Turf

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Jonathan Ross y Tommy Lee Edwards publicado por Panini

 

Hay dos formas de entender el pulp. La primera, como una coyuntura, un modo de trabajo a destajo y contrarreloj que obliga a los autores a apoyarse en clichés, en tópicos y en mecanismos ya conocidos para salvar el tipo en una narración que, a todas luces, va a hacer aguas por algún lado. La segunda, como una vocación, como un mecanismo integrador para contar historias de entretenimiento puro y duro sin más pretensión que esta, como un espacio para dar salida a todo lo que hemos digerido en tanto que generación bombardeada por todo tipo de producciones abracadabrantes.

Jonathan Ross en la puesta de largo que supone este Turf —título intraducible que, supongo, hace referencia a la lucha por un territorio— parece optar por la segunda opción. De hecho, este cómic es como el sueño hecho realidad de un chico que ha disfrutado por igual con las historias de terror, las fantasías de la ciencia ficción y la acción de la narrativa de aventuras. El medio —historieta, película, novela— a priori podría haber dado igual, pero hay que reconocer que el cómic es un formato con unas connotaciones que potencian el sabor de lo que han metido en la coctelera.

De hecho, el trabajo realizado por Tommy Lee Edwards es una de las claves que hacen que Turf se sostenga y no resulte una patochada. Sus ilustraciones pueden tener la elegancia del Nosferatu de Murnau y, al mismo tiempo, mantener el dinamismo de Blade y esa cualidad inquietante del Dracula de Bram Stoker. Mantiene un equilibrio perfecto entre el gamberrismo del chaval que quiere experimentar a su manera con el juguete y la devoción del admirador que ha crecido y se ha formado con los originales.

Este complicado punto intermedio permite que en las páginas de Turf convivan los diálogos solemnes, los héroes atormentados, los malos de opereta y los golpes de efecto de Hollywood, los vampiros, los marcianos y los mafiosos de los años 20. Esto es Nueva York. Pero la Nueva York que lo mismo puede ser invadida por un remedo de Godzilla que congelada en manos de una tormenta perfecta. Es el enclave de los sueños, donde estos ponen el único límite y cualquier cosa puede esperarnos a la vuelta de la esquina.

Es pulp de alta graduación.

Si queréis una historia que analizada con perspectiva es más que cuestionable en una buena docena de sus planteamientos, pero que desde la coherencia de su propia lógica interna funciona a las mil maravillas, echadle un ojo a Turf. Lo han bordado en todos los aspectos: guión, ilustraciones, diálogos, estética... Han demostrado que el pulp puede ser una vocación que brinda grandes obras. O, al menos, francamente memorables.

 OcioZero · Condiciones de uso