La noche del terror ciego

Imagen de Jack Culebra

Un vistazo a este clásico del fantaterror de Amando de Ossorio

 

La noche del terror ciego

La noche del terror ciego es una propuesta ecléctica y visionaria que, si bien tiene algunas aristas, se disfruta enormemente. No es de extrañar que sea de los filmes más reputados del fantaterror y que tenga numerosos seguidores incluso en otros países.

La propuesta encarna algunas de las claves de este género. Por un lado, tenemos un escenario contemporáneo y cosmopolita, encarnado por los protagonistas, dos hermosas jóvenes modernas y desenvueltas y el gacho de una de ellas, que permitirá el inevitable y algo accesorio triángulo amoroso. En contraposición, una leyenda centenaria ligada a un monasterio medieval en ruinas que abrirá las puertas a toda una panoplia de monjes guerreros, monturas espectrales, lápidas que se arrastran con quejidos de piedra y rituales satánicos. Casi se adivina un híbrido entre los slashers protagonizados por scream queens y los clásicos más vetustos de la Hammer.

La noche del terror ciegoUn elemento insoslayable es el carácter patrio de la película, por mucho que se ambiente en un Portugal que más bien parece la Castilla espectral desenterrada por Bécquer. Esto puede hacer alzar la ceja a algún espectador español, sobre todo en cuanto a peinados se refiere, pero dota de una interesante apropiación del género con elementos muy característicos de nuestra historia, como las leyendas de templarios y los pactos diabólicos. Hay que insistir en la dualidad de La noche del terror ciego, donde las escenas de tensión en las ruinas, entre las cuales se cuenta una sugerente persecución a caballo, encuentran su reflejo en otras más psicodélicas y conceptuales cuando volvemos al escenario urbanita mezclado, además, deliberadamente con el mundo de la moda.

El otro elemento insoslayable es el erótico, quizás el que más fisuras crea en una historia que, sin duda, podría haberse ajustado más en cuanto a trama en detrimento del efectismo y la oportunidad de algunos pasajes. Desde insinuaciones lésbicas en internados que nada aportan a la historia pasando por violaciones que dejan la duda de si tienen una función moralista, nos sumimos de cabeza, cómo no, en el elemento sexual de los rituales satánicos y la tradición vampírica que asimila el succionar sangre con una acción cuasierótica.

Todo este eclecticismo argumental, que causa cierto apresuramiento en una trama con deseos de parecer policiaca, pero que no tiene tiempo para desarrollarse, y estético, manifiesto en los juegos de luces y sombras y el contraste entre el cartón piedra del monasterio y los brillos plásticos de la ciudad, se ve exacerbado por la multiplicidad de registros narrativos. A los ya mencionados, a caballo entre el erotismo, el terror, la advertencia, la perversión y el retrato social de la época, hay que añadir una capa de humor negro que puede terminar de descolocar al espectador pero que hace memorable la película.

Con tanta carne en el asador, y dispuesta de un modo tan caótico, es normal que La noche del terror ciego sea una película que suscite por igual apasionadas defensas y crueles burlas. Personalmente, creo que es innegable la ambición de la propuesta y la cantidad de elementos de evidente interés que encierra, del mismo modo que, pasados los años, sea indiscutible que se podrían haber madurado algunos aspectos para reconducir su puntual histrionismo o haber terminado de unir unos cabos sueltos que van desde bandas de contrabandistas fluviales a eruditos de lo oculto dignos de los Mitos de Cthulhu. Luego ya queda a cada espectador decir hasta qué punto ha disfrutado con una película que, en ningún caso, puede dejar indiferente.

La noche del terror ciego - Amando de Ossorio - fantaterror

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