¿Murió el genio?

Imagen de Anne Bonny

Este año se cumplen treinta años del fallecimiento del gran Goscinny y, desgraciadamente, Asterix, la serie que creó con el dibujante Uderzo, va de mal en peor. ¿Se perdió la chispa con este gran artista?

Asterix ha sido uno de los pilares fundamentales en mi cultura del cómic. Junto a Tintin (la cual prefería porque el héroe no era imbatible) y Lucky Luke, conformaba el grueso de la biblioteca de historietas de mi padre, quien tenía las tres colecciones prácticamente al completo.

 

Al ser uno de estos cómics que permiten segundas lecturas después de la que se hace con ojos de niño, mostrando nuevos elementos y sarcasmos encubiertos que uno no hubiera sospechado en su tierna infancia, poco a poco fue ganando puestos frente a las otras hasta situarse en lo más alto. No en vano, aquí en Francia es un fenómeno que va mucho más allá del cómic, pues en sus páginas recoge con especial acierto el carácter propio de los galos (en el sentido de franceses).

 

No obstante, no fue únicamente por sus aventuras o por el ingenio de sus historias que este cómic me sedujo: la propia belleza estética de sus viñetas, con esos personajes tan personales y a la vez tan bien resueltos, y esos escenarios históricos perfectamente retratados como postales de un cuento de hadas –que demuestran que el rigor documental no está reñido con los buenos cómics cómicos- me subyugaron desde el principio.

 

Seguramente por esto fui de los más acérrimos defensores de la colección cuando empezó su declive. Mi lealtad me impedía ver lo que saltaba a la vista: las historias iban de mal en peor, siendo ellas mismas, paradójicamente, las menos fieles a su propio imaginario.

 

Por sentar una cierta base documental, diremos que Asterix nació en la revista Pilote, en la que recibió un arrollador apoyo por parte del público hasta el punto de conseguir su propio título. De este modo, el personaje tuvo su primer álbum propio en 1961, el cual se titulaba, como no podía ser de otra forma, “Asterix el galo”. A éste le fueron siguiendo otros, a ritmo de uno (o incluso dos) al año, hasta 1976, un año antes del fallecimiento de René Goscinny. Albert Uderzo, dibujante y co-creador del personaje, continuaría las aventuras de éste dos años después de la muerte de su compañero, trabajando en ellas hasta nuestros días, en los que contamos con treinta y tres números oficiales, amen de una serie de complementos. La última entrega, “¡El cielo se nos cae encima!”, publicada en el 2005, ha sido, de hecho, la que me ha animado a escribir este artículo. Azuzado o instigado quizá fueran, de hecho, términos más ajustados a la realidad de mis encontrados sentimientos.

 

¿Por qué? Pues porque es un álbum malo, muy malo. Los dibujos siguen siendo de la calidad a la que nos tiene acostumbrados Uderzo, pero las composiciones y, sobre todo, el guión, se van totalmente de madre. De este modo, además de dejar claro que mi numantina defensa de la publicación era absurda, ha puesto la guinda al proceso de degeneración del personaje.

 

Cuando la serie arranca en 1961 con “Asterix el galo”, tenemos un cómic sencillo, interesante en sus personajes, bastante divertido, y caracterizado por unos dibujos bastante angulosos. Este esquema se repetiría en “La hoz de oro” y, más suavizado, en “Asterix y los godos”, publicados en los años sucesivos. Finalmente, esta primera fase terminaría en “Asterix gladiador” (1964), un capo laboro con todas las de la ley. Coincidió, al mismo tiempo, con su conquista definitiva del mercado galo y, al mismo tiempo, internacional.

 

A partir de aquí empieza la fase de madurez, aquella más característica de la colección. Muchos de los números que en ella se crean (a veces dos por año) muestran un esquema muy parecido, en el que alguien va a solicitar ayuda a los irreductibles galos y Asterix, junto con Obelix e Ideafix, van a donde son requeridos para solucionar sus problemas (normalmente relacionados con los romanos, símbolo de opresión y uniformidad). Es en esta época en la que se asientan todos los personajes, de la aldea y alrededores, como los piratas, y se afina el humor de la serie. Desde mi punto de vista, es también la época dorada, pues el equilibrio entre humor subterráneo y aventura para todos los públicos es perfecto. Algunos de los títulos más logrados en esta época son “El combate de los jefes” (1966), “Asterix y el caldero” (1969), “La cizaña” (1970), “El adivino” (1972) o “Asterix en Córcega” (1973).

 

A partir de “El regalo del César” (1974) y hasta el fallecimiento de Goscinny tenemos unos cómics que van reposando más sobre el argumento, algo más elaborados, los cuales encontrarán eco en los publicados después de su fallecimiento, como “La gran zanja” (1979).

 

Ciertamente, dicho número, y hasta “Asterix en la India” (1987), época durante la cual Uderzo retomó el trabajo de su compañero fallecido, muestran una continuidad con los números anteriores. Quizá sea muy aventurado por mi parte, pero tengo la impresión de que en estas historietas todavía coleaban algunas ideas del propio Goscinny, como si fueran proyectos que hubieran quedado inacabados a la muerte del guionista pero que hubieran sido completados con acierto por el dibujante. Son obras que permitían mostrarse optimista, a pesar de la irregularidad temporal con la que iban siendo publicadas.

 

A partir de ahí, y sobre todo en los cuatro últimos números (“El mal trago de Obelix” (1996), “Asterix y Latraviata” (2001), “Asterix y lo nunca visto” (2003) y “¡El cielo se nos cae encima!” (2005)), vemos que el dibujante no se molesta en respetar el concepto anterior de la serie ni la coherencia con los anteriores números. Decir que esto se debe a una evolución del cómic sería una falacia, pues las evoluciones son progresivas. Tampoco podemos creer que, simplemente, Uderzo decidiera reconvertir todo el escenario y darle una nueva dirección, como ocurre a veces tras los cambios en un equipo creativo; esta hipótesis cae por su propio peso al ver el trabajo de continuación realizado en los primeros números tras el fallecimiento del autor.

 

¿Por qué entonces este cambio a peor? Francamente, sólo se me ocurren malas ideas como respuesta. Que Uderzo no tenga ideas para la serie y que tampoco acepte que otro guionista tome el relevo –tal vez por orgullo- se me dibuja como la más verosímil. Y es una lástima. Si bien he tenido siempre claro que para mí Uderzo es de los mejores dibujantes que hay, también me ha terminado quedando claro que sin Goscinny la serie no es ni remotamente lo que era.

 

Le falta esa chispa mágica que tienen algunos guionistas (creadores sería un término más adecuado, porque, curiosamente, suelen ser también dibujantes aunque opten por no realizar las ilustraciones ellos mismos) y que, sin duda, hacía brillar a Asterix. Y me sabe malo decirlo, no sólo porque no me gusta dar mi brazo a torcer, sino porque tampoco soy amigo de las críticas duras, pero es que el último cómic de Asterix es de lo peor que he leído. Dedicatoria a Walt Disney incluida. Si un personaje tan fabuloso cayese tan bajo haciéndome un homenaje, ¡rayos!, creo que me llevaría una impresión muy negativa de mi propia capacidad como artista. ¿Será, entonces, que “¡El cielo se nos cae encima!” es una crítica encubierta al señor Walt? La verdad, no lo creo.

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