discurrir por nuevos caminos que, a ciencia cierta, no van a ser tan populares como los recorridos con anterioridad. Pero los hechos, una vez más, les han dado la razón.

Juzgad vosotros mismos:

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Patapalo
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Hermoso y estremecedor. Y el vídeo es una pasada. No conocía a estos artistas, pero me ha encantado. Gracias por el descubrimiento, Kaplan.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Kaplan
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Me alegro de que guste. Si quieres probar algo de cada uno de ellos echa un ojo a In Absentia y Fear of a blank planet, de Porcupine Tree, y de Opeth, Heritage (creo haberte leído que no eres mucho de voces guturales). Ya me contarás...

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Laiônet
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A mi me sorprendió gratamente. No esperaba encontrarme algo así, sino más bien un album de rock/metal progresivo con riffs de guitarra densos. El resultado es asombroso, muy experimental, oscuro..

War is in my heart, death is by my side...

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