El sabor de lo heroico

Imagen de Patapalo

Reseña de la novela de C. Gerardo Perla publicada por Grupo Alcalá

En un tiempo en el que las prosas insípidas abundan en el panorama editorial no me siento particularmente cómodo arrancando esta reseña con una crítica a la de El sabor de lo heroico. Sin embargo, temo que en mi caso particular, esta ha eclipsado la historia que venía a contar C. Gerardo Perla hasta tal punto que es inevitable hacerlo. Así, por crudo que resulte, he de señalarla como la principal falla del libro.

A mi entender, la redacción resulta excesivamente impostada. Da la impresión de que el autor ha quedado rendido ante la sonoridad del propio lenguaje y deja que ese ensueño anegue por completo la narración. Las frases son largas hasta resultar incómodas, laberínticas, dejan que el lector se pierda entre sus palabras, como si solo se contentasen con transmitir una sensación de idea. Además, la lectura se lastra un grado adicional por la ausencia de una corrección de estilo en condiciones: hay erratas, la colocación de los signos de puntuación no consigue marcar una lógica en la estructura y, en ocasiones, como en la primera frase del libro, nos encontramos con ausencias difíciles de entender, en este caso la de un predicado completo.

Parte de este cuadro viene, qué duda cabe, del deseo del autor de marcar un estilo propio en la escritura, quizás simplemente de darle la voz que encontraba más adecuada, pero otra podría haberse pulido más allá de toda discusión. Esta es la que ha terminado por sacarme de la lectura.

De todas formas, dado que no todo el mundo tiene la misma sensibilidad a este respecto, encontraría injusto sentenciar el libro. Si tras leer el primer capítulo la prosa no ha dado problemas al lector, este podrá sumergirse en el contenido de la novela, ya que esta mantiene la tónica a lo largo de toda su extensión.

Así, podrá viajar de vuelta al convulso escenario de El Salvador de comienzos del siglo XX, cuando el presidente Manuel Enrique Araujo es asesinado a machetazos, y sumergirse así en los entresijos de la sociedad de la época, en el retrato social de la misma que hace C. Gerardo Perla con pasión, sin dudar a la hora de implicarse en el mismo. Porque ese es un aspecto que, para bien y para mal, es innegable de este libro: no es una obra prefabricada ni sujeta a los cánones actuales de ritmo o prosa ligera, sino una novela con estilo propio.

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