Atmósfera de casino

Imagen de Gato Trece

¿Dónde queda el sabor de los juegos on-line?

El paradigma de todo esto, La Vegas, ese paraíso de los juegos implantado en el imaginario colectivo, es luz y sonido. Espectáculo. Jugar, en realidad, es una experiencia sensorial que va más allá de ganar o perder: se basa en la emoción, en el proceso, en el disfrute durante la partida.

En los juegos físicos gran parte de la magia reposa en los materiales y el entorno: la forma de las fichas, el tacto de los tapetes, el color de los dados, el crujir de un nuevo mazo de cartas, el repicar de la ruleta... cromados, maderas, plástico. Y, de fondo, luces y sonido. La melodía de la tensión contenida, de la euforia que salta de un momento a otro.

El paso al formato digital lo tenía muy a tiro en cuanto a la atmósfera envolvente, lo que es lo audiovisual, a la que podía añadir la inmediatez, la variedad y la cercanía en muy poco espacio. ¿Pero qué pasa con el resto de experiencias, esas que parecen más táctiles?

Algunas páginas web especializadas en juegos de azar on-line han optado por la creación de mini escenarios, una suerte de estancias con su propio carácter y su ambiente en el que se desarrollan sus atracciones. Si optan por rescatar los juegos clásicos, como el blackjack, el baccará o la ruleta, el cuidado se pone en la recreación: se recupera el tintineo de la bola, el deslizar de las cartas... En juegos más digitales, como los de las típicas tragaperras, se busca por el contrario alcanzar nuevas dimensiones, añadir fuegos artificiales o abrazar una estética sugerente, desde los superhéroes del momento a sueños feéricos o tesoros míticos.

El objetivo, en cualquier caso, es siempre el mismo: escapar de la fría funcionalidad para dejar el protagonismo a la experiencia de juego. La simplicidad queda para el aprendizaje —de la mano de tutoriales y partidas “reales” de prueba— y el acceso a la variedad de juegos.

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